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Ateísmo despótico

El resultado es que esta pseudo-moral coactiva configura un modo de vivir enemigo de la libre conciencia

El reciente episodio de la escuela pública Hilarión Gimeno, de Zaragoza, que ha suspendido los actos referidos a la celebración de la Navidad, es revelador. De un modo garbancero y bastante penoso, el director de ese centro ha plasmado en una decisión concreta toda una mentalidad que pugna por abrirse paso entre los occidentales en general y los españoles en particular: es una mentalidad atea, «sin-dios», que pretende organizar la convivencia y educar a las nuevas generaciones en la idea de que hay que vivir como si Dios no existiera. De acuerdo con esta concepción del mundo, del hombre y de la vida, la trascendencia no existe, y toda forma de religión es una forma de magia primitiva. Prescindir de Dios, según esta mentalidad, es un acto de libertad humana, que se libera así de las ataduras de las creencias.

Curiosamente, esta mentalidad conduce a consecuencias paradójicas: las supersticiones se multiplican, lo relativo se absolutiza (en la persecución de los fumadores tenemos un ejemplo tan elocuente como estúpido), y se prescinde de cualquier norma moral que no sea la que venga impuesta por el poder político y las leyes de cada momento. No hay referencias morales permanentes, objetivas, externas y superiores a los hombres. El resultado es que esta pseudo-moral coactiva configura un modo de vivir autoritario y enemigo de la libre conciencia de los individuos. Gran paradoja.

Gentes que se las dan de intelectuales abominan del fenómeno religioso como si fuese no ya el «opio del pueblo», sino algo mucho peor, el tabaco del pueblo, por tomar la idea de un lúcido e ingenioso dibujante. Y como la impregnación religiosa en la cultura de Occidente es de cuño cristiano, los dardos venenosos de estos sedicentes intelectuales se dirigen casi exclusivamente contra el cristianismo y, en el caso español, contra la Iglesia católica, a la que pertenece una mayoría aplastante de ciudadanos.

Hay formas sutiles de infectar de irreligiosidad la vida colectiva: el cine, las series televisivas de las llamadas «de situación», las revistas del corazón (y, como dijo Umbral, «y de otras vísceras»), ofrecen sistemáticamente una visión de la vida cotidiana al margen por entero de cualquier referencia trascendente; esta lluvia fina impregna todos los comportamientos de muchos que, desprevenidos, acaban creyendo que lo normal es todo lo que ven a través de esos medios, y no lo que ocurre en sus vidas y las de sus familias y amistades.

Junto a estos modos sutiles y deletéreos, de acción lenta pero segura, de vez en cuando se alinean otras iniciativas más directas, agresivas y burdas, como la del colegio público zaragozano a que he hecho mención al principio.

De momento, la reacción social es una sonrisa a medio camino entre la conmiseración y el pitorreo ante tanta majadería concentrada en un sólo sitio, pero no habrá de pasar mucho tiempo sin que estas reacciones desaparezcan para ser sustituidas por actitudes ovinas y dóciles, porque resulta que estos modos de imponer el ateísmo práctico van siempre, siempre, acompañados de la coacción y el despotismo, y el número de cobardes sólo es superado por el de gilipollas, si se me permite el vulgarismo.

Revise el lector las tarjetas de felicitación de la Navidad, y verá cuál es la proporción de las que llevan algún motivo alusivo a la razón originaria de estas fiestas, y cuáles se limitan a huir como de la peste de toda referencia al nacimiento de Cristo. Observe el lector los adornos navideños de calles, establecimientos hoteleros o dependencias oficiales, y compruebe la proporción abrumadora de luces o adornos sin sentido ni significado de ninguna clase.

Este fenómeno manifiesta un movimiento de aguas profundas; no es en absoluto baladí ni episódico. Por eso creo que hay que saludar con gratitud el documento titulado Orientaciones morales ante la situación actual de España que acaba de aprobar la Conferencia Episcopal española. Recomiendo encarecidamente su lectura en la página www.conferenciaepiscopal.es: el lector se llevará la muy grata sorpresa de enfrentarse a un texto serio, asumible con respeto por cualquiera, y de enorme utilidad para los que nos consideramos católicos.

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