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Capítulo 28

En que trata las grandes mercedes que la hizo el Señor y cómo le apareció la primera vez. Declara qué es visión imaginaria. Dice los grandes efectos y señales que deja cuando es de Dios. Es muy provechoso capítulo y mucho de notar. *

1. Tornando a nuestro propósito [1], pasé algunos días, pocos, con esta visión muy continua, y hacíame tanto provecho, que no salía de oración, y aun cuanto hacía, procuraba fuese de suerte que no descontentase al que claramente veía estaba por testigo. Y aunque a veces temía, con lo mucho que me decían, durábame poco el temor, porque el Señor me aseguraba.

Estando un día en oración, quiso el Señor mostrarme solas las manos con tan grandísima hermosura que no lo podría yo encarecer. Hízome gran temor, porque cualquier novedad me le hace grande en los principios de cualquiera merced sobrenatural que el Señor me haga. Desde a pocos días, vi también aquel divino rostro, que del todo me parece me dejó absorta. No podía yo entender por qué el Señor se mostraba así poco a poco, pues después me había de hacer merced de que yo le viese del todo, hasta después que he entendido que me iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural. ¡Sea bendito por siempre!, porque tanta gloria junta, tan bajo y ruin sujeto no la pudiera sufrir. Y como quien esto sabía, iba el piadoso Señor disponiendo.

2. Parecerá a vuestra merced [2] que no era menester mucho esfuerzo para ver unas manos y rostro tan hermoso. -Sonlo tanto los cuerpos glorificados, que la gloria que traen consigo ver cosa tan sobrenatural [3] hermosa desatina; y así me hacía tanto temor, que toda me turbaba y alborotaba, aunque después quedaba con certidumbre y seguridad y con tales efectos, que presto se perdía el temor.

3. Un día de San Pablo [4], estando en misa, se me representó toda esta Humanidad sacratísima como se pinta resucitado, con tanta hermosura y majestad como particularmente escribí a vuestra merced [5] cuando mucho me lo mandó, y hacíaseme harto de mal, porque no se puede decir que no sea deshacerse; mas lo mejor que supe, ya lo dije, y así no hay para qué tornarlo a decir aquí. Sólo digo que, cuando otra cosa no hubiese para deleitar la vista en el cielo sino la gran hermosura de los cuerpos glorificados, es grandísima gloria, en especial ver la Humanidad de Jesucristo, Señor nuestro, aun acá que se muestra Su Majestad conforme a lo que puede sufrir nuestra miseria; ¿qué será adonde del todo se goza tal bien?

4. Esta visión, aunque es imaginaria, nunca la vi con los ojos corporales, ni ninguna, sino con los ojos del alma.

Dicen los que lo saben mejor que yo, que es más perfecta la pasada que ésta, y ésta más mucho que las que se ven con los ojos corporales. Esta dicen que es la más baja [6] y adonde más ilusiones puede hacer el demonio, aunque entonces no podía yo entender tal, sino que deseaba, ya que se me hacía esta merced, que fuese viéndola con los ojos corporales, para que no me dijese el confesor se me antojaba. Y también después de pasada me acaecía -esto era luego luego- pensar yo también esto: que se me había antojado. Y fatigábame de haberlo dicho al confesor, pensando si le había engañado. Este era otro llanto, e iba a él y decíaselo. Preguntábame que si me parecía a mí así o si había querido engañar. Yo le decía la verdad, porque, a mi parecer, no mentía, ni tal había pretendido, ni por cosa del mundo dijera una cosa por otra. Esto bien lo sabía él, y así procuraba sosegarme, y yo sentía tanto en irle con estas cosas, que no sé cómo el demonio me ponía lo había de fingir para atormentarme a mí misma.

Mas el Señor se dio tanta prisa a hacerme esta merced y declarar esta verdad, que bien presto se me quitó la duda de si era antojo, y después veo muy claro mi bobería; porque, si estuviera muchos años imaginando cómo figurar cosa tan hermosa, no pudiera ni supiera, porque excede a todo lo que acá se puede imaginar, aun sola la blancura y resplandor.

5. No es resplandor que deslumbre, sino una blancura suave y el resplandor infuso, que da deleite grandísimo a la vista y no la cansa, ni la claridad que se ve para ver esta hermosura tan divina. Es una luz tan diferente de las de acá, que parece una cosa tan deslustrada la claridad del sol que vemos, en comparación de aquella claridad y luz que se representa a la vista, que no se querrían abrir los ojos después. Es como ver un agua clara, que corre sobre cristal y reverbera en ello el sol, a una muy turbia [7] y con gran nublado y corre por encima de la tierra. No porque se representa sol, ni la luz es como la del sol; parece, en fin, luz natural y estotra cosa artificial. Es luz que no tiene noche, sino que, como siempre es luz, no la turba nada. En fin, es de suerte que, por gran entendimiento que una persona tuviese, en todos los días de su vida podría imaginar cómo es. Y pónela Dios delante tan presto [8], que aun no hubiera lugar para abrir los ojos, si fuera menester abrirlos; mas no hace más estar abiertos que cerrados, cuando el Señor quiere; que, aunque no queramos, se ve. No hay divertimiento [9] que baste, ni hay poder resistir, ni basta diligencia ni cuidado para ello. Esto tengo yo bien experimentado, como diré [10].

6. Lo que yo ahora querría decir es el modo cómo el Señor se muestra por estas visiones. No digo que declararé de qué manera puede ser poner esta luz tan fuerte en el sentido interior, y en el entendimiento imagen tan clara, que parece verdaderamente está allí, porque esto es de letrados [11]. No ha querido el Señor darme a entender el cómo, y soy tan ignorante y de tan rudo entendimiento, que, aunque mucho me lo han querido declarar, no he aun acabado de entender el cómo. Y esto es cierto, que aunque a vuestra merced [12] le parezca que tengo vivo entendimiento, que no le tengo; porque en muchas cosas lo he experimentado, que no comprende más de lo que le dan de comer, como dicen. Algunas veces se espantaba el que me confesaba de mis ignorancias; y jamás me di a entender, ni aun lo deseaba, cómo hizo Dios esto o pudo ser esto, ni lo preguntaba, aunque -como he dicho- [13] de muchos años acá trataba con buenos letrados. Si era una cosa pecado o no, esto sí; en lo demás no era menester más para mí de pensar hízolo Dios todo, y veía que no había de qué me espantar, sino por qué le alabar; y antes me hacen devoción las cosas dificultosas, y mientras más, más [14].

7. Diré, pues, lo que he visto por experiencia. El cómo el Señor lo hace, vuestra merced lo dirá mejor, y declarará todo lo que fuere oscuro y yo no supiere decir [15].

Bien me parecía en algunas cosas que era imagen lo que veía, mas por otras muchas no, sino que era el mismo Cristo, conforme a la claridad con que era servido mostrárseme. Unas veces era tan en confuso, que me parecía imagen, no como los dibujos de acá, por muy perfectos que sean, que hartos he visto buenos; [16] es disparate pensar que tiene semejanza lo uno con lo otro en ninguna manera, no más ni menos que la tiene una persona viva a su retrato, que por bien que esté sacado no puede ser tan al natural, que, en fin, se ve es cosa muerta. Mas dejemos esto, que aquí viene bien y muy al pie de la letra.

8. No digo que es comparación, que nunca son tan cabales, sino verdad, que hay la diferencia que de lo vivo a lo pintado, no más ni menos. Porque si es imagen, es imagen viva; no hombre muerto, sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios; no como estaba en el sepulcro, sino como salió de él después de resucitado; y viene a veces con tan grande majestad, que no hay quien pueda dudar sino que es el mismo Señor, en especial en acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo dice la fe. Represéntase tan señor de aquella posada, que parece toda deshecha el alma se ve consumir en Cristo. ¡Oh Jesús mío!, ¡quién pudiese dar a entender la majestad con que os mostráis! Y cuán Señor de todo el mundo y de los cielos y de otros mil mundos y sin cuento mundos y cielos [17] que Vos crearais, entiende el alma, según con la majestad que os representáis, que no es nada para ser Vos señor de ello.

9. Aquí se ve claro, Jesús mío, el poco poder de todos los demonios en comparación del vuestro, y cómo quien os tuviere contento puede repisar el infierno todo. Aquí ve la razón que tuvieron los demonios de temer cuando bajasteis al limbo [18], y tuvieran de desear otros mil infiernos más bajos para huir de tan gran majestad, y veo que queréis dar a entender al alma cuán grande es, y el poder que tiene esta sacratísima Humanidad junto con la Divinidad. Aquí se representa bien qué será el día del juicio ver esta majestad de este Rey, y verle con rigor para los malos [19]. Aquí es la verdadera humildad que deja en el alma [20], de ver su miseria, que no la puede ignorar. Aquí la confusión y verdadero arrepentimiento de los pecados, que aun con verle que muestra amor, no sabe adonde se meter, y así se deshace toda.

Digo que tiene tan grandísima fuerza esta visión, cuando el Señor quiere mostrar al alma mucha parte de su grandeza y majestad, que tengo por imposible, si muy sobrenatural [21] no la quisiese el Señor ayudar con quedar puesta en arrobamiento y éxtasis (que pierde el ver la visión de aquella divina presencia con gozar), sería, como digo, imposible sufrirla ningún sujeto.

¿Es verdad que se olvida después? -Tan imprimida queda aquella majestad y hermosura, que no hay poderlo olvidar, si no es cuando quiere el Señor que padezca el alma una sequedad y soledad grande que diré adelante [22], que aun entonces de Dios parece se olvida. Queda el alma otra, siempre embebida. Parécele comienza de nuevo amor vivo de Dios en muy alto grado, a mi parecer; que, aunque la visión pasada que dije [23] que representa Dios sin imagen es más subida, que para durar la memoria conforme a nuestra flaqueza, para traer bien ocupado el pensamiento, es gran cosa el quedar representado y puesta en la imaginación tan divina presencia. Y casi vienen juntas estas dos maneras de visión siempre; y aun es así que lo vienen, porque con los ojos del alma vese la excelencia y hermosura y gloria de la santísima Humanidad, y por estotra manera que queda dicha se nos da a entender cómo es Dios y poderoso y que todo lo puede y todo lo manda y todo lo gobierna y todo lo hinche su amor.

10. Es muy mucho de estimar esta visión, y sin peligro, a mi parecer, porque en los efectos se conoce no tiene fuerza aquí el demonio. Paréceme que tres o cuatro veces me ha querido representar de esta suerte al mismo Señor en representación falsa: toma la forma de carne, mas no puede contrahacerla [24] con la gloria que cuando es de Dios. Hace representaciones para deshacer la verdadera visión que ha visto el alma; mas así la resiste de sí y se alborota y se desabre e inquieta, que pierde la devoción y gusto que antes tenía, y queda sin ninguna oración.

A los principios fue esto -como he dicho- [25] tres o cuatro veces. Es cosa tan diferentísima, que, aun quien hubiere tenido sola oración de quietud, creo lo entenderá por los efectos que quedan dichos [26] en las hablas. Es cosa muy conocida y, si no se quiere dejar engañar un alma, no me parece la engañará, si anda con humildad y simplicidad. A quien hubiere tenido verdadera visión de Dios, desde luego casi se siente; porque, aunque comienza con regalo y gusto, el alma lo lanza de sí; y aun, a mi parecer, debe ser diferente el gusto; y no muestra apariencia de amor puro y casto. Muy en breve da a entender quién es. Así que, adonde hay experiencia, a mi parecer, no podrá el demonio hacer daño.

11. Pues ser imaginación esto, es imposible de toda imposibilidad. Ningún camino lleva, porque sola la hermosura y blancura de una mano es sobre toda nuestra imaginación: pues sin acordarnos de ello ni haberlo jamás pensado, ver en un punto presentes cosas que en gran tiempo no pudieran concertarse con la imaginación, porque va muy más alto -como ya he dicho- [27] de lo que acá podemos comprender...; así que esto es imposible. Y si pudiésemos algo en esto, aun se ve claro por estotro que ahora diré: porque si fuese representado con el entendimiento, dejado que no haría las grandes operaciones que esto hace, ni ninguna [28] (porque sería como uno que quisiese hacer que dormía y estáse despierto porque no le ha venido el sueño: él, como si tiene necesidad o flaqueza en la cabeza, lo desea, adormécese él en sí y hace sus diligencias y a las veces parece hace algo, mas si no es sueño de veras, no le sustentará ni dará fuerza a la cabeza, antes a las veces queda más desvanecida), así sería en parte acá [29], quedar el alma desvanecida, mas no sustentada y fuerte, antes cansada y disgustada. Acá no se puede encarecer la riqueza que queda: aun al cuerpo da salud y queda confortado.

12. Esta razón, con otras, daba yo cuando me decían que era demonio y que se me antojaba -que fue muchas veces- y ponía comparaciones como yo podía y el Señor me daba a entender. Mas todo aprovechaba poco. Porque como había personas muy santas en este lugar [30] (y yo en su comparación una perdición) y no los llevaba Dios por este camino, luego era el temor en ellos; que mis pecados parece lo hacían, que de uno en otro se rodeaba de manera [31], que lo venían a saber, sin decirlo yo sino a mi confesor o a quien él me mandaba.

13. Yo les dije una vez que si los que me decían esto me dijeran que a una persona [32] que hubiese acabado de hablar y la conociese mucho, que no era ella, sino que se me antojaba, que ellos lo sabían, que sin duda yo lo creyera más que lo que había visto. Mas si esta persona me dejara algunas joyas y se me quedaban en las manos por prendas de mucho amor, y que antes no tenía ninguna y me veía rica siendo pobre, que no podría creerlo, aunque yo quisiese. Y que estas joyas se las podría mostrar, porque todos los que me conocían veían claro estar otra mi alma, y así lo decía mi confesor. Porque era muy grande la diferencia en todas las cosas, y no disimulada, sino muy con claridad lo podían todos ver. Porque, como antes era tan ruin, decía yo que no podía creer que si el demonio hacía esto para engañarme y llevarme al infierno, tomase medio tan contrario como era quitarme los vicios y poner virtudes y fortaleza. Porque veía claro con estas cosas quedar en una vez otra [33].

14. Mi confesor, como digo -que era un padre bien santo de la Compañía de Jesús- [34], respondía esto mismo según yo supe. Era muy discreto y de gran humildad, y esta humildad tan grande me acarreó a mí hartos trabajos; porque, con ser de mucha oración y letrado, no se fiaba de sí, como el Señor no le llevaba por este camino [35]. Pasólos harto grandes conmigo de muchas maneras. Supe que le decían que se guardase de mí, no le engañase el demonio con creerme algo de lo que le decía. Traíanle ejemplos de otras personas. Todo esto me fatigaba a mí. Temía que no había de haber con quién me confesar, sino que todos habían de huir de mí. No hacía sino llorar.

15. Fue providencia de Dios querer él durar en oírme, sino que era tan gran siervo de Dios, que a todo se pusiera por El. Y así me decía que no ofendiese yo a Dios ni saliese de lo que él me decía; que no hubiese miedo me faltase. Siempre me animaba y sosegaba. Mandábame siempre que no le callase ninguna cosa. Yo así lo hacía. El me decía que haciendo yo esto, que aunque fuese demonio, no me haría daño, antes sacaría el Señor bien del mal que él quería hacer a mi alma. Procuraba perfeccionarla en todo lo que él podía. Yo, como traía tanto miedo, obedecíale en todo, aunque imperfectamente, que harto pasó conmigo tres años y más [36], que me confesó, con estos trabajos; porque en grandes persecuciones que tuve, y cosas hartas que permitía el Señor me juzgasen mal, y muchas estando sin culpa, con todo venían a él y era culpado por mí, estando él sin ninguna culpa.

16. Fuera imposible, si no tuviera tanta santidad -y el Señor que le animaba- poder sufrir tanto, porque había de responder a los que les parecía iba perdida, y no le creían; y por otra parte, habíame de sosegar a mí y de curar el miedo que yo traía, poniéndomele mayor. Me había por otra parte de asegurar, porque a cada visión, siendo cosa nueva, permitía Dios me quedasen después grandes temores. Todo me procedía de ser tan pecadora yo y haberlo sido. El me consolaba con mucha piedad y, si él se creyera a sí mismo, no padeciera yo tanto; que Dios le daba a entender la verdad en todo, porque el mismo Sacramento [37] le daba luz, a lo que yo creo.

17. Los siervos de Dios, que no se aseguraban, tratábanme mucho [38]. Yo, como hablaba con descuido algunas cosas que ellos tomaban por diferente intención (yo quería mucho al uno de ellos, porque le debía infinito mi alma y era muy santo; yo sentía infinito de que veía no me entendía, y él deseaba en gran manera mi aprovechamiento y que el Señor me diese luz), y así lo que yo decía -como digo- sin mirar en ello, parecíales poca humildad. En viéndome alguna falta -que verían muchas-, luego era todo condenado. Preguntábanme algunas cosas; yo respondía con llaneza y descuido. Luego les parecía los quería enseñar, y que me tenía por sabia. Todo iba a mi confesor, porque, cierto, ellos deseaban mi provecho. El a reñirme.

18. Duró esto harto tiempo, afligida por muchas partes, y con las mercedes que me hacía el Señor todo lo pasaba.

Digo esto para que se entienda el gran trabajo que es no haber quien tenga experiencia en este camino espiritual, que a no me favorecer tanto el Señor, no sé qué fuera de mí. Bastantes cosas había para quitarme el juicio, y algunas veces me veía en términos que no sabía qué hacer, sino alzar los ojos al Señor. Porque contradicción de buenos [39] a una mujercilla ruin y flaca como yo y temerosa, no parece nada así dicho, y con haber yo pasado en la vida grandísimos trabajos, es éste de los mayores.

Plega al Señor que yo haya servido a Su Majestad algo en esto; que de que le servían los que me condenaban y argüían, bien cierta estoy, y que era todo para gran bien mío.

Notas

Avanza en el relato de sus experiencias místicas. Primera aparición del Señor: «cómo le apareció por primera vez». Trata de explicarlo en clave doctrinal. Usa el término «aparecer» en acepción mística. En adelante lo utilizará con frecuencia (31, 2; 33, 12-13; 34, 19; 36, 20...). Anteriormente le ha servido para referir la «aparición» de fray Pedro de Alcántara, aún en vida (37, 29).

[1] Torna al tema de la visión referida en el c. 27, 2-5: «visión muy continua».

[2] García de Toledo.

[3] Sobrenaturalmente hermosa. Uso del término técnico «sobrenatural» como adverbio. De nuevo en el n. 9. Cf. 17, 7 nota 25.

[4] Probablemente el 25 de enero de 1561, fiesta de la conversión de San Pablo.

[5] Vuestra merced: García de Toledo. Alude la Santa a una «Relación» hecha anteriormente para dicho Padre. No ha llegado hasta nosotros. El «mucho me lo mandó» indica una vez más el vivo interés de este teólogo por los escritos de la Santa (cf. epílogo, n. 2).

[6] Trata de evaluar tres «maneras de visión». Es más perfecta la pasada (visión espiritual: c. 27, 2); más perfecta que ésta (visión imaginaria de que viene hablando); y ésta mucho más que las corporales (de las que acaba de decir que nunca las vio). Esta (la corporal) dicen que es la más baja (de menor calidad). - Nótese que en toda esta evaluación la Santa se remite a «lo que dicen los entendidos».

[7] Es decir: en comparación de una muy turbia...

[8] Tan de presto, tan súbitamente.

[9] Divertimiento: distracción.

[10] Lo dirá en el c. 29, 7.

[11] Es decir, la explicación teológica (o psicológica) la deja para los hombres de ciencia.

[12] García de Toledo.

[13] Lo ha dicho en los cc. 10, 9 y 13, 18.

[14] Y mientras más, más: cuanto más dificultosas son, más devoción me producen.

[15] Nótese en todo el pasaje la neta contraposición de los dos tipos de saber: ella «dirá lo que ha visto por experiencia»; a los técnicos de la teología les tocará explicarlo.

[16] Hartos (dibujos) he visto buenos: quedan numerosos testimonios del gusto de la Santa por la buena pintura. Y de su afición a las imágenes, especialmente de Cristo (Camino 34, 11). Ella misma bordaba primorosamente.

[17] Mil mundos y sin cuento mundos: mundos sin fin. - En la frase final: no es nada: el «no» es redundante.

[18] Reminiscencia de los textos litúrgicos que presentan el descenso del Resucitado «a los infiernos» (al limbo).

[19] Alusión a los textos evangélicos: Mt 24, 30; 25, 31...

[20] Humildad que deja la visión.

[21] Muy sobrenaturalmente (cf. nota 3).

[22] Lo dirá en el c. 30, nn. 12, 15, 18...

[23] Alude a la visión «intelectual» referida en el c. 27, 2. Dice que aunque ésta es «más subida» (cf. n. 4), sin embargo las «visiones imaginarias», por quedar más impresas en la memoria, pueden ser más útiles.

[24] Contrahacerla: imitarla o simularla.

[25] Lo ha dicho en este mismo número.

[26] En el c. 27, n. 7 y siguientes.

[27] Lo ha dicho en el n. 4 de este capítulo.

[28] Dejará la frase inconclusa, por introducir la comparación y el largo paréntesis. El sentido es: «si fuese fantaseado por el propio entendimiento, aparte que no haría los grandes efectos que hace la visión verdadera, la visión falsa dejaría al alma desvanecida...»

[29] Acá: en la visión falsa. Pero sigue inmediatamente otro «acá», que designa la visión verdadera. - Al final del número: conhortado, escribe la Santa (cf. 30, 9; 31, 4).

[30] En este lugar: Ávila.

[31] Es decir, que los secretos de la Santa pasaban o se corrían de manera que se hacían públicos...

[32] Más claro: «si... me dijeran de una persona a quien etc...».

[33] Es decir: «quedar de una vez cambiada o trasformada».

[34] «El P. Baltasar Alvarez», anotó el P. Gracián en su ejemplar. - El P. Baltasar -«de los mayores amigos que tengo», escribía la Santa ya al fin de su vida (carta a Isabel de Osorio, 8 de abril de 1580)-, fue jesuita, nacido en Cervera (La Rioja) en 1553. Rector de los Colegios de Medina, Salamanca y Villagarcía de Campos, Provincial varias veces y Visitador. Contaba de 25 a 26 años cuando asumió la dirección del alma de Santa Teresa (1558 ó 1559), de modo que la fina observación que hace enseguida la Santa: «no se fiaba de sí», es la más cabal alabanza que pueda hacerse de la prudencia de este joven jesuita recién ordenado sacerdote (1588).

[35] El Señor no le llevaba por este camino de gracias místicas. «Hizo en ella (en la Santa) rigurosas pruebas... y muy grandes exámenes y, entre otros, la hizo confesarse generalmente con el rostro descubierto en el colegio de San Gil de esta ciudad». (Dicho de Ana de los Angeles: BMC 19, 554). - Y el biógrafo del P. Baltasar añade: «Quitóla la comunión 20 días, para ver cómo lo llevaba» (L. DE LA PUENTE: Vida del P. Baltasar, c. 11).

[36] Pero fue su confesor por espacio de seis años, según confesión de la propia Santa: «Baltasar Alvarez, que es ahora (1576) rector de Salamanca, la confesó seis años» (Rel. 4, 1). Los tres años largos a que aquí alude la Santa, fueron los primeros, especialmente penosos: 1558-1561.

[37] El biógrafo de Baltasar Alvarez glosa así este pasaje: «En lo que dice en las últimas palabras 'que el sacramento le daba luz', apunta las revelaciones que (el P. Baltasar) tenía en la misa acerca de las personas que tenía a su cargo» (op. cit. c. 11). Con todo, cf. c. 23, 14 de Vida.

[38] Los siervos de Dios: los «cinco o seis» a que aludió en el c. 25. 14. - El más reacio, recordado enseguida, es el «caballero santo», Francisco de Salcedo.

[39] Contradicción de buenos a una mujercilla... parece cosa de nada, dicho así en suma (cf. c. 36, 22, y 30, 6).

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