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La jihad de los cortalenguas

"No te corto la garganta a condición de que te cortes la lengua". Es el mensaje implícito de la posición islámica que han adoptado ingenuamente no pocos occidentales, que se sitúan contra la condena a muerte de quien haya criticado al Islam o a Mahoma, pero al mismo tiempo han estigmatizado el pensamiento. Es un regalo envenenado a Occidente, que reza así: eres realmente culpable y mereces la pena capital, hoy te perdonamos tu pecado, así que has salvado la vida, con tal de que no lo vuelva a hacerlo nunca más. Tienes que dejar de ejercitar el legítimo derecho de la libertad de expresión, o sea de ser plenamente tú mismo.

Pues bien, aceptar esta "gracia", inspirada en el tribunal de la sharía, se traduce en la sumisión al albedrío ideológico de los extremistas islámicos que querrían inculcarnos, aquí en Occidente, el principio de autocensura preventiva con el fin de consolidar en todo el mundo la lógica de la prohibición absoluta de criticar al Islam o a Mahoma, o todo lo que no sea islámicamente correcto. La imagen que da de sí Occidente, desde el asunto del las viñetas al discurso del Papa en Ratisbona, es la de un coloso con los pies de barro, medroso y desorientado, ingenuo e inconsciente, que para escapar de la guillotina de Ben Laden acaba sobre la parrilla de los Hermanos Musulmanes, que alimenta al cocodrilo con la esperanza de ser comido el último. Un Occidente que se desenvuelve con torpeza en el acrobatismo político, autojustificandose y autoabsolviéndose detrás de la letal cortina de fuego de la equidistancia o equiproximidad entre la civilización y la barbarie, que acaba regateando y malvendiendo los valores sobre los que se fundamenta nuestra civilización.

¿No nos damos cuenta de que se está intentando sustituir la Jihad de los cortadores de gargantas, que ha traumatizado al mundo entero y divido a los musulmanes (por que son al mismo tiempo verdugos y víctimas principales), con la Jihad de los cortadores de lenguas, que ha unificado al conjunto de los musulmanes, por que todos son sumisos, o al menos todos temen el choque directo con una ideología totalitaria y liberticida, y luego se vienen ofreciendo a Occidente como un salvoconducto para redimir y gozar de una tregua armada? Pues bien, lo que no vemos, o nos hacemos la ilusión de no ver, es que entre la Jihad cortagargantas y la Jihad cortalenguas hay sólo una diferencia formal: ambas guerras santas islámicas apuntan a anonadar a la persona, primero directa y físicamente, después indirecta y psicológicamente. Es la diferencia que hay entre los Jihadistas y Ben Laden, que querían conquistar el poder decapitando a los enemigos, y los "gradualistas" como los Hermanos Musulmanes que persiguen la misma meta del Califato Islámico poniendo minas en los fundamentos del poder enemigo.

Hoy Occidente está de hecho rindiéndose a los extremistas islámicos, que a cambio del archivo de una condena en el tribunal de la sharía, exigen la renuncia definitiva a nuestra capacidad de criticar al Islam o a Mahoma, una opción que culminará de hecho con el archivo de nuestro legítimo derecho a la libertad de expresión.

He aquí el motivo por el que defiendo con toda el alma el derecho del Papa, Redeker, Theo van Gogh, Ayaan Hirsi Ali, Bernard Lewis, Daniel Pipes, pero también de Dante, Voltaire y Mozart, además de Wafaa Sultan, Ibn Warraq, Sayyid al Qimni, Lafif Lakhdar y Said El Eshmawi de criticar tanto al Islam como a Mahoma.

Hoy más que nunca. No podemos descontextualizar esta crítica y no comprender que se trata de una sana reacción al mal absoluto que es la ideología de la muerte física y psíquica que alimenta el terrorismo y el extremismo islámico. Si este Occidente relativista y blando se autocensurase para no decirle verdades inoportunas al totalitarismo islámico, reprimiendo la propia civilización para no chocar con los otros bárbaros, acabará desencadenando una reacción incontrolable, tal vez violenta, de todos aquellos que no quieren renunciar a la verdad y a la libertad. Ahora se ven síntomas preocupantes. Es evidente que Occidente está dividido y en conflicto interno, pero los extremistas islámicos no prevalecerán.