Habrá Navidad
Posiblemente, muchos pretendan que esta Navidad, esta Natividad del Señor que se aproxima, no se celebre o, si aquello no puede ser, que se acalle lo más posible. Muchos, poderosos con un poder mundano, pueden pretender eso, e incluso, en algunos espíritus, lo consigan.
Sin embargo, hay dos tipos de Navidad, dos formas de entender este momento eterno que a los cristianos tanto nos une porque es una sola cosa para nosotros, dos medidas distintas que el corazón recibe y da frutos: amargo o sabroso, dulce o triste, según la fertilidad del corazón de cada cual.
Alguien se ha preguntado si habrá Navidad, si acaso se repetirá el encanto de esta fecha, si el niño, Jesús, hermanito nuestro que también es Rey nuestro, será acogido entre sus semejantes, recibido como merece.
Por eso yo digo que es, para algunos, un día triste; para otros, un día alegre, para otros, otro día, un día más donde vivir su mundanidad. Para los tristes, un día de recuerdos, de amargura, de desazón, de adioses; un tiempo de lágrimas por los que se fueron y ya no están, por los que les dejaron con alguna pregunta por hacer, un te quiero sin decir, sin un lo siento que siempre duele: un día aciago, lejana la memoria sus recuerdos les trae, y se sumen en la nostalgia y con su carga de pasado lloran su pena quizá con testigos, siempre verdad; un día para aquellos que, con frenesí, prefieren, aunque no quisieran, ver en Su luz una noche que ya paso, en Su ministerio, de Dios traído, una causa que no entienden, en Sus manos, una ayuda que no buscan porque se saben poderosos con su ser, libres ante el mundo, encumbrados en su fosa de sentimiento. Pero esto es triste, en sí mismo, triste en su forma, triste en su propio devenir, triste en su mañana que nunca les llega.
Para otros, para los otros, para esos otros de nosotros, marginados del siglo, aunque presentes, libres de esa atadura de la sinrazón...para esos, para esos nosotros, para los que esperamos, no sólo una estrella, no sólo una cuna, no sólo una cueva, no sólo una noche. Y no sólo eso.
Permanece, corazón dentro, aislado del presente, sumido en el amor lúcido del hoy, ausente el llanto, sobrepasando, para vencer, la desesperanza, ese nacer que es eterno, que es diario, que es repetitivo, luz no sólo de naciones sino nuestra, retazos de Dios que llega, que se hace presente, que se nos regala.
Queda, para siempre, por cada ahora, por cada bien que nos entrega, en nuestro presente que es suyo, que es para siempre, porque nació, la sensación, queda, cierta, certera, exacta del Bien que es y por el que soñamos, aspiramos, caminamos, alegres, por este valle de lágrimas no sólo o más bien de gozo.
Por eso yo creo que sí que habrá Navidad, que, de nuevo, la Natividad del Señor será nuestro gozo y creo que también habrá, como siempre, dos formas de vivir este período rico en humildad y entrega, acaparador, para sí, de toda la belleza y de todo el misterio que no entendemos y que muchos, por desgracia, ni siquiera tratan de comprender. Habrá Navidad y Jesús, de nuevo, como siempre, será la luz que atraiga a los magos, el sueño cumplido de un pueblo que esperaba la venida del Mesías, nuestro primer Paráclito, Dios hecho hombre, la Palabra que el Padre nos ha enviado.
Del director
- Islandia: primer país sin nacimientos Síndrome de Down, el 100% son abortados
- 9 cosas que conviene saber sobre el Miércoles de Ceniza
- Juan Claudio Sanahuja, in memoriam
- Trumpazo: la mayoría de los católicos USA votaron por Trump (7 puntos de diferencia)
- Mons. Chaput recuerda y reitera en su diócesis la necesidad de vivir la castidad a los divorciados que se acerquen a la Confesión y la Eucaristía
- Cardenal Sarah, prefecto para el Culto Divino, sugiere celebrar cara a Dios a partir de Adviento
- Medjugorje: Administrador Apostólico Especial. Por ahora no parece.
- Turbas chavistas vejan y humillan a seminaristas menores