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Las creencias personales

Y el machismo reciclado de pseudoprogresismo liberador, se frota las manos. Finalmente somos las mujeres quienes cargamos con los sufrimientos y las consecuencias.

Los criterios manifestados por el titular de la SSA y el nombramiento del director de Asuntos Jurídicos de dicha dependencia, licenciado Bernardo Fernández del Castillo, han suscitado sospechas de conservadurismo en diversas ONG, considerando un riesgo a las políticas del sector, por involucrar creencias personales (Reforma, 1o. de febrero, pág 2). Y a esto me pregunto: ¿Es el cuestionamiento a las políticas de salud reproductiva lo que inquieta a estas asociaciones civiles, o es la efectividad o falla en su aplicación, el avance o retroceso en sus resultados, el motivo de su preocupación? No deja de llamar la atención el hecho de que las organizaciones que han enarbolado la bandera del liberalismo laicista, se sientan autorizadas a imponer sus convicciones en políticas públicas, y que los disidentes, por una u otra razón, lo tengamos prohibido. No importa si la población es diversa, multicultural, o si la mayor pare de ella es católica.

Los creyentes en los dogmas que se imponen través de distintas agencias de la ONU, como PPF (Planed Parenhood Federation), o bajo el pontificado ideológico de la OMS (Organización Mundial de la Salud), imponen sus creencias sin el menor escrúpulo, aludiendo al carácter científico de sus dogmas, científicos porque lo dicen ellos, quienes se han constituido portadores del progreso. Mientras que las convicciones y creencias de quienes consideran conservadores, son pura baratija obscurantista; no importa si el condón haya permitido que en el 2006 se infectaran más de 4 millones de personas. ¡Si la realidad no se acomoda a sus dogmas... peor para la realidad! ¿Qué más da el sufrimiento de tantas y tantos que han sido víctimas de las políticas públicas?

¿Les preocuparán siquiera los más de 100 mil mexicanos contagiados a pesar de tanta propaganda del condón? ¿Son acaso más importantes las personas que la implementación de su credo pseudoprogresista? Da la impresión de que no. Si tal fuera el caso, coincidirían al menos en este punto con los conservadores católicos y otros disidentes despistados, en aras a un objetivo por la consecución del bien común. Pero la sumisión al sistema de lo políticamente correcto es algo mucho más prestigioso y rentable. Lo cierto es que quienes se han erigido en dueños de la verdad se sienten con el derecho de imponer sus propias convicciones, convertidas en estrategia progresista, pese la evidencia estadística que contradice sus dogmas de fe. Las convicciones de quienes no comparten sus criterios han de reservarse para el ámbito de la vida privada; implementarlas públicamente sería un disparate, una invasión.

Cuando alguien sostiene públicamente una estrategia en el campo de las finanzas públicas, a nadie puede extrañarle que al llegar al poder quiera implementarla, convencido de los beneficios económicos que representará para el país. Cuando un partido o candidato sostiene públicamente sus convicciones proabortistas, procondón y propíldora del día siguiente, tampoco puede extrañarse que una vez en el gobierno, pretenda convertirlas en ley, como tal fue el caso de la Ley Robles, aunque paradójicamente los ciudadanos no hayamos votado por dicha gobernante. Pero si alguien manifiesta públicamente sus convicciones tachadas de conservadurismo, y llega al poder, ha de dejarlas para el ámbito de su vida privada.

¿Podrían explicarme las ONG por qué en unos casos las convicciones, creencias, credos o como las quieran llamar, pueden llevarse a la vida pública, y en otros no? ¿Tienen acaso los primeros algún especial amparo de Júpiter Olímpico? Pues resulta para su información, que lo mismo en unos casos que en otros, toda propuesta parte de una convicción previa personal.

Si hay alguna forma en que la sociedad logre ponerse de acuerdo es la que menciona Fernández del Castillo: «la SSA debe basarse no sólo en la evidencia científica, sino también en los principios éticos y morales, conceptos válidos para cualquier creencia religiosa».