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Epílogo
Jhs
1. Hame parecido poner aquí cómo las monjas de San José de Avila, que fue el primer monasterio que se fundó -cuya fundación.está en otra parte escrita y no en este libro-, siendo fundado a la obediencia del Ordinario, se pasó a la de la Orden.
2. Cuando él se fundó era obispo don Alvaro de Mendoza, el que lo es ahora de Palencia, y todo lo que estuvo en Avila fueron en extremo favorecidas las monjas. Y cuando se le dio la obediencia, entendí yo de nuestro Señor que convenía dársela, y parecióse bien después; porque, en todas las diferencias de la Orden tuvimos gran favor en él y otras muchas cosas que se ofrecieron adonde se vio claro, y nunca él consintió fuesen visitadas de clérigo ni hacía en aquel monasterio más de lo que yo le suplicaba. De esta manera pasó diecisiete años, pocos más o menos, que no me acuerdo, ni yo pretendía se mudase obediencia.
3. Pasados éstos, diose el obispado de Palencia al obispo de Avila.
En este tiempo yo estaba en el monasterio de Toledo, y díjome nuestro Señor que convenía que las monjas de San José diesen la obediencia a la Orden, que lo procurase, porque a no hacer esto, presto vería el relajamiento de aquella casa. Yo, como había entendido era bien darla al Ordinario, parecía se contradecía. No sabía qué me hacer. Díjelo a mi confesor, que era el que es ahora obispo de Osma, muy gran letrado. Díjome que eso no hacía al caso, que para entonces debía ser menester aquello, y para ahora estotro, y hase visto bien claro ser así verdad en muy muchas cosas, y que él veía estaría mejor aquel monasterio junto con estotros, que no solo.
4. Hízome ir a Avila a tratar de ello. Hallé al Obispo de bien diferente parecer, que en ninguna manera estaba en ello. Mas como le dije algunas razones del daño que las podía venir, y él las quería muy mucho y fue pensando en ellas, y como tiene muy buen entendimiento y Dios que ayudó, pensó otras razones más pesadas que yo le había dicho y resolvióse a hacerlo. Aunque algunos clérigos le iban a decir no convenía, no aprovechó.
5. Eran menester los votos de las monjas. A algunas se les hacía muy grave. Mas como me querían bien, llegáronse a las razones que les decía, en especial el ver que, faltado el Obispo, a quien la Orden debía tanto y yo quería, que no me habían de tener más consigo. Esto les hizo mucha fuerza, y así se concluyó cosa tan importante, que todas y todos han visto claro cuán perdida quedaba la casa en hacer lo contrario.
¡Bendito sea el Señor, que con tanto cuidado mira lo que toca a sus siervas! Sea por siempre bendito, amén.
Del director
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