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Violencia hacia la mujer

El próximo 25 de noviembre ha sido señalado como Día Internacional contra la violencia hacia las mujeres. Plenamente de acuerdo en que, al menos un día, se reflexione sobre la lacra que representa la violencia contra las mujeres. Esta violencia contra la mujer ha sido definida por los Organismos internacionales como todo acto violento basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

Pero si la definición es aceptable, no es admisible la interpretación que de la misma hacen la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y su Protocolo Facultativo (CEDAW) y las Recomendaciones generales del Comité del CEDAW; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo Facultativo; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; etc. ya que el derecho al disfrute por parte de la mujer del más alto nivel posible de salud propugnado por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, entre otras cosas, exige el aborto sin restricciones, ya que el embarazo no deseado es una de las causas que dicen atentan contra su salud psíquica. Recordemos que el 97,6% de los abortos practicados en España tiene como causa el daño para la salud psíquica de la madre.

Las recomendaciones del Secretario General de la ONU van encaminadas en la misma dirección a que los Estados eliminen toda norma legal o injerencia social o familiar que impida el aborto o la libre esterilización para garantizar la libertad sexual y reproductiva de la mujer.

Luchar contra la violencia hacia las mujeres nos parece necesario para impedir los malos tratos, el acoso sexual, el proxenetismo y la prostitución presentes en nuestro ámbito. También nos parece necesario para evitar, por ejemplo, la mutilación genital, la imposición familiar del cónyuge o los castigos inhumanos como la lapidación, en el ámbito musulmán. Hay que luchar contra la situación de la mujer en China donde las niñas, no los niños, se entregan en adopción a parejas de otros países y tantas otras situaciones absolutamente rechazables.

Pero querer imponer en nombre de los derechos de la mujer el aborto sin restricciones me parece inaceptable. Cierto que el embarazo afecta a las mujeres y no a los hombres, por eso la sexualidad siempre ha tratado de encuadrarse dentro de la institución familiar asignando derechos y deberes a la pareja. Pretender que exista una libertad sexual omnímoda e irresponsable y que si ello da origen a una nueva vida ésta puede ser eliminada, no es avanzar hacia un mundo más humano sino hacia un futuro inquietante.