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Los católicos en la vida pública
Quieren hacernos creer que democracia es igual a laicismo, y relegan a los católicos a la extrema derecha
Algo pasa con los católicos, ¿por qué su presencia y actuación en la vida pública es objeto de reflexión y constituye para muchos un problema o una cuestión polémica? La respuesta es compleja.
- En España vivimos tiempos de bastante confusión intelectual. Hay pocos estudios serios de la situación, no tenemos grandes intelectuales en las tareas de cada día, en nuestra opinión pública hay mucha pasión, fuerte voluntarismo y demasiada manipulación.
- Muchos católicos viven todavía en una grave inhibición. No se ven reflejados en ninguna de las actuaciones operantes, se sienten desconcertados. Se ha extendido la impresión de que la intervención de los católicos en política significa volver a la confesionalidad. Y confesionalidad suena a procedimientos dictatoriales.
- Por falta de experiencia y de preparación, los católicos no saben cómo situarse en la democracia.
Entre los no católicos es frecuente la idea de que la democracia tiene que apoyarse en una filosofía relativista, por lo que la presencia de los católicos militantes no es bien recibida, y en el fondo consideran que la fe cristiana es incompatible con la vida democrática. Quieren hacernos creer que democracia es igual a laicismo, y relegan a los católicos a la extrema derecha, a las afueras de la democracia.
Nuestra Iglesia no estará cumpliendo suficientemente su misión en la sociedad española mientras no haya un buen número de católicos que estén presentes y actuantes en el tejido de las instituciones sociales y políticas. No me refiero a cualquier presencia. Están, pero no es tan claro que actúen en cuanto tales. ¿Pueden los católicos intervenir en la vida pública de una sociedad democrática, no confesional, tratando de influir en ella según la inspiración de sus convicciones religiosas y morales?
Para responder tenemos que proceder de una manera concreta y realista. ¿Qué son los católicos? Somos ciudadanos como los demás. Tenemos las mismas capacidades y las mismas necesidades que los demás. Los mismos derechos y las mismas obligaciones. Dentro de la sociedad democrática formamos un grupo humano, grande o pequeño, que tiene derecho y obligación de contribuir, como los demás, al bien de la sociedad, no imponiendo sino ofreciendo, difundiendo lo que cree que es bueno para todos. Y somos un grupo que tiene también derecho a defender sus legítimos intereses mediante el ejercicio del voto.
La fe cristiana, iluminando la condición humana como criaturas de Dios destinados a la vida eterna, clarifica y fortalece muchos elementos de la antropología y de la ética racional, que fundamentan una acción política. Y entendemos la no confesionalidad de una manera abierta y pluralista.
Los no católicos no tienen que temer la fuerza de un bloque católico, dirigido desde bambalinas por la jerarquía, que bloquee la libertad e impida el natural pluralismo y la verdadera diferenciación de la sociedad. Los católicos intervienen y actúan en política bajo su propia responsabilidad. Nadie puede arrogarse la representación de la comunidad católica en cuanto tal. Tampoco la Iglesia admite que una determinada ideología política o un determinado partido se arrogue el monopolio de la participación de los católicos en política.
EN suma, la fe no es ni debe convertirse en un programa de acción política. Podemos decir que hay una política cristiana, como hay una política socialista o liberal, con unas determinadas características, el personalismo, el respeto a los derechos humanos, el apoyo al matrimonio y la familia, la defensa de la libertad religiosa de todos, católicos y no católicos, creyentes y no creyentes, apertura a las políticas de promoción, colaboración, y globalización, el respeto a la naturaleza y la atención a los más débiles.
Pero no se puede decir que haya o que tenga que haber un partido cristiano en el sentido de representar de manera completa y exclusiva la participación de los católicos en la política. Pues todos esos objetivos o cualidades comunes de todos los cristianos en política se podrán interpretar de diferente manera en el orden de la práctica y podrán ser compartidos por otras personas no cristianas. En cualquier caso, la política cristiana, o mejor dicho quizás, la presencia y la acción de los cristianos en la política no puede entenderse como un deseo de agrupar a los católicos en defensa de sus propios intereses, al margen de los intereses comunes de la sociedad, sino como un deseo de movilizar a los cristianos para que sirvan fielmente al bien común de todos, cristianos y no cristianos. Y es muy importante afirmar que la irreligión, el agnosticismo, el relativismo, no son un postulado necesario para la democracia, ni mejora la condición del hombre. Más bien, la negación o el olvido de Dios debilita el respeto de la vida humana y el esfuerzo por la creciente dignificación de la vida y de la convivencia.
Mucho menos se puede confundir un régimen de libertades con una política sin referencias morales. Sin un bagaje moral no puede haber vida democrática.
Del director
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