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Tabaco

Se ha aprobado recientemente por el Ministerio de Sanidad y Consumo una campaña informativa que advertirá al fumador en las mismas cajetillas de los efectos reales del tabaco a través de frases tan significativas como "Fumar mata", "Fumar provoca cáncer", y además a través de la reproducción de fotografías de personas agonizando de enfermedades relacionadas con el tabaco, fotos de cáncer de laringe, tumores, … todo lo cual se enmarca dentro de la campaña que el Ministerio de Sanidad ha aprobado para dar cumplimiento a una Directiva de la Unión Europea que obliga a los Estados miembros a adoptar las medidas necesarias para contrarrestar los efectos de la adicción al tabaco, teniendo en cuenta que, sólo en España, mueren más de 46.000 personas al año a causa del tabaco. De ahí que la Sanidad Pública destine fondos a esta campaña, ya que es su obligación velar por la salud física y psíquica de los ciudadanos. Sin embargo, no deja de sorprender que la Sanidad Pública realice este esfuerzo divulgativo para prevenir enfermedades mortales, y en el caso de los abortos se adopte una actitud cuanto menos permisiva y en ningún caso equiparable a las campañas del tabaco señaladas.

Así, según los datos estadísticos proporcionados en la memoria de la apertura del Año Judicial que informa sobre la delincuencia en España, se practicaron 70.000 abortos legales, y de éstos, sólo se registraron 75 delitos de aborto. Además, los abortos en la Sanidad Pública crecen un 5% cada año desde 1999. El 99% de los abortos realizados son debidos al supuesto de peligro para la salud física o psíquica de la madre. Todos los medios que se adopten para salvaguardar la vida y el bienestar de los ciudadanos nos parece positivo. Al igual que se hace para prevenir la muerte y el inmenso gasto sanitario motivado por el tabaco, habría que realizar campañas para prevenir y salvar vidas humanas indefensas, como es el caso del aborto, ya que en cifras absolutas casi se duplican las muertes a causa del tabaco. Teniendo en cuenta que, con independencia de cualquier consideración ética sobre el derecho a la vida del no nacido, está comprobado a través de numerosos estudios e investigaciones científicas que abortar es un hecho difícil de superar que provoca crisis de angustia, ansiedad, depresión, insomnio e inestabilidad emocional, efectos que la mayoría de las jóvenes madres que abortan desconocían antes de solicitar que se les practicara, teniendo que ser tratadas la mayoría de ellas después por psicólogos y psiquiatras. En definitiva, parece que el riesgo psíquico para la salud de la madre se produce más bien después de abortar que antes. Por tanto, ¿no sería recomendable adoptar una campaña similar a la del tabaco que informe en los centros de salud a todas las mujeres de los efectos reales del aborto sobre su salud mental y bienestar emocional? ¿No se podría llevar a cabo una campaña para evitar la muerte de miles de seres indefensos y ofrecer alternativas positivas para las madres embarazadas, como puede ser la adopción y ayudas económicas? Tendríamos que tener una sensibilidad más solidaria en la defensa de los más débiles y desprotegidos. Y qué duda cabe que una política orientada a ayudar a las madres con problemas económicos, psicológicos y sociales, solucionaría en gran medida las alarmantes cifras de abortos.