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Capítulo 10
Comienza a declarar las mercedes que el Señor la hacía en la oración, y en lo que nos podemos nosotros ayudar, y lo mucho que importa que entendamos las mercedes que el Señor nos hace. Pide a quien esto envía que de aquí adelante sea secreto lo que escribiere, pues la mandan [1] diga tan particularmente las mercedes que la hace el Señor.
1. Tenía yo algunas veces, como he dicho [2], aunque con mucha brevedad pasaba, comienzo de lo que ahora diré: acaecíame en esta representación que hacía de ponerme cabe Cristo, que he dicho [3], y aun algunas veces leyendo, venirme a deshora [4] un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí o yo toda engolfada en El.
Esto no era manera [5] de visión; creo lo llaman mística teología [6]. Suspende el alma de suerte, que toda parecía estar fuera de sí: ama la voluntad, la memoria me parece está casi perdida, el entendimiento no discurre [7], a mi parecer, mas no se pierde; mas, como digo, no obra, sino está como espantado de lo mucho que entiende, porque quiere Dios entienda que de aquello que Su Majestad le representa ninguna cosa entiende.
2. Primero había tenido muy continuo una ternura, que en parte algo de ella me parece se puede procurar: un regalo, que ni bien es todo sensual [8] ni bien espiritual. Todo es dado de Dios; mas parece para esto nos podemos mucho ayudar con considerar nuestra bajeza y la ingratitud que tenemos con Dios, lo mucho que hizo por nosotros, su Pasión con tan graves dolores, su vida tan afligida; en deleitarnos de ver sus obras, su grandeza, lo que nos ama, otras muchas cosas, que quien con cuidado quiera aprovechar tropieza muchas veces en ellas, aunque no ande con mucha advertencia. Si con esto hay algún amor, regálase el alma, enternécese el corazón, vienen lágrimas; algunas veces parece las sacamos por fuerza, otras el Señor parece nos la hace para no podernos resistir. Parece nos paga Su Majestad aquel cuidadito con un don tan grande como es el consuelo que da a un alma ver que llora por tan gran Señor; y no me espanto, que le sobra la razón de consolarse: regálase allí, huélgase allí.
3. Paréceme bien esta comparación que ahora se me ofrece: que son estos gozos de oración como deben ser los que están en el cielo, que como no han visto más de [9] lo que el Señor, conforme a lo que merecen, quiere que vean, y ven sus pocos méritos, cada uno está contento con el lugar en que está, con haber tan grandísima diferencia de gozar a gozar en el cielo, mucho más que acá hay de unos gozos espirituales a otros, que es grandísima.
Y verdaderamente un alma en sus principios, cuando Dios la hace esta merced, ya casi le parece no hay más que desear, y se da por bien pagada de todo cuanto ha servido. Y sóbrale la razón, que una lágrima de éstas que, como digo, casi nos las procuramos -aunque sin Dios no se hace cosa-, no me parece a mí que con todos los trabajos del mundo se puede comprar, porque se gana mucho con ellas; y ¿qué más ganancia que tener algún testimonio que contentamos a Dios? Así que quien aquí llegare, alábele mucho, conózcase por muy deudor; porque ya parece le quiere para su casa y escogido para su reino, si no torna atrás.
4. No cure [10] de unas humildades que hay, de que pienso tratar [11], que les parece humildad no entender que el Señor les va dando dones. Entendamos bien bien, como ello es, que nos los da Dios sin ningún merecimiento nuestro, y agradezcámoslo a Su Majestad; porque si no conocemos que recibimos, no despertamos [12] a amar. Y es cosa muy cierta que mientras más vemos estamos ricos, sobre conocer somos pobres, más aprovechamiento nos viene y aun más verdadera humildad. Lo demás es acobardar el ánimo a parecer [13] que no es capaz de grandes bienes, si en comenzando el Señor a dárselos comienza él a atemorizarse con miedo de vanagloria.
Creamos que quien nos da los bienes, nos dará gracia para que, en comenzando el demonio a tentarle en este caso, lo entienda, y fortaleza para resistir; digo, si andamos con llaneza delante de Dios, pretendiendo contentar sólo a El y no a los hombres.
5. Es cosa muy clara que amamos más a una persona cuando mucho se nos acuerda las buenas obras que nos hace. Pues si es lícito y tan meritorio que siempre tengamos memoria que tenemos de Dios el ser y que nos crió de nonada y que nos sustenta y todos los demás beneficios de su muerte y trabajos, que mucho antes que nos criase los tenía hechos por cada uno de los que ahora viven, ¿por qué no será lícito que entienda yo y vea y considere muchas veces que solía hablar en vanidades, y que ahora me ha dado el Señor que no querría sino hablar sino en El? He aquí una joya que, acordándonos que es dada y ya la poseemos, forzado convida a amar, que es todo el bien de la oración fundada sobre humildad.
Pues ¿qué será cuando vean en su poder otras joyas más preciosas, como tienen ya recibidas algunos siervos de Dios, de menosprecio de mundo, y aun de sí mismos? Está claro que se han de tener por más deudores y más obligados a servir, y entender que no teníamos nada de esto, y a conocer la largueza del Señor, que a un alma tan pobre y ruin y de ningún merecimiento como la mía, que bastaba la primera joya de éstas y sobraba para mí, quiso hacerme con más riquezas que yo supiera desear.
6. Es menester sacar fuerzas de nuevo para servir y procurar no ser ingratos; porque con esa condición las da el Señor, que si no usamos bien del tesoro y del gran estado en que pone [14], nos lo tornará a tomar y quedarnos hemos muy más pobres, y dará Su Majestad las joyas a quien luzca y aproveche con ellas a sí y a los otros.
Pues ¿cómo aprovechará y gastará con largueza el que no entiende que está rico? Es imposible conforme a nuestra naturaleza -a mi parecer- tener ánimo para cosas grandes quien no entiende está favorecido de Dios. Porque somos tan miserables y tan inclinados a cosas de tierra, que mal podrá aborrecer todo lo de acá de hecho con gran desasimiento quien no entiende tiene alguna prenda de lo de allá. Porque con estos dones es adonde el Señor nos da la fortaleza que por nuestros pecados nosotros perdimos. Y mal deseará se descontenten todos de él y le aborrezcan y todas las demás virtudes grandes que tienen los perfectos, si no tiene alguna prenda del amor que Dios le tiene, y juntamente fe viva. Porque es tan muerto nuestro natural, que nos vamos a lo que presente vemos; y así estos mismos favores son los que despiertan la fe y la fortalecen. Ya puede ser que yo, como soy tan ruin, juzgo por mí, que otros habrá que no hayan menester más de la verdad de la fe para hacer obras muy perfectas, que yo, como miserable, todo lo he habido menester.
7. Estos [15], ellos lo dirán. Yo digo lo que ha pasado por mí, como me lo mandan. Y si no fuere bien, romperálo a quien lo envío [16], que sabrá mejor entender lo que va mal que yo; a quien suplico por amor del Señor, lo que he dicho hasta aquí de mi ruin vida y pecados lo publiquen. Desde ahora doy licencia, y a todos mis confesores, que así lo es a quien esto va. Y si quisieren, luego en mi vida; porque no engañe más el mundo, que piensan hay en mí algún bien. Y cierto cierto [17], con verdad digo, a lo que ahora entiendo de mí, que me dará gran consuelo.
Para lo que de aquí adelante dijere, no se la doy [18]. Ni quiero, si a alguien lo mostraren, digan quién es por quien pasó [19] ni quién lo escribió; que por esto no me nombro ni a nadie, sino escribirlo he todo lo mejor que pueda para no ser conocida, y así lo pido por amor de Dios. Bastan personas tan letradas y graves para autorizar alguna cosa buena, si el Señor me diere gracia para decirla, que si lo fuere, será suya y no mía, porque yo sin letras ni buena vida ni ser informada de letrado ni de persona ninguna (porque solos los que me lo mandan escribir saben que lo escribo, y al presente no están aquí) [20] y casi hurtando el tiempo, y con pena porque me estorbo de hilar, por estar en casa pobre y con hartas ocupaciones [21]. Así que, aunque el Señor me diera más habilidad y memoria, que aun con ésta me pudiera aprovechar de lo que he oído o leído, es poquísima la que tengo; así que si algo bueno dijere, lo quiere el Señor para algún bien; lo que fuere malo será de mí, y vuestra merced lo quitará.
Para lo uno ni para lo otro, ningún provecho tiene decir mi nombre: [22] en vida está claro que no se ha de decir de lo bueno; en muerte no hay para qué, sino para que pierda la autoridad el bien, y no la dar ningún crédito, por ser dicho de persona tan baja y tan ruin.
8. Y por pensar vuestra merced [23] hará esto que por amor del Señor le pido y los demás que lo han de ver [24], escribo con libertad; de otra manera sería con gran escrúpulo, fuera de decir mis pecados, que para esto ninguno tengo; para lo demás basta ser mujer para caérseme las alas, cuánto más mujer y ruin. Y así lo que fuere más de decir simplemente el discurso de mi vida, tome vuestra merced para sí -pues tanto me ha importunado escriba alguna declaración de las mercedes que me hace Dios en la oración-, si fuere conforme a las verdades de nuestra santa fe católica; y si no, vuestra merced lo queme luego, que yo a esto me sujeto. Y diré lo que pasa por mí, para que, cuando sea conforme a esto, podrá hacer a vuestra merced algún provecho; y si no, desengañará mi alma, para que no gane el demonio adonde me parece gano yo; que ya sabe el Señor, como después diré [25], que siempre he procurado buscar quién me dé luz.
9. Por claro que yo quiera decir estas cosas de oración, será bien oscuro para quien no tuviere experiencia. Algunos impedimentos diré, que a mi entender lo son para ir adelante en este camino, y otras cosas en que hay peligro, de lo que el Señor me ha enseñado por experiencia y después tratádolo yo con grandes letrados y personas espirituales de muchos años, y ven que en solos veinte y siete años [26] que ha que tengo oración, me ha dado Su Majestad [27] la experiencia -con andar en tantos tropiezos y tan mal este camino- que a otros en cuarenta y siete y en treinta y siete, que con penitencia y siempre virtud han caminado por él.
Sea bendito por todo y sírvase de mí, por quien Su Majestad es, que bien sabe mi Señor que no pretendo otra cosa en esto, sino que sea alabado y engrandecido un poquito de ver que en un muladar tan sucio y de mal olor hiciese huerto de tan suaves flores. Plega a Su Majestad que por mi culpa no las torne yo a arrancar y se torne a ser lo que era. Esto pido yo por amor del Señor le pida vuestra merced [28], pues sabe la que soy con más claridad que aquí me lo ha dejado decir.
Notas
[1] Nueva alusión al mandato inicial de componer el libro (Prólogo, 1) insistiendo más en las misericordias de Dios que en las miserias propias. - El epígrafe del capítulo alerta al lector sobre el relato de las gracias místicas a partir del presente capítulo, que la autora quiere queden en secreto: «de aquí adelante sea secreto lo que escribiere». El P. Gracián, íntimo conocedor de la autora, escribió: «Todo el tiempo que vivió la Madre Teresa nunca su pensamiento ni el mío fue que estos libros se imprimiesen y viniesen tan a público y a manos de todos los que los quisiesen leer... No podía sufrir que viniesen las cosas altas de espíritu que aquí se declaran, a bocas de perros murmuradores..., o a gente engolfada en los vicios, que no les parece puede haber otros deleites mayores que los sensuales» (BMC, 18, 10).
[2] Lo dicho en el c. 9, 9; y 4, 7.
[3] Ib. en el c. 9, 4. - Cabe Cristo: junto a Cristo, ante El.
[4] Adeshora: de improviso, inesperadamente (cf. 20, 9).
[5] No era manera de visión: probable elisión por haplografía, en ves de «a manera de v.» Cf. otros casos: 7, 8; 18, 2; 25, 10; 7, 6 y 11, 3. Respetamos la lectura hecha por fray Luis (p. 112).
[6] Mística teología: equivale aquí a «experiencia mística». La expresión «creo la llaman» subraya una cierta resistencia de la autora a utilizar términos técnicos de teología. Obsérvese esa misma reticencia en el c. 11, 5. Otras menciones de esa terminología: 12, 5 y 18, 2. Esta última vez, con la acotación: «en la mística teología se declara, que yo los vocablos no sabré nombrarlos». De hecho no volverá a utilizarlos en los restantes libros que escriba.
[7] No discurre: no «obra» había escrito primero. Luego corrigió «discurre» añadiendo entre líneas «a mi parecer». Pero se olvidó de que una línea más abajo repetía el «como digo, no obra». - La rectificación de la Santa no disipó los escrúpulos teológicos de los editores, desde fray Luis, quien en su segunda edición de Vida (1599) anotó al margen de este pasaje: «Dice que no obra el entendimiento, porque, como ha dicho, no discurre de unas cosas en otras, ni saca consideraciones, porque le tiene ocupado entonces la grandeza del bien que se le pone delante; pero en realidad de verdad, sí obra, pues pone los ojos en lo que se le presenta, y conoce que no lo puede entender como es; pues dice «no obra», esto es, «no discurre», sino está como espantado de lo mucho que entiende, esto es, de la grandeza del objeto que ve, no porque entienda mucho dél, sino porque ve que es tanto él en sí que no lo puede enteramente entender».
[8] Sensual: sensible (cf. c. 3, n. 2, nota 3).
[9] Más de: más que.
[10] No cure de...: no se preocupe de...
[11] Tratará de esas humillaciones en el c. 13, 4.
[12] Había escrito: nos despertamos. Borró el «nos». Mantenemos la lectura de fray Luis (p. 114).
[13] Acobardar el ánimo a parecer: acobardarlo hasta parecer o creer que...
[14] Pone: otra mano corrigió entre líneas «nos pone». Fray Luis retuvo esta segunda lectura (p. 116).
[15] Estos: es decir «los perfectos», que no han menester más que la fe. - «Los perfectos» (n. 6): en el sentido técnico de la teología espiritual, en contraposición a «principiantes» y «aprovechados».
[16] Probablemente se trata del P. García de Toledo (cf. prólogo de la obra). A continuación había escrito: «sabrán» y corrigió «sabrá». Pero la alusión al grupode «mandantes» persiste en el contexto: «me lo mandan», «lo publiquen». Lo cual está indicando los dos planos de destinatarios o lectores inmediatos del libro. - El precedente «romperálo», alude a la hipótesis de que el libro sea destruído o «quemado» por el P. García de Toledo: «aunque v.m. luego lo queme», recordará en el epílogo (40, 23).
[17] Cierto, cierto, es superlativo intensivo o por repetición: fue muy del agrado de la Santa, que lo usa en formas variadísimas y originales: bien bien, (n. 4); muchas muchas (c. 15, n. 2); muy muy sobrenatural (c. 20, n. 15); nada nada (c. 15, n. 3); qué de ello, qué de ello, qué de ello (c. 39, 6); y cuán vanos, y cuán vanos (c. 38, n. 18); ya ya (c. 16, n. 3); luego, luego (c. 28, n. 4); en fin, en fin (Fund., c. 7, n. 7), etc...
[18] No se la doy: no le doy licencia.
[19] Por quien pasó: la persona por quien pasó. Al margen de la frase siguiente: para no ser conocida y así lo pido por amor de Dios..., uno de los censores -quizá Báñez o más probablemente García de Toledo- trazó una línea vertical, que permite vislumbrar el momento en que se paró a hacerse cargo de la responsabilidad de su cometido.
[20] No están aquí: no están en Ávila los que le han mandado escribir el libro. Gracián anotó en su ejemplar: «El Maestro fray Domingo Báñez y García de Toledo». La edición facsímil de V. de La Fuente ha inducido la lectura errónea: «no está aquí».
[21] El largo período que comienza «porque yo» queda inconcluso. Saltando el inciso diversivo, puede leerse: «porque yo... si algo bueno dijere...» - Por estar en casa pobre...: escribe estas páginas en San José de Ávila, y no en el palacio deDñaLuisa (Toledo), donde redactó la obra por primera vez.
[22] Decir mi nombre: efectivamente, el relato mantiene constantemente ese anonimato. Tampoco menciona por su nombre a otras personas y poblaciones. Unicos personajes mencionados explícitamente serán fray Pedro de Alcántara (27, 3...) y san Francisco de Borja «que era duque de Gandía» (24, 3). - Frecuentemente se ha explicado esta decisión de anonimato, como encubrimiento, de cara a la Inquisición. El contexto del presente capítulo lo hace inverosímil. Desde luego, «escribo con libertad», afirma la autora (n. 8).
[23] Por pensar que vuestra merced: la construcción infinitiva con omisión del «que» completivo es frecuente en la Santa. - Vuestra merced: García de Toledo.
[24] Los demás lo han de ver: ante todo, Báñez y García de Toledo; quizá también el P. Ibáñez; y sin duda, san Juan Ávila. Otro posible lector-censor, el P. Baltasar Alvarez.
[25] Después diré: en el c. 13, 17 y ss.; 28, 6; 22, 3.
[26] En solos 27 años: nuevo indicio cronológico. Está escribiendo en 1565. Su cómputo, por tanto, se eleva a los entornos de 1538, a sus 23/24 de edad (cf. c. 8, nota 6).
[27] Por lapsus o titubeo de pluma, en el autógrafo repite: «me ha dado el Señor me ha dado Su Majestad». Mantenemos la opción de fray Luis (p. 120).
[28] Vuestra merced: de nuevo el P. García de Toledo, dialogante número uno en la intención de la escritora.
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