» Actualidad » Masonería » Masonería (por Jakim Boor)
La masoneria, contra el Ejército
5 de noviembre de 1950
Al analizar la influencia nefasta de la masonería en los acontecimientos del siglo XIX, sale a la luz con graves caracteres la corrupción masónica entre los institutos armados. Si nefasta y destructora se nos presenta la masonería cuando la observamos desde los ángulos religioso y político, alcanza todavía mayor gravedad si lo hacemos desde el plano de los ejércitos, donde el culto a la Patria ocupa el primer puesto; el honor es espejo en que el militar debe mirarse; la justicia, la base inequívoca de su disciplina, y el renunciamiento y la abnegación, el campo en el que el deber se sirve. La masonería no cabe, desde luego, en este lugar.
Hemos visto a la masonería servir sus designios, no sólo por encima de las conveniencias patrias, sino trabajar directamente contra esos intereses; por eso, para nosotros, mancilla el juramento que prestó a su nación el militar que se afilia en las logias masónicas y, con la entrega de su libre albedrío, subordina el cumplimiento de sus deberes y juramentos con la Patria a cuanto la masonería le impone.
¡Cuántas íntimas tragedias han referido distinguidísimos militares sobre otros compañeros que en su inexperta juventud habían caído en las redes que las logias masónicas les tendieron! ¡Qué amargura no habrán sentido muchos de aquellos insignes generales que en el siglo pasado se vieron al final de sus vidas obligados a servir los dictados de las logias contra su conciencia o contra los intereses patrios, y, si rebelados contra ellas, fueron sentenciados a caer bajo el plomo criminal de la venganza! ¡Cuántas facilidades para entrar, sobre todo si el aspirante es persona de pro, y qué pocas para salir!
Si la milicia es una institución de hombres de honor, no podrá presentarse nada más opuesto a las leyes generales de ese honor que la masonería: ni los fines que la masonería persigue de apoderarse por medios secretos e hipócritas del Poder; ni los procedimientos que emplea para lograrlo, sin reparar en los medios; ni el sacrificio de todo principio moral cuando así conviene a su interés, puede ser más opuesto a aquella práctica del honor, que ha de ser claridad, nobleza, lealtad e hidalguía, prendas éstas que jamás se encuentran en la masonería, ni siquiera en ese ropaje de la literatura masónica con que intenta cubrirse.
Si a la disciplina contemplamos, nada más monstruoso en ese orden que la subversión de grados a que la obediencia masónica fuerza a los militares. La subversión de grados en el Ejército y la Marina ha sido uno de los procedimientos que la masonería empleó para minar la disciplina de los Cuerpos militares. Bajo la desdichada República que a los españoles nos tocó sufrir, y en que salieron a la luz tantos malos humores, se presentó frecuentemente el caso de ver a altas jerarquías militares tomar en las logias asiento bajo la presidencia de un maestro masón subalterno de su oficina. ¿Puede haber algo más contrario a la jerarquización, a la dignidad y al honor militares que estas denigrantes realidades que los Ejércitos suelen vivir cuando la desmoralización masónica penetra en sus filas?
Mas en este terreno de la disciplina la masonería nos ofrece una faceta más: la de la protección y el apoyo obligados entre los hermanos masones sobre cualquiera otra consideración, y, así, el verdadero mérito se posterga y la equidad y la justicia salen harto malparadas. Siendo el mérito y la elevación por él la base para el progreso en las instituciones armadas, no puede haber nada más desmoralizador para ellas que la presencia de masones en los puestos superiores del mando.
Si estas consideraciones no fuesen bastantes, podemos añadir que la casi totalidad de las desdichas que el Ejército y la Marina españoles sufrieron en el transcurso del último siglo caen en la cuenta de la masonería. Nos basta trasladarnos al ambiente de aquel siglo desgraciado, en que desde el ingreso en el Cuerpo de oficiales hasta el generalato todo se alcanzaba por gracia real, que los ministros masones administraban, para comprender mejor la facilidad con que la masonería pudo corromper los institutos militares, arrojando desdichas y más desdichas sobre nuestra Patria.
No es posible concebir los Ejércitos sin arraigadas virtudes e ideales en sus corporaciones de oficiales, y la masonería mata unos y otros. Para la suprema prueba de entregar la vida son necesarios la fe y los altos ideales; si aquélla se niega y destruye, si todo se acabase en este mundo materialista, sería necio y estúpido no hurtarse a los azares y los zarpazos de la guerra. Esta es la clave de toda esa cobardía ambiente que en Europa se respira.
Por ser la masonería tan contraria a los buenos principios militares, los Cuerpos de oficiales la rechazan, y cuando, contra su voluntad, por ambiente y protección exterior, anida en ellos, tiene que hacerlo vergonzante, en la clandestinidad y bajo la mirada airada y recelosa con que los buenos militares observan a estos eternos aspirantes al favor.
Del director
- Islandia: primer país sin nacimientos Síndrome de Down, el 100% son abortados
- 9 cosas que conviene saber sobre el Miércoles de Ceniza
- Juan Claudio Sanahuja, in memoriam
- Trumpazo: la mayoría de los católicos USA votaron por Trump (7 puntos de diferencia)
- Mons. Chaput recuerda y reitera en su diócesis la necesidad de vivir la castidad a los divorciados que se acerquen a la Confesión y la Eucaristía
- Cardenal Sarah, prefecto para el Culto Divino, sugiere celebrar cara a Dios a partir de Adviento
- Medjugorje: Administrador Apostólico Especial. Por ahora no parece.
- Turbas chavistas vejan y humillan a seminaristas menores