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La existencia pensante de Hannah Arendt
El catorce de octubre se cumplen cien años del nacimiento de Hannah Arendt, quien fue la primera mujer en dejar una impronta permanente en la historia del pensamiento político, y quizás de la filosofía a secas. Pensadora original, se planteó ante el mundo en un momento -la II Guerra Civil Europea- dramático como pocos, que ha pasado a ser el corazón simbólico del siglo XX. En Hannah Arendt, filosofía, política e historia se encuentran entrelazadas en una obra que ha llegado a ser señera del pasado siglo. Pero sobre todo, la importancia de la pensadora alemana radica en el planteamiento de una manera de concebir el fenómeno de la política que nos arroja al mismo centro de los problemas fundamentales de la sociedad de nuestro tiempo.
Nació en Hannover, el 14 de octubre de 1906, pero casualmente porque descendía del paisaje prusiano-oriental de los alemanes de Königsberg -por cierto, ciudad natal de Kant-, la Kaliningrado de la extinta URSS. Hannah Arendt descendía de una familia judío-rusa, desplazada hacia las zonas alemanas en los siglos XVIII y XIX, y es un ejemplo destacado del intelectual judío, que ha tenido un papel protagonista en la cultura moderna, aunque quizás tienda a declinar su protagonismo en el siglo XXI.
Hannah Arendt provenía de una burguesía hebrea enriquecida y culta; e inquieta en lo político. Ello no por su padre, sino por su madre, que tenía múltiples amistades dentro de círculos liberales y socialistas, tanto en Königsberg como en Berlín. Era gente proveniente del mundo socialdemócrata, no revolucionario, aunque claro está, las líneas no se separaban nítidamente en 1918. La filósofa judío-alemana era poco inclinada a las posiciones conservadoras y más próxima a las formas del 'espontaneísmo' de la experiencia revolucionaria de los Consejos, teorizada por Rosa Luxembourg.
El pensamiento de Hannah Arendt se originó en los años veinte, bajo la guía de pensadores excepcionales. Ya antes de acabar el bachillerato, a través de una amistad de la madre, pudo asistir a clases como alumna libre a la Universidad de Berlín, donde tiene la fortuna de tener como profesor a Romano Guardini. Entre 1924 y 1926, vivirá una de sus experiencias más completas e intelectualmente decisivas junto al «mago de la palabra», Martín Heidegger.
La relación con Heidegger -del que, por cierto, fue su amante- es importante para entender el pensamiento de Hannah Arendt. En primer lugar, porque Heidegger profundizó en ella la identificación con la ya considerable formación intelectual específicamente alemana, que incluía no sólo lo que podía ser llamado 'pensamiento alemán', sino también la literatura y poesía, y la tendencia a leer a los clásicos griegos con nuevas y modernas energías. La experiencia vital y la experiencia intelectual llegan a ser una sola. En segundo lugar, porque la misma relación de estudiante de Heidegger, apoyada siempre por su maestro, la abrió al contacto permanente con un grupo seleccionado de los grandes filósofos alemanes del siglo XX: Husserl (mediado por Heidegger), el teólogo Rudolf Butlmann, y, sobre todo, Karl Jaspers.
La pensadora política que es Arendt supone más que un complemento a la inspiración heideggeriana; intenta penetrar con categorías políticas a donde la posición del filósofo no puede alcanzar. En esta primera fase, para la joven pensadora fue clave su encuentro con Karl Jaspers -del que, por cierto, fue su amante fraternal, no erótico- y su modo de enfocar las cosas, a partir de 1926, cuando Hannah se traslada a Heidelberg. Tanto en su tesis doctoral, Der Liebensbegriff bei Augustin (El concepto de amor en Agustín), como en la biografía de una judía-alemana creadora de salón, Rahel Varnhagen, se encuentra este aspecto de distancia hacia Heidegger en lo que podría definirse como 'amor al mundo', como muy comúnmente se resume el corazón de la filosofía política arendtiana.
Finalmente, para tener en cuenta la formación de sus ideas políticas, Hannah Arendt estuvo desde joven bajo influencia de las ideas sionistas. Socialismo y sionismo parecían, para ella, confluir hacia un mismo mar. Había algo de altamente probable que Hannah se encontrara con el sionismo; en todo caso, el hombre que la entusiasmó en esta senda fue Kurt Blumenfield, el sionista más influyente en la Alemania de Weimar.
La subida de Hitler al poder el 30 de enero de 1933 cambió drásticamente el panorama, provocando que Hannah huyera a París, a través de Praga y Ginebra. Comenzará su dura vida de exiliada, con ayuda restringida de las organizaciones judías, y en la 'ciudad de la luz' conocerá a Brecht, a Arnold Zweig y a Walter Benjamin. También alternó con Raymond Aron, Alexandre Koyré, Jean Wahl y Alexandre Kojève. La conquista de Francia por las tropas alemanas hizo que Arendt, después de ser internada como 'extranjera enemiga' por el Gobierno de Vichy, huyera milagrosamente a EE. UU. en mayo de 1941.
En los Estados Unidos -donde, por cierto, era una apátrida con 25 dólares al arribar-- Hannah pudo encontrar trabajo gracias a sus contactos, pero ayudada por su gran capacidad intelectual. Aprendió inglés a punta de voluntad y esfuerzo, y comenzó a leer ávidamente historia y teoría política norteamericanas, hasta llegar a ser una de sus ilustres comentadoras. Inició su vida en los EE. UU. , integrándose al mundo intelectual neoyorquino, caracterizado por su impronta 'liberal' de izquierda, y vinculándose con la discusión y el debate intelectual que acompañó al nacimiento del Estado de Israel.
Por último, está su relación con el mundo académico estadounidense, en el que llegaría a ser un prototipo de la profesora universitaria. Primero, estaba la New School for Social Research, la derivación de la 'Escuela de Frankfurt', y luego la Universidad de Columbia, después de la publicación de Los Orígenes del Totalitarismo, que consolidó su presencia acedémica. Hasta el final de su vida, Hannah Arendt fue no solamente pensadora, sino que profesora de vocación, muy dedicada a sus alumnos.
Hannah Arendt causó perplejidad en izquierda y derecha. En muchos sentidos, se alineó con políticas de izquierda, y está ese toque más que central de su obra, de la 'creación' política que podría emerger de un acto revolucionario. Fue 'liberal' (en inglés), es decir de 'izquierda', en cuestiones políticas norteamericanas. Después de la Guerra Fría, la izquierda "liberal" post-marxista, y aun alguna derecha conservadora, han tomado sus ideas para levantar una suerte de persuasión política 'republicana', que se distinguiera de lo que profusa pero ambiguamente se llama 'neoliberalismo'.
En definitiva, el devenir de Hannah Arendt fue el de una existencia "pensante", insuflada de un sentimiento de gratitud siempre fiel a la realidad de las cosas. Una vida densa no solo de estudio y de lecturas, sino de encuentros, de lugares o de amores. Creemos que su pensamiento es una respuesta a las incertidumbres públicas de nuestro tiempo y que, en un mundo como el nuestro donde el egoísmo y la corrupción son tan evidentes, bien vendría seguir a Arendt y asumir la 'fe' en nuestra libertad.
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