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Orar, además, por la vida

Cuando la Iglesia católica sabe que se encuentra ante una situación de dificultad notable suele acudir a un remedio sin el cual no se entendería su especial situación en el mundo: la oración.

La vida, la necesidad de protección y, consiguientemente, la actuación de las personas con relación a la misma, dice mucho de la sociedad en lo que se convive. Por eso, cuando la vida se ve atacada como lo está siendo ahora, en España, hace falta acudir a la oración para que muchos corazones se adentren, desde el Espíritu, en el hecho de reclamar atención para el mejor don de Dios.

«A propuesta de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida, y con el visto bueno del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española (CEE), se ha puesto en marcha un año de oración por la vida que, desde este mes de enero, pretende, según palabras de Juan Pablo II en la Evangelium Vitae que "en cada comunidad cristiana, con iniciativas extraordinarias y con la oración habitual, se eleve una súplica apasionada a Dios, Creador y amante de la vida".

Así se ha convocado el año de oración por la vida.

El lema es significativo, concreto y claro: "Bendito sea el fruto de tu vientre"

Además, también se han preparado materiales («rosario, oraciones por la vida, preces para la adoración ante el Santísimo y para la celebración de la Eucaristía y la liturgia de las horas») para que el año dedicado a la vida, desde la oración, sea profundo y llegue al corazón.

Y es que, ahora, ahora mismo, la vida esta, en España, más que en peligro. Y tiene muchos desafíos ante los cuales la oración no puede ser nada negativo sino, al contrario, algo absolutamente necesario:

  • Aborto
  • Clonación humana y otras manipulaciones genéricas
  • Eugenesia
  • Eutanasia
  • Escoger el sexo de los hijos
  • Infertilidad
  • Anticonceptivos
  • Preservativos

Y todo esto es, simplemente, cultura de la muerte.

Sobre ésta, dejó dicho Juan Pablo II Magno, en su Encíclica Evangelium vitae, que «Este horizonte de luces y sombras debe hacernos a todos plenamente conscientes de que estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la 'cultura de la muerte' y la 'cultura de la vida'. Estamos no sólo 'ante', sino necesariamente 'en medio' de este conflicto: todos nos vemos implicados y obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente en favor de la vida» (Ev 28)

Pero, para el católico, queda algo a lo que hacer referencia sin lo cual no se puede entender este dificultoso tema.

La Congregación para la Doctrina de la Fe, en su «Instrucción sobre el respeto de la vida naciente y la Dignidad de la Procreación», de 22 de febrero de 2007 dijo, por ejemplo, lo siguiente:

«La inviolabilidad del derecho a la vida del ser humano inocente 'desde el momento de la concepción hasta la muerte' es un signo y una exigencia de la inviolabilidad misma de la persona, a la que el Creador ha concedido el don de la vida (Introducción 4)

«Los progresos de la técnica hacen posible en la actualidad una procreación sin unión sexual, mediante el encuentro in vitro de células germinales extraídas previamente del varón y de la mujer. Pero lo que es técnicamente posible no es, por esa sola razón, moralmente admisible. La reflexión racional sobre los valores fundamentales de la vida y de la procreación humana, es indispensable para formular un juicio moral acerca de las intervenciones técnicas sobre el ser humano ya desde sus primeros estadios de desarrollo» (Introducción 4)

Y, por último,

«La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta 'la acción creadora de Dios' y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente» (Introducción 5)

Así, se habla de inviolabilidad del derecho a la vida; que no es admisible todo lo que sea técnicamente y, también que el carácter sagrado de la vida humana impide todas las acciones y manipulaciones aquí citadas porque, en realidad, se infieren a una creación de Dios.

Y tal creación merece respeto del resto de hijos del Padre aunque muchos estén, en este aspecto, mirando para otro lado.

Ahora en...

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