conoZe.com » Historia de la Iglesia » Papas y Antipapas » Benedicto XVI » Viajes » Valencia - V Encuentro Mundial de las Familias (8-9 de julio de 2006)

Familia y dignidad de los seres humanos en Benedicto XVI

Desde algunos medios de comunicación se ha tratado de presentar las palabras de Benedicto XVI en el Encuentro Mundial de las Familias, como defensoras de un tipo de la familia, la tradicional, a la que cabría oponer otro tipo de familia, la moderna, la progresista. Las líneas que siguen intentan mostrar lo desacertado de este planteamiento.

La familia patriarcal se apoyaba en la desigual dignidad de sus miembros, concretamente en la desigualdad de derechos entre la mujer y el varón, y así como entre los padres y los hijos. Esta desigualdad es la que resulta inaceptable para el Papa, que defiende la familia como el espacio en el que todos son sujetos de derechos. Esta familia acorde con la razón natural pivota sobre cuatro ejes: la igual dignidad de sus miembros y la exigencia de fidelidad entre los mismos, la concepción de la libertad como interdependencia y la solidaridad con el resto del género humano.

Respecto a la igualdad entre mujer y varón, Benedicto XVI ha rechazado explícitamente la familia patriarcal, por implicar la subordinación de la mujer. Así en su encíclica Deus caritas est ha destacado la conexión inseparable entre monoteísmo y monogamia. "A la imagen de Dios monoteísta corresponde el matrimonio monógamo. El matrimonio basado en el amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano.''

Respecto a la igualdad entre padres e hijos, Benedicto XVI destaca que sólo hay verdadera familia donde se ve al hijo no como propiedad de los padres, sino alguien que tiene derechos por sí mismo, en cuanto querido por Dios. "Los esposos deben acoger al niño que les nace como hijo no sólo suyo sino también de Dios, que lo ama por sí mismo y lo llama a la filiación divina" (homilía 9.07.07). La igual dignidad de los hijos respecto a los padres exige que aquellos nazcan como fruto directo del amor entre un hombre y una mujer, esto es, que sean engendrados, no producidos como un objeto de laboratorio, ya que "lo que se puede producir también se puede destruir" ( Europa. I suoi fondamenti oggi e domani ). La procreación es lo adecuado a la naturaleza humana, mientras que la reproducción es lo propio del mundo animal. "La familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, expresa esta dimensión relacional, filial y comunitaria y es el ámbito donde el hombre puede nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral" (homilía, 9.07.07). Así, la familia exige el reconocimiento del igual derecho a la vida de todos sus miembros, independientemente de su edad. Resulta importante tener presente que el pretendido derecho al aborto -lejos del verdadero progresismo, que es solidaridad con los más débiles-, se encuentra en continuidad con el derecho de vida y de muerte sobre los hijos que el viejo patriarcado romano atribuía a los padres.

Benedicto XVI subraya, junto con la igual dignidad de los seres humanos, la visión del ser humano como interdependiente y no autosuficiente y autárquico. De suyo la confusión entre libertad y autonomía, propia del individualismo y del consumismo, ha servido y sigue sirviendo de coartada para la discriminación de los seres humanos, en perjuicio precisamente de aquellos más vulnerables a los que habría que reconocer el "derecho a la protección", como los niños. Es lo que pretende el personismo, que al fundar los derechos en el arbitrio individual atribuye más derechos a los adultos que a los niños, considerando que existe un derecho a tener hijos aunque no puedan ser concebidos, o a no tenerlos, aunque ya estén engendrados, lo que supone reducir el niño a simple objeto a disposición de los adultos.

Por el contrario si se cobra conciencia de que el ser humano es interdependiente, y de que se es tanto más libre cuanto más se reconoce la interdependencia, la libertad así entendida conduce a la exigencia de la fidelidad, que no es sólo la garantía de la felicidad conyugal, sino también de la madurez de los hijos, por lo que el Papa considera que estos tienen derecho a la fidelidad de sus padres. "Ojalá que los hijos contemplen más los momentos de armonía y afecto de los padres, que los de discordia o distanciamiento, pues el amor entre el padre y la madre ofrece a los hijos una gran seguridad y les enseña la belleza del amor fiel y duradero" (8.07.07).

La familia se convierte así en la escuela de la humanización y de formación en la solidaridad intergeneracional y con todo el género humano, ya que con su apertura se llega al reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos. "Cuando la familia no se cierra en sí misma, los hijos van aprendiendo que toda persona es digna de ser amada y que hay una fraternidad fundamental universal entre todos los seres humanos" (discurso, 8.07.07).

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