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Capítulo 37
Trata de los efectos que le quedaban cuando el Señor le había hecho alguna merced. Junta con esto harto buena doctrina. Dice cómo se ha de procurar y tener en mucho ganar algún grado más de gloria, y que por ningún trabajo dejemos bienes que son perpetuos.
1. De mal se me hace [1] decir más de las mercedes que me ha hecho el Señor de las dichas [2], y aun son demasiadas para que se crea haberlas hecho a persona tan ruin; mas por obedecer al Señor, que me lo ha mandado, y a vuestras mercedes [3], diré algunas cosas para gloria suya. Plega a Su Majestad sea para aprovechar algún alma ver que a una cosa tan miserable ha querido el Señor así favorecer -¿qué hará a quien le hubiere de verdad servido?- y se animen todos a contentar a Su Majestad, pues aun en esta vida da tales prendas.
2. Lo primero, hase de entender que en estas mercedes que hace Dios al alma hay más y menos gloria. Porque en algunas visiones excede tanto la gloria y gusto y consuelo al que da en otras, que yo me espanto de tanta diferencia de gozar, aun en esta vida. Porque acaece ser tanta la diferencia que hay de un gusto y regalo que da Dios en una visión o en un arrobamiento, que parece no es posible poder haber más acá que desear [4] y así el alma no lo desea ni pediría más contento. Aunque después que el Señor me ha dado a entender la diferencia que hay en el cielo de lo que gozan unos a lo que gozan otros cuán grande es, bien veo que también acá no hay tasa en el dar cuando el Señor es servido, y así no querría yo la hubiese en servir yo a Su Majestad y emplear toda mi vida y fuerzas y salud en esto, y no querría por mi culpa perder un tantito de más gozar. Y digo así [5] que si me dijesen cuál quiero más, estar con todos los trabajos del mundo hasta el fin de él y después subir un poquito más en gloria, o sin ninguno irme a un poco de gloria más baja, que de muy buena gana tomaría todos los trabajos por un tantito de gozar más de entender las grandezas de Dios; pues veo que quien más le entiende más le ama y le alaba.
3. No digo que no me contentaría y tendría por muy venturosa de estar en el cielo, aunque fuese en el más bajo lugar, pues quien tal le tenía en el infierno, harta misericordia me haría en esto el Señor, y plega a Su Majestad vaya yo allá, y no mire a mis grandes pecados. Lo que digo es que, aunque fuese a muy gran costa mía, si pudiese y el Señor me diese gracia para trabajar mucho, no querría por mi culpa perder nada. ¡Miserable de mí, que con tantas culpas lo tenía perdido todo!
4. Hase de notar también que en cada merced que el Señor me hacía de visión o revelación quedaba mi alma con alguna gran ganancia, y con algunas visiones quedaba con muy muchas.
De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura, y la tengo hoy día, porque para esto bastaba sola una vez, ¡cuánto más tantas como el Señor me hace esta merced! Quedé con un provecho grandísimo y fue éste: tenía una grandísima falta de donde me vinieron grandes daños, y era ésta: que como comenzaba a entender que una persona me tenía voluntad y si me caía en gracia, me aficionaba tanto, que me ataba en gran manera la memoria a pensar en él, aunque no era con intención de ofender a Dios, mas holgábame de verle y de pensar en él y en las cosas buenas que le veía. Era cosa tan dañosa, que me traía el alma harto perdida. Después que vi la gran hermosura del Señor, no veía a nadie que en su comparación me pareciese bien ni me ocupase; que, con poner un poco los ojos de la consideración en la imagen que tengo en mi alma, he quedado con tanta libertad en esto, que después acá todo lo que veo me parece hace asco en comparación de las excelencias y gracias que en este Señor veía. Ni hay saber ni manera de regalo que yo estime en nada, en comparación del que es oír sola una palabra dicha de aquella divina boca, cuánto más tantas. Y tengo yo por imposible, si el Señor por mis pecados no permite se me quite esta memoria, podérmela nadie ocupar de suerte que, con un poquito de tornarme a acordar de este Señor, no quede libre.
5. Acaecióme con algún confesor (que siempre quiero mucho a los que gobiernan mi alma) como los tomo en lugar de Dios tan de verdad, paréceme que es siempre adonde mi voluntad más se emplea y, como yo andaba con seguridad, mostrábales gracia [6]. Ellos, como temerosos y siervos de Dios, temíanse no me asiese en alguna manera y me atase a quererlos, aunque santamente, y mostrábanme desgracia. Esto era después que yo estaba tan sujeta a obedecerlos, que antes no los cobraba ese amor. Yo me reía entre mí de ver cuán engañados estaban, aunque no todas veces trataba tan claro lo poco que me ataba a nadie como lo tenía en mí [7]. Mas asegurábalos y, tratándome más, conocían lo que debía al Señor; que estas sospechas que traían de mí, siempre era a los principios.
Comenzóme mucho mayor amor y confianza de este Señor en viéndole, como con quien tenía conversación tan continua. Veía que, aunque era Dios, que era hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres, que entiende nuestra miserable compostura [8], sujeta a muchas caídas por el primer pecado que El había venido a reparar. Puedo tratar como con amigo, aunque es señor. Porque entiendo no es como los que acá tenemos por señores, que todo el señorío ponen en autoridades postizas: ha de haber horas de hablar y señaladas personas que los hablen; si es algún pobrecito que tiene algún negocio, ¡más rodeos y favores y trabajos le ha de costar tratarlo! ¡Oh que si es con el Rey! [9], aquí no hay tocar gente pobre y no caballerosa, sino preguntar quién son los más privados; [10] y a buen seguro que no sean personas que tengan el mundo debajo de los pies, porque éstos hablan verdades, que no temen ni deben; [11] no son para palacio, que allí no se deben usar, sino callar lo que mal les parece, que aun pensarlo no deben osar por no ser desfavorecidos.
6. ¡Oh Rey de gloria y Señor de todos los reyes! ¡Cómo no es vuestro reino armado de palillos, pues no tiene fin! ¡Cómo no son menester terceros [12] para Vos! Con mirar vuestra persona, se ve luego que es sólo el que merecéis que os llamen Señor, según la majestad mostráis. No es menester gente de acompañamiento ni de guarda para que conozcan que sois Rey. Porque acá un rey solo mal se conocerá por sí. Aunque él más quiera ser conocido por rey, no le creerán, que no tiene más que los otros; es menester que se vea por qué lo creer, y así es razón tenga estas autoridades postizas, porque si no las tuviese no le tendrían en nada. Porque no sale de sí el parecer poderoso. De otros le ha de venir la autoridad.
¡Oh Señor mío, oh Rey mío! ¡Quién supiera ahora representar la majestad que tenéis! Es imposible dejar de ver que sois gran Emperador en Vos mismo, que espanta mirar esta majestad; mas más espanta, Señor mío, mirar con ella vuestra humildad y el amor que mostráis a una como yo. En todo se puede tratar y hablar con Vos como quisiéramos, perdido el primer espanto y temor de ver vuestra majestad, con quedar mayor para no ofenderos; mas no por miedo del castigo, Señor mío, porque éste no se tiene en nada en comparación de no perderos a Vos.
7. Hela aquí los provechos de esta visión, sin otros grandes que deja en el alma. Si es de Dios, entiéndese por los efectos, cuando el alma tiene luz; porque, como muchas veces he dicho [13], quiere el Señor que esté en tinieblas y que no vea esta luz, y así no es mucho tema la que se ve tan ruin como yo. No ha más que ahora que me ha acaecido estar ocho días que no parece había en mí ni podía tener conocimiento de lo que debo a Dios, ni acuerdo de las mercedes, sino tan embobada el alma y puesta no sé en qué, ni cómo, no en malos pensamientos, mas para los buenos estaba tan inhábil, que me reía de mí y gustaba de ver la bajeza de un alma cuando no anda Dios siempre obrando en ella. Bien ve que no está sin El en este estado, que no es como los grandes trabajos que he dicho tengo algunas veces; [14] mas aunque pone leña y hace eso poco que puede de su parte, no hay arder el fuego de amor de Dios [15]. Harta misericordia suya es que se ve el humo, para entender que no está del todo muerto. Torna el Señor a encender [16], que entonces un alma, aunque se quiebre la cabeza en soplar y en concertar los leños, parece que todo lo ahoga más. Creo es lo mejor rendirse del todo a que no puede nada por sí sola, y entender en otras cosas -como he dicho- [17] meritorias; porque por ventura la quita el Señor la oración para que entienda en ellas y conozca por experiencia lo poco que puede por sí.
8. Es cierto que yo me he regalado hoy con el Señor y atrevido a quejarme de Su Majestad, y le he dicho: «¿cómo Dios mío, que no basta que me tenéis en esta miserable vida, y que por amor de Vos paso por ello, y quiero vivir adonde todo es embarazos para no gozaros, sino que he de comer y dormir y negociar y tratar con todos, y todo lo paso por amor de Vos, pues bien sabéis, Señor mío, que me es tormento grandísimo, y que tan poquitos ratos como me quedan para gozar de Vos os me escondáis? ¿Cómo se compadece esto [18] en vuestra misericordia? ¿Cómo lo puede sufrir el amor que me tenéis? Creo yo, Señor, que si fuera posible poderme esconder yo de Vos, como Vos de mí, que pienso y creo del amor que me tenéis que no lo sufrierais; mas estáisos Vos conmigo, y veisme siempre. ¡No se sufre esto, Señor mío! Suplícoos miréis que se hace agravio a quien tanto os ama».
9. Esto y otras cosas me ha acaecido decir, entendiendo primero cómo era piadoso [19] el lugar que tenía en el infierno para lo que merecía. Mas algunas veces desatina tanto el amor, que no me siento, sino que en todo mi seso doy estas quejas, y todo me lo sufre el Señor. ¡Alabado sea tan buen Rey! ¡Llegáramos a los de la tierra con estos atrevimientos!... Aun ya al rey no me maravillo que no se ose hablar, que es razón se tema, y a los señores que representan ser cabezas; mas está ya el mundo de manera, que habían de ser más largas las vidas para deprender los puntos y novedades y maneras que hay de crianza, si han de gastar algo de ella en servir a Dios. Yo me santiguo [20] de ver lo que pasa. El caso es que ya yo no sabía cómo vivir cuando aquí me metí; porque no se toma de burla cuando hay descuido en tratar con las gentes mucho más que merecen, sino que tan de veras lo toman por afrenta, que es menester hacer satisfacciones de vuestra intención, si hay -como digo- descuido; y aun plega a Dios lo crean.
10. Torno a decir que, cierto, yo no sabía cómo vivir, porque se ve una pobre de alma fatigada: ve que la mandan que ocupe siempre el pensamiento en Dios y que es necesario traerle en El para librarse de muchos peligros; por otro cabo ve que no cumple perder punto en puntos de mundo [21], so pena de no dejar de dar ocasión a que se tienten los que tienen su honra puesta en estos puntos. Traíame fatigada, y nunca acababa de hacer satisfacciones [22], porque no podía -aunque lo estudiaba- dejar de hacer muchas faltas en esto, que, como digo, no se tiene en el mundo por pequeña.
¿Y es verdad que en las Religiones, que de razón habíamos en estos casos estar disculpados, hay disculpa? -No, que dicen que los monasterios ha de ser corte de crianza y de saberla. Yo cierto que no puedo entender esto. He pensado si dijo algún santo que había de ser corte para enseñar a los que quisiesen ser cortesanos del cielo, y lo han entendido al revés. Porque traer este cuidado quien es razón le traiga continuo en contentar a Dios y aborrecer el mundo, que le pueda traer tan grande en contentar a los que viven en él en estas cosas que tantas veces se mudan, no sé cómo. Aun si se pudiera deprender de una vez, pasara; mas aun para títulos de cartas es ya menester haya cátedra [23], adonde se lea cómo se ha de hacer -a manera de decir-, porque ya se deja papel de una parte, ya de otra, y a quien no se solía poner magnífico, se ha de poner ilustre [24].
11. Yo no sé en qué ha de parar, porque aún no he yo cincuenta años [25], y en lo que he vivido he visto tantas mudanzas, que no sé vivir; pues los que ahora nacen y vivieren muchos, ¿qué han de hacer? Por cierto, yo he lástima a gente espiritual que está obligada a estar en el mundo por algunos santos fines, que es terrible la cruz que en esto llevan. Si se pudiesen concertar todos y hacerse ignorantes y querer que los tengan por tales en estas ciencias, de mucho trabajo se quitarían.
12. Mas ¡en qué boberías me he metido! Por tratar en las grandezas de Dios, he venido a hablar de las bajezas del mundo. Pues el Señor me ha hecho merced en haberle dejado, quiero ya salir de él. Allá se avengan los que sustentan con tanto trabajo estas naderías. Plega a Dios que en la otra vida, que es sin mudanzas, no las paguemos. Amén.
Notas
* Comienza la última sección del libro, redactada bajo la presión de los teólogos asesores y por impulso interior («por obedecer al Señor que me lo ha mandado», n. 1). Tras el relato de la fundación de San José (cc. 32-36), vuelve al argumento de su vida interior: pocos episodios externos y predominio de gracias místicas. Todas ellas del período más reciente: años 1563-1565.
[1] De mal se me hace: lo siento, me contraría...
[2] En otro orden: acerca de las mercedes que me ha hecho el Señor, decir más que las ya dichas...
[3] Vuestras mercedes: Alusión al P. García de Toledo y, probablemente, al P. Domingo Báñez.
[4] En otro orden: poder haber acá más (cosas) que desear...
[5] Orden de las dos frases: ... perder de gozar un tantito más. Y así digo...
[6] Mostrábales gracia... (y enseguida) mostrábanme desgracia...: mostrar agrado o desagrado, simpatía o antipatía.
[7] Tan claro... como lo tenía en mí: como era claro para mí.
[8] Compostura: hechura, condición natural.
[9] Fray Luis (p. 478) y otros editores leen: «o que si es el rey, aquí no hay tocar...». - Aquí equivale a: «en este caso».
[10] Los más privados: los validos.
[11] No temen ni deben: frase proverbial que equivale a: «obras sin miramiento ni respetos humanos».
[12] Terceros (sustantivo): mediador (cf. C. 3, 9. - En Const. 15. 18. 38 equivale a «acompañante»).
[13] En el c. 30, 8-18.
[14] Ib.
[15] Así el autógrafo. Los editores modernos, inducidos a error por la edición fotolitográfica del mismo, omiten las palabras «de Dios», en contra de fray Luis que editó correctamente (p. 481). Cf. esa misma imagen en el c. 39, 23.
[16] Acender, escribe la Santa.
[17] Lo ha aconsejado ya en el c. 11, 15-16.
[18] Equivale a: «cómo se compagina esto con...»
[19] Piadoso: benigno, no cruel.
[20] Yo me santiguo: me asombro, me hago cruces (cf. c. 19, 10.
[21] No cumple: no es conveniente (cf. c. 16, 6). - Perder punto en puntos de mundo: irónico juego de palabras: perder detalle en puntillos de honra o en etiqueta mundana.
[22] Hacer satisfacciones: pedir excusas...
[23] Cátedra (ella escribe «cátreda») en que se lea: en que se den lecciones.
[24] Dura crítica de aquella sociedad. Volverá a criticarla en c. 2, 4; 27, 5. Felipe II hubo de publicar una pragmática reguladora de esos tratamientos (8 de octubre de 1586).
[25] No he (tengo) yo cincuenta años: escribe esto a fines de 1565, y había nacido el 28.3.1515: 50 años.
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