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Políticamente correcta
La LOGSE implantó entre los docentes una orwelliana corrección política, una ortodoxia progre.
Una profesora de enseñanza secundaria, Mercedes Rosúa, en el año 2001 publicó un libro sobre lo que la ley de educación elaborada por los gobiernos socialistas de Felipe González y promulgada en 1990, la LOGSE, había supuesto para la educación española. Rosúa tituló este libro El archipiélago Orwell. La tesis fundamental que sostenía en él era que el mundo de la educación se había convertido en una especie de islote totalitario dentro de una democracia consolidada.
No sé si la autora de El archipiélago Orwell fue consciente de hasta qué punto estuvo acertada eligiendo como título de su libro ese juego de palabras entre El archipiélago Gulag, la gran novela de Alexander Solzhenitsyn en la que narraba y denunciaba el terror estalinista, y el nombre del autor de 1984. El mundo de la educación es hoy una especie de búnker progre donde un Gran Hermano vigila para que nadie pronuncie ninguna palabra que no esté admitida por el virtual diccionario de lo políticamente correcto y para que a nadie se le ocurra expresar un pensamiento discordante con la ideología progresista que en el archipiélago domina.
Nadie como el escritor británico, Eric Blair, conocido por su pseudónimo George Orwell, describió mejor lo que significa la corrección política. Orwell había escrito un prólogo titulado Contra la libertad de prensa para su novela Rebelión en la granja, que fue publicada por primera vez en 1945. Curiosamente, y sin que nunca se haya sabido muy bien por qué, el prólogo de Orwell no apareció publicado con la novela hasta el año 1971.
En ese prólogo Orwell explicaba cómo se llega a fabricar eso que se llama "lo políticamente correcto" con estas palabras: "En un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas biempensantes y aceptadas sin discusión alguna. No es que se prohíba concretamente decir esto o aquello, es que 'no está bien' decir ciertas cosas, (...) Y cualquiera que ose desafiar aquella ortodoxia se encontrará silenciado con sorprendente eficacia. De ahí que casi nunca se haga caso a una opinión realmente independiente ni en la prensa popular ni en las publicaciones minoritarias e intelectuales".
Pues bien, la LOGSE implantó entre los docentes una orwelliana corrección política, una ortodoxia progre que hace que no esté bien visto decir, por ejemplo, que los profesores deben ejercer su autoridad, que es necesaria la disciplina, que el multiculturalismo dificulta la integración de los inmigrantes, que la competencia es sana, que es bueno ejercitar la memoria o que sufrimos una borrachera de pedagogismo.
Pero ha resultado que este pensamiento único totalmente progre, que reina en el mundo de la educación, no satisface totalmente a los socialistas, obsesionados por educar a la juventud a su imagen y semejanza, así que han dispuesto que con la Ley Orgánica de Educación, la LOE, se estudie en todos los colegios e institutos una nueva asignatura, Educación para la ciudadanía, cuyo objetivo es que nuestros niños y jóvenes se comporten y piensen de acuerdo con los valores del presidente Rodríguez Zapatero.
Así lo ha visto Carmen Martínez Castro que escribía el pasado sábado en el diario ABC una magnífica columna titulada ¿Ciudadanos o progres? en la que aseguraba que Educación para la ciudadanía era una "fábrica de pequeños 'zapateritos': delgados como juncos, campeones del relativismo moral y sectarios hasta la médula". La periodista terminaba pidiendo que se limitara el Estado a enseñar matemáticas e historia y que dejara la formación moral para los padres.
Hay que haber seguido desde hace treinta años los cambios que se han ido produciendo en nuestro sistema educativo para no sorprenderse de que un Gobierno radical de izquierdas como el que tenemos quiera moldear las conciencias de sus ciudadanos. Y es que los gobernantes de la izquierda siempre han pensado en la escuela no como un lugar donde se enseña latín, matemáticas o historia, sino como un instrumento para regenerar la sociedad, es decir para educar ciudadanos según conviene a sus intereses políticos.
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