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Sexto encuentro
Una tarde apenas había entrado en la habitación, y cogido por sorpresa por el imprevisto estrépito de un galope que me tuvo la respiración suspendida y me hizo comprender que se trataba de él.
—Esta vez has venido con el propósito de asustarme.
—Si pudiese hacerlo, sabría muy bien cómo hacerte temblar de miedo. Tú no sabes que tengo la fuerza de hacer temblar toda la tierra, si quiero. Tengo la fuerza de aguantar esta pelota del globo donde habitáis y lanzarla contra los demás astros o incluso tirarla en una de las bolsas solares y reducirla a cenizas.
—Has dicho: si quiero, pero precisamente es esto lo que tú no puedes hacer. ¡El mundo está en manos de Aquel que lo ha creado, no en tus manos, bufón! Sé muy bien qué serías capaz de hacerlo; pero, encadenado como estás, no puedes dar miedo ni siquiera a un niño. Una vez más, tú eres un perro atado a una cadena. La inocencia de un niño te da miedo como la espada llameante de un arcángel.
***
—Goza de tu seguridad. Ahora te digo que pronto llegarán días en los cuales todo el mundo temblará con mi avanzada. Estoy preparando un desbarajuste universal que no te lo puedes imaginar
—¿La bomba atómica?.
—Mucho peor. Antes, y más que todo esto, me importa el desconcierto de la humanidad entera, comenzando por la Iglesia, que debe ser la primera en desaparecer, esta durísima Iglesia Católica., que ahora la haré desaparecer en un baño de sangre.
—Si Dios te lo permitiera...
—Lo sé: os refugiáis en el viejo versículo« no prevalecerán». Sin embargo prevaleceremos. La meteremos en desconcierto, combatiéndola desde dentro.
—Será quizás una prueba más fuerte que otras sufridas en el pasado. Una nueva gran marea. Después el Señor te dirá: «¡basta!» y sobre tus ruinas resplandecerá de nuevo el sol de su triunfo. Purificada, la Iglesia florecerá como en primavera.
—Sin embargo el golpe que estoy preparando no será como los otros. Hasta ahora, en la Iglesia, a la que cogía por asalto, había un punto invencible de resistencia que me hizo perder muchísimos ataques. ¡Ahora verás!
—Hace pocos decenios inspiré a Lenin, uno de mis mejores colaboradores, que para acabar con la religión era más importante introducir la lucha de clases en el seno de la Iglesia que atacar de frente la religión. Se trata de obrar disolviendo, de formar focos de división entre los fieles, pero sobre todo en los ambientes eclesiásticos y religiosos. Dividir a los obispos en dos bloques: los integristas y los progresistas. Revelar a los sacerdotes contra los obispos con miles de pretextos. Atacar de frente a la Iglesia como combatiendo, para su bien, sus estructuras anticuadas y los abusos que la desfiguran. Con hábiles golpes formar en los ambientes eclesiásticos núcleos insatisfechos para atraerles poco a poco al clima fecundo de la lucha de clases. Adaptación lenta y paciente, con infiltración de nuevos contenidos en las ideas tradicionales. Se trata no de liquidar, en un primer momento a la Iglesia, si no de ponerla en el dique seco, incorporándola al servicio de la revolución comunista. El resto vendrá después.
***
Una pausa alargada durante la cual miraba a mi Virgencita y mentalmente la invocaba. La voz volvió con un tono ronco, rabioso como rugido de bestia. El maligno subrayaba así sus propósitos catastróficos.
—Ahora estoy preparando un asalto táctico sobre todo contra aquel vestido de blanco. El tiene sus activistas fanáticos. Me hace reír. ¡Que se atrevan a encontrarse con los míos! A los míos los escogeré sobre todo entre los suyos. Serán las mejores palancas. Comenzaré a encerrarlo poco a poco en un aislamiento completo. Induciré a sectores enteros de la cristiandad a abandonarlo. ¡Después vendrá el asalto que lo eliminará!
—Hablas con tal seguridad que simplemente te hace ridículo
—Con una seguridad, como puedes ver, que no tengo ni el menor miedo de revelarte mis planes. Por lo demás, ¿qué podrías tú contra ellos?
—Orar al Señor para que te fulmine y para que la Virgen tenga bien custodiado a aquel vestido de blanco, que es su hijo predilecto.
El respondió con una palabrota y inmediatamente volvió a la carga:
—En un segundo momento trabajaré uno a uno a todos los párrocos con respecto a su pastor. Hoy el concepto de autoridad no funciona como antes. He logrado darle un golpe imprevisto e irreparable. El mito de la obediencia está ya superado. Por esta vía la Iglesia será llevada a la pulverización. Mientras tanto voy adelante diezmando continuamente a los sacerdotes, a los frailes hasta llegar a vaciar totalmente los seminarios y los conventos. Quitados del medio los así llamados «obreros de la viña», se introducirán los míos y tendrán vía libre en su trabajo definitivo.
***
—Pareces un estratega rico en fantasía, no hay nada que decir. Salvo que programas todo como si Cristo, el verdadero Jefe de la Iglesia, la hubiese abandonado para siempre y El estuviese nuevamente muerto sin esperanza de resurrección. Tú, bufón grandilocuente, no ignoras que la Iglesia es El. Ella es su Cuerpo místico. Y sabes bien que detrás del pastor visible está El invisible y El es fiel a la palabra dada: «No tengáis miedo, dijo, Yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos».Prueba y verás, tendrás que encontrártelas con El y ¡huirás ante su sola presencia! Además, está María, Ella es la Madre de la Iglesia y basta una señal suya para tener paralizados a todos los ejércitos infernales.
—Los acostumbrados viejos chismes. Todos estáis embutidos en frases hechas. Todos estáis adiestrados en el uso de estos temas comunes. Hoy, los primeros en reírse de estas frases hechas son vuestros sacerdotes, vuestros doctores, a los que yo he hinchado con el espíritu del orgullo y con el espíritu de rebelión. Mira cómo han sabido cambiar el moho teológico por los grandes ideales de la historia. Me he preparado y me he llevado a mi bando a sacerdotes politiqueros, a sacerdotes que apenas dicen Misa alguna, a sacerdotes chacharacheros, que asiduamente frecuentan ciertos grupos errados, a la caza de citas galantes, y cuando en torno a ellos surge el escándalo, en vez de avergonzarse como antes, se vanaglorian con alegría, y se sienten felices de haberse liberado de pesos insoportables. ¡Y ni decirte de los sacerdotes que sólo piensan en hacer dinero! Todos estos son mis mejores obreros.
—Has recorrido ya en el pasado los mismos caminos y Dios te ha dejado realizar también algunas conquistas. Sin embargo recuerda que cuando parecía que la plaga iba a gangrenarse y a extenderse a todo el cuerpo, El intervino sin movilizar contra ti a ejércitos espectaculares, sino trabajando con unos pocos, en el silencio.
Tú cuentas con la masa, El cuenta con unos pocos. Cuántas veces El nos ha hecho ver que sirve más a la Iglesia un pequeño número de auténticos sacerdotes y religiosos, llenos de espíritu evangélico verdaderamente impregnados de fermento evangélico, impregnados de Amor y fervor, preparados a la renuncia, dispuestos al sacrificio total, quiero decir: El cuenta con unos pocos santos mas que con una masa de sacerdotes burócratas, secularizados, embebidos en la mundanidad y mujeriegos. Dios te los regala, no sabe qué hacer con ellos, El se servirá de unos pocos, pero serán suyos, y con éstos restaurará su Iglesia.
Estoy seguro de que te darás cuenta de que hoy en la Iglesia se encuentra trabajando un buen frente de almas silenciosas, no importa de que condición ni raza, especialmente sacerdotes y religiosos, que se preparan para combatirte. Muchos de ellos se unen en el nombre de María, proceden de nidos de oración y de amor a la Iglesia, y de obediencia al Papa. Trabajan por una Iglesia consolidada en su unidad y aceptan toda renovación legítima, pero rechazan las innovaciones arbitrarias, y están persuadidos del servicio insustituible del romano Pontífice y se aprietan en torno suyo como al único principio verdaderamente sólido de su unidad. Esta persuasión también se va haciendo camino secretamente entre algunos hermanos separados.
Son almas silenciosas, que en vez de agitarse, trabajan; en vez de proclamar discursos grandilocuentes, oran; en vez de pedir reformas continuamente, se reforman. Son almas escondidas, de las que sería difícil hacer una estadística, pero se sabe que existen, realmente se encuentran por todas partes, y se reúnen en grupos de oración y fraternidad. Quizás nunca como hoy florecen tantos Santos en la Iglesia. ¡Cuántos grupos de almas fervientes vemos surgir al servicio de la Iglesia! Ella cuenta con éstos grupos, en su capacidad de fermentar a la masa. Son las revanchas de la generosidad divina a favor de la Iglesia. Almas que trabajan en un apostolado capilar, que van descubriendo el rostro de Cristo en el ejercicio de la Caridad hacía sus hermanos, los pobres, los marginados, los más necesitados.
¡No, espíritu rebelde! El balance de la acción de Dios en el mundo y en la Iglesia no es un fracaso. El curso de su acción no está paralizado por tus sabotajes. La Iglesia tiene direcciones y brotes que son invisibles y lejanos; pero El está actuando siempre en Ella. ¡Invencible es El! ¡Invencible es Ella! Y tú lo sabes, tú lo crees y tú solamente puedes aprovechar al máximo el tiempo que todavía te queda para hacer el mal. El día en que nuevamente escuches con pavor «Quien como Dios», será el día de tu derrota definitiva. ¡Para siempre!.
A este punto mi interlocutor se había ya marchado.
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