» Historia de la Iglesia » Padres de la Iglesia » Patrología (II): La edad de oro de la literatura patrística griega » 2. Los Fundadores del Monaquismo Egipcio
Macario El Egipcio
Aunque se considera a Ammón, contemporáneo de San Antonio, como el fundador de la famosa colonia monástica de Escete, su héroe espiritual fue Macario el Egipcio, apellidado también el Viejo o el Grande. Paladio (Hist. Laus. 17), Rufino (Hist. monach. 28) y los Apophthegmata dan fe del puesto importante que ocupa en la historia del monaquismo egipcio. Nació hacia el año 300 en una aldea del Egipto Superior. A la edad de treinta años se retiró al desierto de Escete, donde vivió sesenta años como ermitaño. Se vio muy pronto rodeado de discípulos. Por razón de su raro juicio y discernimiento, sus hermanos le llamaban ?el joven viejo? (παιδαριογέρων), como nos informa Paladio (ibid.). Sus rápidos progresos en la virtud y su buen ejemplo le granjearon la confianza de muchas almas. Cuando contaba cuarenta años, recibió la gracia de curaciones y de anunciar el futuro. Paladio y las demás fuentes hablan de sus milagros con gran admiración. Entonces le consideraron digno del sacerdocio y se hizo famoso por sus sermones e instrucciones. Por su fogosa elocuencia fue invitado repetidas veces a hablar a los anacoretas de las montañas de Nitria. Visitó varias veces a San Antonig, Padre de los monjes. A una edad avanzada fue desterrado a una isla del Nilo por el obispo arriano Lucio de Alejandría, que se creyó autorizado a hacerlo por un edicto del emperador Valente. Volvió pronto a su desierto y murió poco antes del año 390.
Escritos Atribuidos a Macario.
Ni Paladio ni Rufino conocen ninguna obra literaria de Macario el Egipcio. Sin embargo, manuscritos relativamente recientes le atribuyen bastantes escritos: sentencias, cartas, oraciones, homilías y tratados.
1. Homilías espirituales (Όμιλίαι πνευματικαί)
La fama que tiene nuestro Egipcio la ganó gracias a una colección de cincuenta Homilías espirituales, que le fueron atribuidas pocas generaciones después de su muerte y que se conservan en gran número de manuscritos. El que primero las publicó bajo el nombre de Macario fue Johannes Picus en 1559, quien las hizo acompañar de una traducción latina; su edición se basaba en manuscritos de París (Paris, gr. 587 s.XVI y 1157 s.XIII). La mejoró H. J. Floss a base de un códice de Berlín (Cod. Berol. gr. 16 s.XII-XIII). Es ésta la que reproduce Migne (PG 34,449-822). En 1918, G. L. Marriot publicó siete homilías más, que había descubierto en un manuscrito de Oxford.
Estas homilías dan derecho a su autor a un puesto preeminente en la historia del misticismo cristiano antiguo. Los místicos modernos han encontrado en ellas una fuente de inspiración. Por ejemplo, John Arndt, autor del De vero Cristianismo (1708), las sabía todas de memoria, y Gottfried Arnold las tradujo ya al alemán en 1696. En fin, publicó también una traducción inglesa de veintidós de ellas John Wesley, fundador de los metodistas, cuyos himnos acusan la influencia de estos sermones.
El problema de su paternidad ha provocado una larga serie de investigaciones. Queda excluido Macario el Egipcio. a quien O. Bardenhewer (vol.2 p.89) seguía todavía inclinado a atribuir las homilías. El primero que descubrió en ellas indicios de mesalianismo fue dom L. Villecourt. Los mesalianos, cuyo nombre deriva del siríaco mesallein, ευχίται, ?orantes,? surgieron, en la segunda mitad del siglo IV, en Edesa y en las regiones vecinas de Mesopotamia; fueron condenados el año 431 en el concilio de Efeso; algunas proposiciones sacadas de su obra más representativa, el Libro ascético o Asketikon, fueron censuradas como ?blasfemas y heréticas.? La lista de estas proposiciones ha llegado a nosotros gracias a Timoteo, presbítero constantinopolitano (De receptione haereticorum: PG 86,1. 45-52) y a Juan Damasceno (De haeresibus liber 80: PG 94, 1,728-737). Este último dice expresamente que su versión, que consta de dieciocho sentencias, la tomó del mismo Asketikon. Ahora bien, en las homilías hay huellas de todas las proposiciones, a excepción de la 14 y 15. En algunos casos hay coincidencia literal, como, por ejemplo, entre la proposición 18 y homilía 8,3. Se vio, pues, sobre todo después de las investigaciones de H. Dörries, que el anatema del concilio de Efeso no consiguió eliminar el Libro ascético de los mesalianos. Se suavizaron sus particularismos, se corrigieren sus errores y. bajo la protección de un nombre grande, la obra se salvó como homilías de Macario el Egipcio, atribución que se hizo ya el año 534, fecha del Ms. add. 12175 del British Museum. Gracias a la fama de Macario y al carácter refinado del misticismo de estos sermones, se les consideró irreprensibles y alcanzaron una aprobación universal. El descubrimiento de Villecourt pareció arrojar una luz enteramente nueva sobre el problema de su paternidad y fue aceptada por A. Wilmart, A. Jülicher G. L. Marriott.
Sin embargo, el problema sobre el verdadero autor de estos escritos seguía en pie. No se podía dar una respuesta a la difícil cuestión sin estudiar antes cuidadosamente los manuscritos, sobre todo después que Villecourt llamó la atención sobre la existencia de una versión árabe en unos manuscritos del Vaticano, y Marriot, por su parte, indicó que algunos códices siríacos del British Museum atribuían a Macario otras piezas, además de las conocidas homilías. W. Strothmann estudió concienzudamente la traducción árabe. Se hicieron nuevos progresos gracias a los excelentes estudios de H. Dörries, quien descubrió en un manuscrito de Moscú (Cod. Mosqu. 177 320/ CCCVII) las mismas 57 homilías del manuscrito de Oxford, pero en un texto más antiguo. Otro códice de Moscú (Cod. Mosqu. 178 319/CCCVI = Codex simul 61 de la Staalsbibliothek de Berlín) contiene 24 sermones, diferentes casi en su totalidad. Un manuscrito griego del Vaticano (Cod. Vat. gr. 710) contiene 27, y otro árabe, 26. El más extenso de todos es el manuscrito griego Cod. Vat. Gr. 694, con 64 logoi. En las ediciones impresas no se encuentra ni siquiera la mitad de todos estos sermones. En algunos casos, a las homilías se añaden breves oraciones y preguntas. Las distintas colecciones ofrecen una mezcla extraña y gran confusión de materiales. A pesar de ello, H. Dörries logró poner cierto orden y fue capaz de reconstruir la forma original más probable, tanto del mismo Asketikon, es decir, del Libro ascético de los mesalianos, condenado en Efeso, como de las dos adiciones que se le hicieron. De estos herejes, Teodoreto (Hist. eccl. 4,10,2) dice lo siguiente:
Hacia la misma época surgió la herejía de los mesalianos. Los que traducen su nombre al griego los llaman euquitas. Llevan, además, otro nombre impuesto por las circunstancias. Se les llama entusiastas, porque creen ser indicaciones de la presencia del Espíritu Santo las influencias que reciben de algún demonio. Los que están completamente influenciados por esta enfermedad rehuyen todo trabajo manual como un vicio; se abandonan al sueño y afirman que las visiones de sus sueños son profecías. Los jefes de esta secta fueron los siguientes: Dadoes, Sabas, Adelfio, Hermes, Simeón y otros después de éstos.
Dörries cree que el autor de los escritos atribuidos a Macario fue Simeón, el último de la lista. Era oriundo de Mesopotamia, como lo sabemos por otras fuentes; además, por varias afirmaciones contenidas en la obra se ve claro que el autor vivió en la Mesopotamia Superior. Se alude repetidas veces a una guerra entre romanos y persas, lo cual indica que el autor vivía en la frontera de los dos Imperios. A mayor abundamiento, el único río que se menciona es el Eufrates. Para la datación del Asketikon es importante saber que los mesalianos fueron condenados por vez primera a finales del siglo IV en el concilio de Side (390), que presidió el metropolitano de Iconium (cf. infra, p.311), y que en aquel sínodo no se hizo mención de ningún libro. En efecto, de lo que sabemos de esta antigua intervención eclesiástica parece deducirse que los mesalianos eran por aquella época completamente iliteratos, mientras que el concilio de Efeso (431) tuvo que dar su juicio sobre un libro escrito. Así, pues, el Libro ascético debió de componerse entre los años 390 y 431.
Sin embargo, un descubrimiento importante de W. Jaeger (cf. infra, p.287) ha venido a desafiar la hipótesis del origen mesaliano de las homilías. Si es uno mismo el autor de las homilías y el de la "Gran Carta" de Macario, entonces el origen mesaliano no es probable. Con todo, no es posible dar un juicio definitivo mientras no tengamos una edición crítica de los escritos de Macario. W. Jaeger (p.227) reconoce que "su origen sigue siendo un misterio," pero opina que se puede establecer la fecha del año 534 como el terminus ante quem.
2. Cartas
De las cartas que se atribuyen a Macario, cuatro se encuentran en Migne (PG 34,405-446). La primera no se da en su texto original griego, sino en una traducción latina. Existe, además, una colección de ocho epístolas en siríaco. La primera es la misma que la primera de Migne. Se titula Ad filios Dei; podría ser quizás la que menciona Genadio (De vir. ill. 10 como único escrito salido de la pluma de Macario:
Macario, el monje egipcio, se distinguió por sus milagros y virtudes; escribió una sola carta, que la dirigió a los más jóvenes de su profesión. En ella les enseña que puede servir perfectamente a Dios quien, conociendo su condición de criatura, se dedique a toda clase de trabajos y, luchando contra todo lo que es agradable en esta vida, implorando al mismo tiempo la ayuda de Dios y logrando también la pureza natural, obtenga la continencia, como un don merecido de la naturaleza.
A. Wimart preparó una edición crítica de esta primera carta. Su autenticidad no es segura en absoluto. El resto de la colección es decididamente espuria. La carta Signorum copia (PG 34,441-4) es un centón más reciente de textos de Nilo y de Efrén de Siria.
3. La Gran Carta
Ninguna de estas cartas ha llamado tanto la atención como la llamada "Gran Carta" de Macario, la Ep. 2 de la edición de Migne. J. Stiglmayr se dio cuenta de que la segunda parte corresponde a la segunda parte del tratado De instituto Christiano de Gregorio de Nisa (cf. infra, p.287). y H. Dörries, por su parte, observó que la primera parte está copiada de las Homilías espirituales, atribuidas a Macario. Stiglmary opinó que Pseudo-Macario tomó la segunda parte de su carta de Gregorio de Nisa. Villecourt, por el contrario, sostuvo que el tratado De instituto Christiano no es de Gregorio de Nisa, sino de un autor más reciente, y que éste utilizó como fuente a Ps.-Macario. W. Jaeger ha establecido recientemente de manera definitiva la autenticidad del De instituto Christiano; de ahí se sigue que la "Gran Carta" depende de aquel tratado, y no viceversa. Es más: si aceptamos la fecha de Jaeger para la obra de Gregorio, después de 390, todos los esfuerzos hechos hasta ahora para demostrar el mesalianismo de nuestro documento resultan abortivos. Siendo la "Gran Carta" el opúsculo teológico más extenso que ha llegado a nosotros con el nombre de Macario, y como los estudiosos, basándose en su contenido y estilo, han identificado a su autor con el de las homilías, se hace necesario plantear de nuevo toda la cuestión del origen mesaliano de estas últimas. Queda, sin embargo, la dificultad de que aún no se ha dado con el autor de la carta. No se puede pasar por alto la circunstancia de que las versiones árabes de las homilías y de la "Gran Carta" dan el nombre de Simeón, que aparece también en las traducciones eslavas de algunas otras obras de Macario. Si este Simeón no es el jefe de los mesalianos, queda el problema de determinar quién es. Por otra parte, habrá que explicar el hecho de que el tratado de Gregorio haya permanecido relativamente desconocido en comparación con la gran fama de que gozó la carta de Macario.
En la nueva edición de la carta preparada por W. Jaeger, el establecimiento del texto se ha hecho a base de tres manuscritos griegos (Codex Vaticanus Gr. 710 s.XII-XIII, Codex Vaticanus Gr. 694 s.XII-XIII, Codex Hierosolymitanus Gr. S. Saba 157 s. XI), de una versión árabe (que se encuentra en el Codex Vaticanus Arab. 70 y en el Codex Vaticanus Arab. 80) y de un resumen siríaco.
4. Tratados
Además de las homilías y cartas, hay siete opuscula sobre la vida la ascética, que los manuscritos atribuyen a Macario. Entre ellos están los dos tratados Sobre la perfección (PG 34,841-852) y Sobre la oración (PG 34,853-865). En realidad son sólo extractos de la "Gran Carta" y representan, como lo ha demostrado W. Jaeger, una fase más avanzada en el proceso de parafrasear el De instituto Christiano de Gregorio de Nisa. Entre el opúsculo Sobre la perfección y el Sobre la oración reproducen por completo el tratado, aquél la primera parte y éste la segunda. Sin embargo, el autor de este nuevo desarrollo y el que compuso la "Gran Carta" no pueden ser la misma persona.
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