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Errores y falsedades

Ninguna constitución ni ninguna ley determinan lo que está bien o mal en el orden moral

El editorial del diario El País del domingo pasado, titulado Pastores sin privilegios, contiene una equilibrada mezcla de errores y falsedades, en su análisis de la instrucción pastoral aprobada por la Conferencia Episcopal española.

No empleo el término «mentira», pues no tengo la evidencia de que el editorialista (y, por tanto, el periódico) diga lo contrario de lo que piensa con intención de engañar, aunque parece evidente que se trata de falsedades culpables, al menos por negligencia. Para empezar, no es cierto que la Conferencia Episcopal reclame, mediante el texto aprobado, «su derecho a participar en la vida política», al menos en el sentido estricto y genuino de la expresión.

El título proclama bien a las claras su intención: «Observaciones morales ante la situación actual de España». Se trata de una reflexión moral sobre la vida pública española y no del ejercicio de un derecho, por lo demás legítimo, a participar en la política. En segundo lugar, es falso que los obispos no sometan sus puntos de vista a la crítica, ni que reclamen una intrínseca superioridad moral. Entre los propósitos declarados en la introducción figura lo siguiente: «A la vez, intentamos también ayudar a descubrir las implicaciones morales de nuestra situación a cuantos quieran escucharnos». También es falso que la Iglesia «desafíe por otro [lado] a los tribunales cuando se pronuncian desfavorablemente sobre los casos que le afectan, como las denuncias por pederastia contra algunos sacerdotes o las sentencias sobre despidos improcedentes de profesores de religión».

Es casi imposible afirmar algo así de buena fe. Y es radicalmente falso que los obispos exijan que «la materia escolar de religión sirva de catequesis católica imperativa, como si la enseñanza hubiera de ser el instrumento para algo, esto sí tan totalitario y en realidad de otra época, como sería unificar a los españoles en la creencia». ¿Es acaso malo unificarlos, por ejemplo, en la creencia de que la democracia es un bien y la tortura un mal? La Iglesia no pretende convertir a la asignatura de religión en una catequesis imperativa, sino en parte de la formación integral de los alumnos cuyos padres libre y voluntariamente la reclamen, de conformidad con lo establecido por la Constitución. La Iglesia no reclama privilegios, sino libertad. Demasiadas falsedades para ser inocentes.

Pasemos al capítulo de errores. El Parlamento posee la más alta autoridad jurídica, mas no moral. El Tribunal Constitucional posee la última palabra en lo que se refiere a la constitucionalidad de las leyes y las decisiones políticas, pero no en la moral. Por lo tanto, quien argumenta en contra de la bondad moral de una ley o de una decisión legítima de los tribunales no socava los cimientos de la democracia.

Una cosa es el poder político y otra la autoridad moral. Ni coinciden necesariamente, ni suelen coincidir. Casi es imposible que lo hagan. Ninguna constitución ni ninguna ley determinan lo que está bien o mal en el orden moral. Uno de los más alarmantes síntomas de la patología moral más extendida es la inaceptable e inmoral pretensión de someter la moral al derecho, de reducir el ámbito de la moral a lo que establece el derecho.

Esto es puro totalitarismo. Una cosa es que haya que acatar y cumplir -salvo que un deber superior lo impida- el derecho emanado de una autoridad legítima -muchas veces incluso de la que no lo es-, y otra que haya que reverenciarlo como expresión de la moral. Por lo demás, pocas cosas hay tan democráticas como criticar a los poderosos, incluidos, por supuesto, el Gobierno, la mayoría parlamentaria y el Tribunal Constitucional. Desde luego, existen instancias morales por encima de las instituciones representativas. No hay, por lo tanto, ley ni institución democrática sobre la que no pueda recaer la crítica moral.

Es muy difícil incurrir en tantos errores y falsedades con buena voluntad. Cuando el extravío intelectual y moral es tan grave produciría risa si no se tratara del diario de información general con mayor difusión de España (lo que no es lo mismo que el más influyente, el más fiable o el más valioso). Entonces la risa se transforma en tristeza.

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