» Historia de la Iglesia » Papas y Antipapas » Benedicto XVI » Viajes » Turquía

Humildad y valentía

«Santidad, quiero agradecerle el testimonio de humildad y valentía que nos está dando en esta crisis». Éstas fueron las palabras que tuve la oportunidad de dirigirle al Papa, en una audiencia que nos concedió a los obispos noveles en Castelgandolfo, coincidiendo con el momento álgido de la crisis diplomática, suscitada tras el discurso de Ratisbona.

Todos sabíamos que los escasos dos meses que faltaban para el viaje apostólico a Turquía no serían suficientes para serenar los ánimos, artificialmente soliviantados, del fundamentalismo islámico. En esa situación, el común de los mortales habríamos optado por un aplazamiento del viaje. Sin embargo, Benedicto XVI no lo ha dudado ni un instante. Ni su proyecto de viaje a Turquía había sido concebido para procurarse un baño de multitudes, ni tampoco iba a renunciar a él ahora por evitar la tensión de la incomprensión o del rechazo.

Solamente puede ser valiente el humilde. El soberbio, el orgulloso, el vanidoso..., está demasiado preocupado con su cálculo de imagen. El miedo al fracaso le atenaza y le condena a la debilidad de la cobardía. La valentía tiene el precio del olvido de uno mismo. Sin ese punto de partida no es posible discernir y seguir la voz de Dios en nuestra conciencia.

Este viaje del Papa a Turquía puede tener muchas lecturas. Pero, tal vez, la primera de todas es el testimonio de un pastor santo. El buen gobierno de la Iglesia no se limita al arte de la estrategia diplomática. El Pastor da la vida por sus ovejas, y está pronto para abandonar la comodidad del redil, adentrándose en terreno hostil e incómodo. En el viaje del Papa a Turquía revivimos las palabras de San Pablo: «Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos» (1 Cor. 9, 22).