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18-J, la familia sí importa
El Gobierno de Rodríguez Zapatero ha recibido en lo que va de mes, varias reprimendas sociales. La primera, en una multitudinaria manifestación de cientos de miles de ciudadanos de toda España, cerca al millón de personas, convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que abarrotaron el centro de Madrid el pasado 4 de junio, por su errática política antiterrorista, por pretender el diálogo con la banda terrorista ETA. La segunda, ha sido este pasado fin de semana en Salamanca, en la manifestación del 11-J, que ha congregado alrededor de cien mil personas, que mostraron su rechazo al proyecto del Gobierno de trocear el Archivo Histórico de la Guerra Civil. Y la tercera, será este próximo sábado en Madrid, 18-J, de Cibeles a Sol, a las 18 horas, convocada por el Foro de la Familia, al que se le han unido distintas asociaciones de la familia y colectivos sociales, bajo el lema: "la familia sí importa", "por el derecho a una madre y a un padre".
La ley por la que el Gobierno pretende equiparar las uniones de personas del mismo sexo con el matrimonio, permitiendo la adopción conjunta, es un grave atentado contra los fundamentos de la familia. Esta ley supone un experimento social que nunca antes se había intentado. Ninguna civilización ha implantado el matrimonio homosexual. Incluso sociedades que permitían la homosexualidad e incluso la fomentaban en ciertas edades y clases sociales, como los griegos antiguos, entendían claramente el matrimonio como la unión estable entre un hombre y una mujer abiertos a tener hijos. Una cosa eran las prácticas homosexuales de los ciudadanos y otra muy distinta la familia y la generación y educación de los hijos. La homosexualidad ha adoptado muchas formas en distintas sociedades, pero nunca se le ha relacionado con el matrimonio. Experimentar con el modelo social es irresponsable y peligroso, sin embargo muchos defienden esa experimentación por razones ideológicas de rechazo a la familia y no por razones científicas y ni siquiera de demanda social.
La vicepresidenta primera del Gobierno después del Consejo de Ministros de la semana pasada, justificaba la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo porque: "es una ley a favor de los ciudadanos, que reconoce derechos a quien no los tiene y no interfiere en la vida de quien no vaya a ejercer ese derecho", además de que: "la mayoría de la sociedad está a favor". En el fondo se está planteando la tan manida discriminación de los homosexuales. Hay que señalar las injusticias y vejaciones que han sufrido los homosexuales a lo largo de la historia, que en definitiva son agravios a la dignidad humana, que deben ser definitivamente proscritos. Dicho esto, hay que afirmar que las parejas homosexuales no pueden equipararse a los matrimonios, y tampoco en lo que se refiere a la posibilidad de la adopción, porque se trata de dos situaciones esencialmente distintas. Y también hay que sostener que nada hay en esta posición de agravio a la dignidad de los homosexuales ni al ejercicio de sus derechos. En consecuencia, tratar de manera igual lo que es desigual, es una forma de la injusticia. Para evitar abusos contra o entre homosexuales o el desamparo legal, no hace falta aprobar el matrimonio homosexual. Existen otras muchas figuras jurídicas como las uniones civiles, bien distintas al matrimonio que protegerían los derechos de herencia, transmisión de bienes, seguridad social, etc. El planteamiento aparentemente inocente de que no hace daño a nadie ampliar el concepto jurídico del matrimonio, incluyendo a personas del mismo sexo, es sencillamente erróneo y falso. Precisamente la discriminación se produce cuando se legaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo, con respecto a lo que solo puede llamarse matrimonio. Muchas personas como acabamos de ver piensan que no les afecta en nada que los homosexuales se casen. Pues bien legalizar el matrimonio gay debilita al matrimonio heterosexual, igual que la moneda falsa debilita la moneda verdadera. Equiparar lo que no es equiparable, ampliar el concepto jurídico a realidades absolutamente diferentes pervierte y deforma el verdadero matrimonio. Hay que respetar a todos, pero también hay que pedir respeto. No se puede ceder al derecho de las minorías que quieren ser más iguales que los demás. Porque ahora quienes no tienen derecho a ser diferentes son los matrimonios de hombre y mujer. Quienes defendemos el matrimonio natural y genuino, no somos unos desaprensivos ni discriminamos a nadie. Al contrario, protegemos los derechos de algo distinto, como es el pacto conyugal de hombre y mujer. Quienes defienden los parques naturales, quieren preservar la naturaleza tal y como es. Quiénes defienden las denominaciones de origen, protegen los productos tradicionales. Con mayor razón quiénes defendemos el matrimonio natural y genuino prestamos un gran servicio a nuestra sociedad. Legalizar el matrimonio homosexual establece un agravio comparativo con personas que viven juntas sin relaciones sexuales. Dos ancianas que viven juntas, o tres hermanos en una casa, cuatro amigos en un piso de estudiantes, o un equipo de fútbito. La ley llega a ser tan absurda que siguiendo esa misma tónica, los polígamos han solicitado la aprobación de una poligamia bisexual.
El objetivo del movimiento gay preconizando esta ley con el amparo y aquiescencia del radical gobierno socialista, no se queda solo en aprobar el matrimonio de los homosexuales, porque la realidad es que muy pocos se casan, sino destruir el matrimonio heterosexual. El pensamiento del homosexualismo político viene perfectamente recogido por un activista homosexual Michael Signorile, que en la revista Crisis Magazine, de 8 de enero de 2004 desentraña sus verdadera filosofía: "Luchar por el matrimonio del mismo sexo y sus beneficios y entonces, una vez garantizado, redefinir la institución del matrimonio completamente, pedir el derecho de casarse no como una forma de adherirse a los códigos morales de la sociedad sino de desbancar un mito y alterar una institución arcaica (...) La acción más subversiva que pueden emprender los gays y lesbianas (...) es transformar por completo la noción de familia". Quieren llegar a que todas las familias sean como las suyas, para lo cual la clave es desmontar conceptos arcaicos y caducos como fidelidad, monogamia, compromiso, fecundidad, paternidad, maternidad, etc.
Hay gente que ven bien que los gays se casen pero no que adopten niños. Es un error pensar que se va a legalizar el matrimonio sin la adopción, ya que nuestro derecho permite que una vez casados dos personas podrán adoptar. Esta ley dificultará la adopción de niños a parejas heterosexuales que quieran adoptar niños por ejemplo de China, Rusia y otros países, que prohíben dar niños en adopción en donde los homosexuales adopten. En cualquier caso, los estudios científicos que se han aportado en estos días en el Senado apuntan a que dos personas del mismo sexo no son las personas idóneas para cría y educación de los niños, que carecerían del referente bien paterno o materno según el caso. La palabra "matrimonio" viene del latín, matri munus, que significa literalmente el "oficio de la madre". Este oficio consiste en engendrar en su seno, dar a luz y criar nuevos ciudadanos. Esta es la clave del derecho matrimonial y evidentemente no tiene nada que ver con las uniones homosexuales. Desde tiempo inmemorial, el derecho matrimonial trata de garantizar que los nuevos ciudadanos nazcan en condiciones dignas y estén calaras las responsabilidades para su cuidado, alimentación y educación. Encauza fuertes resortes naturales y con eso, protege el futuro de todos. Por eso mismo, el matrimonio natural no es una cuestión privada entre dos personas cualesquiera, sino una institución natural del máximo interés social, que corresponde al Estado proteger, por estar cada vez más desprotegida esta "especie" de la familia. En el matrimonio se ponen en juego fuertes resortes psicológicos naturales de paternidad y maternidad que están al servicio de los hijos. Y que en nada se parecen con otras fórmulas de unión (por ejemplo la homosexual) ni en lo biológico, ni en lo psicológico ni en lo social, como nos quieren hacer creer con la legalización del matrimonio de personas del mismo sexo.
Legalizar el matrimonio homosexual significa poner toda la maquinaria educativa y mediática del Estado al servicio del homosexualismo político. Teniendo en cuenta que no existe gen homosexual, el homosexual no nace se hace. No se ha demostrado científicamente que la homosexualidad esté ligada a la herencia genética o por el nacimiento. Antes bien obedece a factores ambientales y está condicionada por la propia psicologia y educación. Así un ambiente proclive a la homosexualidad aumenta el número de homosexuales en ese ambiente, mientras que en un ambiente donde la homosexualidad se tolere pero no se proponga disminuye el número de homosexuales. Si el matrimonio gay es legal se enseñarán en las escuelas. Los libros de texto de los niños explicarán la doctrina que las asociaciones homosexualistas hayan indicado: que la homosexualidad es normal, que es bueno tener dos papas y dos mamás, que los niños deben de experimentar con su sexualidad para descubrir qué sexo les atrae más y que las personas que se oponen a la homosexualidad son intolerantes. Por supuesto, cada serie de televisión tendrá su pareja de homosexuales o lesbianas con niños, conviviendo felices para tantos matrimonios con problemas. Se llegará incluso a que se impongan penas y sanciones a quiénes critiquen la actividad homosexual, viéndose recortada la libertad religiosa y de expresión. Sin ir muy lejos, en Suecia, a un pastor luterano se le ha decretado la cárcel por criticar la homosexualidad.
La legalización del matrimonio homosexual provocará un descenso en la calidad de vida. Los homosexuales son más propensos a sufrir conflictos psicológicos y a manifestar tendencias suicidas, el número de enfermos con sida aumenta sensiblemente, además se presentan trastornos como ansias neuróticas y de soledad. La propuesta generalizada de la homosexualidad como opción de vida saludable originaría un incremento de los gastos sanitarios de la sociedad.
Todos estos razonamientos naturales, jurídicos, sociales, educacionales, y de convivencia, no son de índole religiosa. Se trata en definitiva de una ley injusta, innecesaria y antidemocrática ya que no goza del consenso y de la aprobación de la mayoría de la sociedad, e inconstitucional.
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