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Prólogo
JHS [1]
1. Quisiera yo que, como me han mandado [2] y dado larga licencia para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho, me la dieran para que muy por menudo y con claridad dijera mis grandes pecados y ruin vida. Diérame gran consuelo. Mas no han querido, antes atádome mucho en este caso. Y por esto pido, por amor del Señor, tenga delante de los ojos quien este discurso de mi vida leyere, que ha sido tan ruin que no he hallado santo de los que se tornaron a Dios con quien me consolar [3]. Porque considero que, después que el Señor los llamaba, no le tornaban a ofender. Yo no sólo tornaba a ser peor, sino que parece traía estudio [4] a resistir las mercedes que Su Majestad me hacía, como quien se veía obligada a servir más y entendía de sí no podía pagar lo menos de lo que debía.
2. Sea bendito por siempre, que tanto me esperó, a quien con todo mi corazón suplico me dé gracia para que con toda claridad y verdad yo haga esta relación que mis confesores [5] me mandan (y aun el Señor sé yo lo quiere muchos días ha, sino que yo no me he atrevido) [6] y que sea para gloria y alabanza suya y para que de aquí adelante, conociéndome ellos mejor, ayuden a mi flaqueza para que pueda servir algo de lo que debo al Señor, a quien siempre alaben todas las cosas, amén.
Notas
[1] JHS: anagrama clásico («Jesus Hominum Salvator»), que preside la primera página de sus libros (así en el Camino, Moradas, Fundaciones, Modo de visitar), y sus Cartas. - Repetirá el anagrama al comenzar el cap. 1º, y antes del epílogo.
[2] «Mandantes» y destinatarios del libro son sus «confesores» y consejeros espirituales: Los más identificados son: Gaspar Daza (sacerdote diocesano), Baltasar Álvarez (jesuita), Pedro Ibáñez (dominico) y Francisco de Salcedo (caballero de Ávila), para la primera redacción; y los dominicos García de Toledo y Domingo Báñez, para la redacción segunda, texto actual del libro.
[3] De los que se tornaron a Dios: santos que fueron pecadores convertidos (S. Pablo, la Magdalena, San Agustín...). Repetirá varias veces ese concepto: c. 9, 7; 19, 5.10; 18, 4...
[4] Traía estudio: ponía empeño, cuidado especial.
[5] Que mis confesores: repetido en el autógrafo, por lapsus involuntario.
[6] Es decir, además del «mandato» de los confesores, el libro nace por impulso interior místico.
[7] Es patente la «intención» de la escritora: escribe su autobiografía para hacerse conocer y ayudar. A lo largo del libro aparecerá un segundo objetivo: adoctrinar a los destinatarios del escrito, «engolosinados» (c. 18, 8) y ayudarlos en su camino espiritual.
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