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Las «Relaciones» (III)

Capítulo 10

Estando yo pensando cómo en un aviso que me había dado el Señor que diese, no entendía yo nada, aunque se lo suplicaba y pensaba debía ser demonio, díjome que no era, que El me avisaría cuando fuese tiempo.

Capítulo 11

Estando pensando una vez con cuánta más limpieza se vive estando apartada de negocios, y cómo cuando yo ando en ellos debo andar mal y con muchas faltas, entendí: «No puede ser menos, hija; procura en todo recta intención y desasimiento, y mirarme a mí, que vaya lo que hicieres conforme a lo que yo hice».

Capítulo 12.

Estando pensando qué seria la causa de no tener ahora casi nunca arrobamientos en público, entendí: «No conviene ahora; bastante crédito tienes para lo que Yo pretendo; vamos mirando la flaqueza de los maliciosos».

Capítulo 13

Estando un día muy penada por el remedio de la Orden, me dijo el Señor: «Haz lo que es en ti y déjame tú a Mí y no te inquietes por nada; goza del bien que te ha sido dado, que es muy grande; mi Padre se deleita contigo y el Espíritu Santo te ama».

Capítulo 14

Un día me dijo el Señor: «Siempre deseas los trabajos, y por otra parte los rehusas: Yo dispongo las cosas conforme a lo que sé de tu voluntad y no conforme a tu sensualidad y flaqueza. Esfuérzate, pues ves lo que te ayudo. He querido que ganes tú esta corona. En tus días, verás muy adelantada la Orden de la Virgen».

Esto entendí del Señor mediado febrero, año de 1571.

Capítulo 15

1. Todo ayer me hallé con gran soledad, que, si no fue cuando comulgué, no hizo en mí ninguna operación ser día de la Resurrección. Anoche estando con todas dijeron un cantarcillo de cómo era recio de sufrir vivir sin Dios. Como estaba ya con pena, fue tanta la operación que me hizo, que se me comenzaron a entumecer las manos, y no bastó resistencia, sino que como salgo de mí por los arrobamientos de contento, de la misma manera se suspende el alma con la grandísima pena, que queda enajenada, y hasta hoy no lo he entendido; antes, de unos días acá, me parecía no tener tan grandes ímpetus como solía, y ahora me parece que.es la causa esto que he dicho, no sé yo si puede ser, que antes no llegaba la pena a salir de mí, y como es tan intolerable, y yo me estaba en mis sentidos, hacíame dar gritos grandes sin poderlo excusar; ahora, como ha crecido, ha llegado a términos de este traspasamiento y entendiendo más el que nuestra Señora tuvo, que hasta hoy -como digo- no he entendido qué es traspasamiento.

Quedó tan quebrantado el cuerpo, que aun esto escribo hoy con harta pena, que quedan como descoyuntadas las manos y con dolor.

2. Diráme vuestra merced de que me vea, si puede ser este enajenamiento de pena, y si lo siento como es o me engaño.

3. Hasta esta mañana estaba con esta pena, que estando en oración tuve un gran arrobamiento y parecíame que nuestro Señor me había llevado el espíritu junto a su Padre y díjole: «Esta que me diste te doy», y parecíame que me llegaba a sí. Esto no es cosa imaginaria, sino con una certeza grande y una delicadeza tan espiritual, que todo no se sabe decir. Díjome algunas palabras, que no se me acuerdan; de hacerme merced eran algunas. Duró algún espacio tenerme cabe sí.

4. Como vuestra merced se fue ayer tan presto y yo veo las muchas ocupaciones que tiene para poderme yo consolar con él aun lo necesario, porque veo son más necesarias las ocupaciones de vuestra merced, quedé un rato con pena y tristeza. Como yo tenía la soledad que he dicho, ayudaba; y como criatura de la tierra no me parece me tiene asida, diome algún escrúpulo, temiendo no comenzase a perder esta libertad. Esto era anoche. Y respondióme hoy nuestro Señor a ello, y díjome que no me maravillase, que así como los mortales desean compañía para comunicar sus contentos sensuales, así el alma la desea -cuando haya quien la entienda-comunicar sus gozos y penas y se entristece no tener con quién.

Díjome: «El va ahora bien y me agradan sus obras».

5. Como estuvo algún espacio conmigo, acordóseme que había yo dicho a vuestra merced que pasaban de presto estas visiones.

Díjome que había diferencia de esto a las imaginarias y que no podía en las mercedes que nos hacía haber regla cierta, porque unas veces convenía de una manera y otras de otra.

6. Un día, después de comulgar, me parece clarísimamente se sentó cabe mí nuestro Señor y comenzóme a consolar con grandes.regalos, y díjome entre otras cosas: «Vesme aquí, hija, que yo soy; muestra tus manos», y parecíame que me las tomaba y llegaba a su costado, y dijo: «Mira mis llagas. No estás sin mí. Pasa la brevedad de la vida».

En algunas cosas que me dijo, entendí que después que subió a los cielos, nunca bajó a la tierra, si no es en el Santísimo Sacramento, a comunicarse con nadie.

Díjome que en resucitando había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad, que la pena la tenía tan absorta y traspasada, que aún no tornaba luego en sí para gozar de aquel gozo (por aquí entendí esotro mi traspasamiento, bien diferente; mas ¡cuál debía ser el de la Virgen!); y que había estado mucho con ella; porque había sido menester hasta consolarla.

Capítulo 16

1. El martes después de la Ascensión, habiendo estado un rato en oración después de comulgar con pena, porque me divertía de manera que no podía estar en una cosa, quejábame al Señor de nuestro miserable natural. Comenzó a inflamarse mi alma, pareciéndome que claramente entendía tener presente a toda la Santísima Trinidad en visión intelectual, adonde entendió mi alma por cierta manera de representación, como figura de la verdad, para que lo pudiese entender mi torpeza, cómo es Dios trino y uno; y así me parecía hablarme todas tres Personas, y que se representaban dentro en mi alma distintamente, diciéndome que desde este día vería mejoría en mí en tres cosas, que cada una de estas Personas me hacían merced: la una en la caridad y en padecer con contento, en sentir esta caridad con encendimiento en el alma. Entendí aquellas palabras que dice el Señor: que estarán con el alma que está en gracia las tres divinas Personas, porque las veía dentro de mí por la manera dicha.

2. Estando yo después agradeciendo al Señor tan gran merced, hallándome indigna de ella, decía a Su Majestad con harto sentimiento, que, pues me había de hacer semejantes mercedes, que por qué me había dejado de su mano para que fuese tan ruin, porque el día antes había tenido gran pena por mis pecados, teniéndolos presentes. Veía claramente lo mucho que el Señor había puesto de su parte, desde que era muy niña, para allegarme.a sí con medios harto eficaces y cómo todos no me aprovecharon.

Por donde claro se me representó el excesivo amor que Dios nos tiene en perdonar todo esto, cuando nos queremos tornar a El, y más conmigo que con nadie, por muchas causas.

Parece quedaron en mi alma tan imprimidas aquellas tres Personas que vi, siendo un solo Dios, que a durar así imposible sería dejar de estar recogida con tan divina compañía.

Otras algunas cosas y palabras que aquí se pasaron, no hay para qué escribir.

Capítulo 17

Una vez poco antes de esto, yendo a comulgar, estando la Forma en el relicario -que aún no se me había dado-, vi una manera de paloma que meneaba las alas con ruido. Turbóme tanto y suspendióme, que con harta fuerza tomé la forma. Esto era todo en San José de Avila. Dábame el Santísimo Sacramento el Padre Francisco de Salcedo.

Otro día, oyendo su misa, vi al Señor glorificado en la Hostia.

Díjome que le era aceptable su sacrificio.

Capítulo 18

Esta presencia de las tres Personas que dije al principio, he traído hasta hoy -que es día de la Conmemoración de San Pablo-presentes en mi alma muy ordinario, y como yo estaba mostrada a traer sólo a Jesucristo siempre, parece me hacía algún impedimento ver tres Personas, aunque entiendo es un solo Dios, y díjome hoy el Señor, pensando yo en esto: que erraba en imaginar las cosas del alma con la representación que las del cuerpo; que entendiese que eran muy diferentes, y que era capaz el alma para gozar mucho.

Parecióme se me representó como cuando en una esponja se incorpora y embebe el agua; así me parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad y por cierta manera gozaba en sí y tenía las tres Personas También entendí: «No trabajes tú de tenerme a Mí encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí». Parecíame que de dentro de mi alma -que estaban y vía yo estas tres Personas- se comunicaban a todo lo criado, no haciendo falta ni faltando de estar conmigo.

Capítulo 19

Estando, pocos días después de esto que digo, pensando si tenían razón los que les parecía mal que yo saliese a fundar, y que estaría yo mejor empleándome siempre en oración, entendí: «Mientras se vive, no está la ganancia en procurar gozarme más, sino en hacer mi voluntad».

Parecíame a mí que, pues San Pablo dice del encerramiento de las mujeres -que me han dicho poco ha y aun antes lo había oído-, que ésta sería la voluntad de Dios. Díjome: «Diles que no se sigan por sola una parte de la Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme las manos».

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