conoZe.com » bibel » Otros » G. K. Chesterton » El hombre común y otros ensayos sobre la modernidad.

El perfil de la libertad

Hay una cualidad necesaria hoy para divulgar la verdad, especialmente la verdad religiosa, que es sencilla y vivencial, pero a la que resulta muy difícil adaptar una palabra. Muchas palabras se han convertido en muletillas.

Supongo que nuestros críticos, con su manera tan erudita, recurrirán a la poco conocida palabra de origen griego paradoja, si yo dijera que, simplemente, ellos no son lo bastante liberales para ser católicos. En su jerga, ser liberal generalmente significa tener la mente en blanco.

Si fuera a decir que sufren falta de imaginación, podrían suponer (el cielo los proteja) que quiero decir que lo que nosotros creemos es todo imaginario. Y, verdaderamente, ninguno de estos dos términos define eso tan definido que me propongo. Sería más ajustado decir que no pueden ver todo el contorno de un objeto; o que no pueden ver nada en contraste con alguna otra cosa.

El hombre erudito, el que podríamos denominar tipo Cambridge, es como alguien que se pasa años enteros trazando un mapa detallado para la artillería de la zona entre Cork y Dublín, y nunca llega a descubrir que Irlanda es una isla. No se trata de entender algo difícil. Es una cuestión de abrir la mente lo bastante para comprender algo fácil. No se logra con años de trabajo; es mejor obtenerlo en un momento de pereza; cuando el cartógrafo que ha estado tanto tiempo con la nariz metida en el mapa, muy cerca de Cork, puede recostarse un momento en su sillón, de pronto ve a Irlanda. Es mucho más difícil lograr que esos hombres se recuesten un momento y vean el cristianismo.

La Iglesia católica siempre fue definida en términos de la lucha particular que tiene con personas particulares en lugares particulares. Porque las sectas protestantes del norte de Europa no aceptan los rosarios, ni el incienso, ni las velas, ni los confesionarios, se ha extendido la idea de que los católicos eran simplemente personas a quienes les gustaban los confesionarios, las velas, el incienso y los rosarios. Pero eso no es lo que un maniqueo, un musulmán, un hindú o un filósofo de la antigua Grecia diría de los católicos.

Los budistas tienen incienso; los musulmanes, algo muy semejante a los rosarios; y ningún gentil cuerdo puede concebir por qué alguien tendría que sentir algún odio particular por las velas. Los budistas dirían que los católicos son personas que insisten en la existencia de un Dios personal y en la inmortalidad personal. Los musulmanes dirían que los católicos son personas que creen que Dios tuvo un Hijo que tomó forma humana y a quienes no les pareció una idolatría que después Él adquiriera forma pictórica o escultórica. Cada grupo en el mundo tendría su propio ángulo de observación, y los protestantes sólo reconocerían el mismo objeto que ellos habían considerado desde su propio punto de vista.

A pesar de todo, cada uno de estos grupos, tomado por separado, tiene una mira estrecha, en cierto sentido, y hablar acerca de ellos hace más estrecho el problema. Lo que es necesario es tener una visión general y de fondo de la humanidad, especialmente de los paganos, en contraste con quienes podamos tener un perfil del objeto, como en el mapa de Irlanda se ve la isla contra el mar.

Ahora bien, el verdadero telón de fondo del paganismo humano es un tanto gris. Hay algunos remiendos particulares, que están muy cercanos a nosotros en tiempo y espacio y han sido pintados recientemente de diferentes maneras. Pintados tan recientemente que nadie sabe todavía cuánto van a durar los colores. Así como los imperialistas querían pintar el mapa de rojo, de igual manera los internacionalistas y los idealistas quieren pintarlo de rosado. Pero ninguno de ellos ha pintado el mapa ni la mitad de lo que, optimistamente, han supuesto algunas veces. Y hasta en las zonas donde prevalece un optimismo oficial, como en partes de América, aún hay mucho más de esa antigua y común melancolía de los hombres, de lo que cualquiera puede imaginar leyendo los títulos de los periódicos o viendo los programas políticos. Y creo que la filosofía más generalizada de los hombres abandonados a sí mismos, y quizás, la ilustración más práctica de la Caída del Hombre, es una vaga impresión del destino.

Si alguien hablara verdaderamente con los pobres, en casi todos los países, creo que se encontraría, por lo general, con que son cristianos o fatalistas. Este fatalismo es más o menos variado o complicado, obviamente, en varios lugares, debido a varias mitologías o filosofías. Generalmente, se descubrirá que la mitología es una especie de poesía, que da cuerpo al culto de las fuerzas de la naturaleza; un culto a la naturaleza que, cuando estalla, se llama politeísmo y, cuando se une, panteísmo. Pero a veces queda muy poco del teísmo en el panteísmo.

Luego, hay espacios enteros donde hay verdadero teísmo que, de todas maneras, está embargado de un humor de fatalismo. Eso, supongo, es verdad, por lo menos en lo referente a grandes áreas del islamismo. También está lo que podríamos llamar la filosofía de la resignación que, probablemente, cubre áreas igualmente grandes de Asia.

Aquí no es necesario insistir sobre puntos conflictivos en contra de esto. Pero tengo por seguro que todas estas notas de repetición y de ritmo cósmico, y un ciclo que comienza y termina en sí mismo, que se repiten con tanta frecuencia en relación con el budismo, el brahmanismo y la teosofía, en un sentido general están unidos con una obediencia casi impersonal a una ley que en su esencia es impersonal. Ése es el tono general y, como he manifestado, el tono o matiz nos da la impresión de ser más bien gris, o por lo menos neutro y negativo.

Igual ocurre con lo que sabemos de los mitos paganos y de la metafísica de la antigüedad. Es una calumnia moderna de los paganos representar el paganismo como idéntico al placer. Pero de cualquier manera, nadie que conozca la literatura griega y latina, aun en mínimo grado, soñará jamás con identificar el paganismo con el optimismo. Por lo menos, estaría mucho más cerca de la verdad al decir que allí, como en casi todo lo demás, el carácter fundamental del paganismo es el pesimismo. Pero en cualquier caso, se podría decir con justicia que es el fatalismo.

Sobre este fondo gris hay una salpicadura, o estrella de plata o de oro; a mí me parece una gran llama. Es excepcional y extraordinaria. De sus muchas características extraordinarias, creo que ésta es la principal: proclama la libertad. O, como único significado verdadero del término, proclama la voluntad. Con una voz extraña, como una trompeta celestial, cuenta una extraña historia, cuya verdadera esencia es que está hecha de voluntad, o de una divergencia libre de voluntades.

La Voluntad hizo al mundo; la voluntad lo hirió; la misma Voluntad divina dio al mundo su segunda oportunidad; la misma voluntad humana puede elegir por última vez. Ésta es la verdadera peculiaridad sobresaliente, o excentricidad, de la secta peculiar llamada catolicismo. Y si alguien hace la objeción de por qué limito un concepto tan grande a los católicos, voluntariamente estaré de acuerdo en que hay muchos que le dan tanto valor que evidentemente deberían ser católicos. Pero, si alguien dice que de hecho y en la historia no está ligada a la fe de los católicos, basta remitirlo a la historia y a los hechos.

Nadie dio énfasis especial a esta libertad espiritual hasta que se estableció la Iglesia. La gente comenzó, instantáneamente, a dudar de esta libertad espiritual en cuanto la Iglesia comenzó a ser destrozada. En el mismo momento en que se hizo una brecha o, por lo menos, una rajadura en el dique del catolicismo, manó de ella el mar amargo del calvinismo o, en otros términos, de una forma muy cruel del fatalismo. Desde entonces, ha tomado la forma mucho más obtusa del determinismo. Esta tristeza, este sentido de la esclavitud es tan general a la humanidad, que inmediatamente hizo su aparición cuando el mensaje especialmente espiritual de la libertad fue silenciado o interrumpido en cualquier parte. Dondequiera que el mensaje se oye, los hombres piensan y hablan en términos de voluntad y elección; y no ven ningún sentido a ninguna filosofía del destino, sean desesperanzadas o resignadas.

Es inútil hablar a un católico de optimismo o de pesimismo, pues él mismo decidirá si el universo será, para él, el mejor o el peor de todos los mundos posibles. Es inútil decirle que podría estar más en concordancia con la vida espiritual si fuera budista o panteísta, pues sabe que, en ese sentido, podría estar más de acuerdo con la vida universal si fuera nabo o árbol. Toda su esperanza y toda su gloria residen en no estar de acuerdo con la vida universal, sino en apartarse de ella, como una excepción, y hasta un milagro.

En el Paraíso del Dante hay un gran mensaje; ojalá supiese suficiente italiano para apreciarlo o bastante inglés para traducirlo. Pero lo recomiendo a aquellos que puedan pensar que mi énfasis en esta cualidad excepcional es una simple disculpa moderna de una superstición medieval; y especialmente, a aquellos a quienes los historiadores muy eruditos y muy estúpidos han enseñado a considerar, con laborioso detalle, la Edad Media como algo estrecho y encadenado. Pues dice así: La más poderosa dádiva que Dios en su largueza hizo en la Creación, perfecta como Él, de su sustancia y para Él la más querida, la dio a la voluntad, y fue la libertad.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=6273 el 2008-01-10 01:39:18