conoZe.com » Actualidad » Masonería » Masonería (por Jakim Boor)

Filosofía masónica

30 de julio de 1950

La aportación del extranjero a la historia de nuestra nación nos ha sido generalmente adversa. Así, el entroncamiento con la Casa de Austria desvió a España del camino que le trazaba el testamento de Isabel y Fernando, posponiendo aquél a los intereses europeos de la nueva dinastía, que con sus príncipes había de traernos su Corte de flamencos y la tolerancia con los errores religiosos en boga en Europa, de lo que sólo pudo salvarnos la santa intransigencia española; pero no sin pasar por el período precedente de contagio.

Nacionalizada la dinastía y vuelta España a la ruta de sus nobles empresas, la muerte del último de los Austrias nos llevó, tras la guerra de la sucesión, al predominio de la rama borbónica, que abrió nuestra nación a la influencia gala e inició la etapa de nuestra decadencia, que los años siguientes habían de acelerar. Con ella penetran en nuestro solar la masonería y el jansenismo, amenazando quebrar la línea clara de nuestra fe y de nuestras tradiciones. El calor con que el pueblo español respaldó la acción justiciera de los Tribunales inquisitoriales permitió cortar en flor el mal que ya empezaba a corromper a nuestras instituciones religiosas. La influencia, sin embargo, de la invasión de las ideas extranjeras en el orden civil no pudo ser más perniciosa. El mal ejemplo desplegado desde las alturas por gobernantes y favoritos adueñados de la voluntad vacilante de los Monarcas, forzosamente había de propagar el mal entre la nobleza y las clases directoras.

El prestigio del progreso científico en Inglaterra y de las letras francesas, con su pléyade de poetas y de literatos, reúne en Londres y en Paris a lo más inquieto de la sociedad europea, que con un mimetismo suicida había de esparcir muy pronto por el mundo, bajo la etiqueta prestigiosa de las ciencias y de las letras, los errores y males de la época.

La estafa, sin embargo, no podía ser mayor; detrás del nombre prestigioso de Isaac Newton y del mundo selecto de los intelectuales reinaba en el pueblo inglés un estado de miseria y abandono que no admitía comparación con otras épocas anteriores. Los periódicos y libros de entonces registraban el caso de la ciudad de Londres, invadida materialmente por los mendigos; el cuadro espeluznante de los suicidios de muchos de estos desgraciados, colgados de los árboles de los parques públicos o flotando sobre las riberas del Támesis. Los asaltos a las diligencias en todos los caminos y la piratería con bandera inglesa apoderada de las aguas de las Antillas. El espectáculo de las calles de Londres, a juicio de los historiadores revelaba una ordinariez y una corrupción tales que no se contemplaban más que crímenes y desenfrenos de todas clases. Esta bestialidad de costumbres parecía no querer verse por la sociedad europea, deslumbrada por los esplendores de la ciencia.

La dama más importante de aquella época, la que dominaba la voluntad de la Reina Ana y a través de ella mandaba en el país la duquesa de Marlborough, no ocultaba su impiedad. De la degeneración de las logias era su más alta expresión el club titulado "Llamas del infierno", que, nutrido por la alta sociedad, se ocupaba de blasfemar de Dios, de la Virgen y de sus Santos mártires. Los clubs de sodomía eran también muy numerosos, y en un solo día la Policía registra veinte casas en que tenían lugar estas reuniones, considerándose impotente para dominar un mal fomentado por el ejemplo de la vida depravada de los grandes. Los clubs se multiplicaban en la capital inglesa, reuniéndose en las trastiendas de cada establecimiento varias veces por semana.

Lógico encontraríamos que se aprovechase aquel avance considerable que para el progreso humano representaban los descubrimientos del sabio británico transformando con las matemáticas todas las ciencias físicas y dando al mundo la ley de la gravitación universal de los cuerpos. Lo que nadie puede explicarse es que, amparados en el prestigio de la ciencia, se introdujesen en Europa los vicios y las taras de aquella sociedad corrompida.

La apostasía de la fe católica forzosamente habla de traer graves consecuencias para la suerte del cristianismo en Europa. Las logias que tenían sus asambleas en los cabarets de A l'oie y et aut grill, A la couronne, Aut pommier y Aut Grand Verre et a la grapp de Raccine se funden en 24 de junio de 1717 para constituir la Gran Logia de Inglaterra, que en quince años se había de convertir en el centro de la masonería inglesa y europea.

La antigua corporación de masones había gozado en las Islas Británicas, en los siglos anteriores, de gran prestigio; constituía en su origen un sindicato profesional, una hermandad como muchas de las existentes en Europa en la Edad Media. La falta de arquitectos era sustituida por una técnica y práctica profesional guardada en las corporaciones con sus planos secretos, que habían venido de Oriente a través de los países de Europa. Los masones conservaban esos secretos celosamente y los guardaban con juramento, dando a la hermandad un carácter religioso y mítico.

Al venir, con el Renacimiento, la decadencia del arte gótico y no construirse ya las grandes catedrales de otras épocas, las sociedades secretas de albañiles y constructores se convirtieron en puntos de reunión de conspiradores y desplazados. La masonería va a cobijar desde ahora a cuantos se enfrentasen por una causa u otra con la rigidez moral de la sociedad de entonces. Muere la masonería profesional, para dar paso a la filosófica.

La masonería no sólo no ha de encontrar enfrente resistencia religiosa ante el error, sino que recibe todo el apoyo del protestantismo. No en vano el blanco de sus pasiones lo constituyen desde el principio la Iglesia de Roma y las Monarquías católicas europeas. El clero inglés entró en masa en la masonería, que aporta nuevos elementos racionalistas a la decadente vida religiosa de Inglaterra. La intimidad en que viven desde entonces la Iglesia reformada y las logias establece una confusión, ofreciendo a la masonería una influencia decisiva sobre los países.

Pastores protestantes, comerciantes y nobles hugonotes que huyendo de Francia buscan en Inglaterra asilo, así como realistas y partidarios ingleses de la Casa de Stuard refugiados en Francia, forman una sociedad internacional que nutre las logias y los clubs de intelectuales y de conspiradores.

En el primer cuarto del siglo XVIII lo inglés está de moda en Francia, donde Voltaire es el niño mimado de los salones y por encima de las guerras y de las veleidades predomina el lazo de los masones intelectuales.

El nombre de Isaac Newton fue bandera esgrimida por las logias para su propaganda. Sin embargo, Isaac Newton fue un creyente, que terminado el primer periodo de su vida, de sus grandes descubrimientos matemáticos y físicos, se interesó por las cuestiones religiosas, consagrando largas horas de su vida a su comentario sobre el Apocalipsis y los Profetas. Newton, que es un hombre de ciencia, pero no un sectario, se apercibe pronto de la impotencia de la Iglesia protestante, atomizada, para contener las pasiones de los hombres y frenar sus instintos, pero como protestante, así como sus íntimos, participaba del odio de sus compatriotas contra el Papado y la Iglesia Católica.

El papel que la Iglesia había desempeñado en la Edad Media en la sociedad pretende desde entonces ocuparlo la masonería. El vendaval nacido en Inglaterra penetra en nuestra nación por sus puertos y gobernantes, y las Marinas de guerra y mercante, con los Consulados ingleses, van a extenderla en lo sucesivo por toda América.

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