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Las «Relaciones» (VI)

Capítulo 40 (=39-40)

Es cosa de mi alma y conciencia. Nadie la lea aunque me muera, sino dése al Padre Maestro Gracián Jhs

1. Año de 1575 en el mes de abril, estando yo en la fundación de Beas, acertó a venir allí el Maestro fray Jerónimo de la Madre de Dios Gracián, y habiéndome yo confesado con él algunas veces, aunque no teniéndole en el lugar que a otros confesores había tenido para del todo gobernarme por él, estando un día comiendo sin ningún recogimiento interior, se comenzó mi alma a suspender y recoger de suerte que pensé me quería venir algún arrobamiento, y representóseme esta visión con la brevedad ordinaria, que es como un relámpago.

2. Parecióme que estaba junto a mí nuestro Señor Jesucristo de la forma que Su Majestad se me suele representar, y hacia el lado derecho estaba el mismo maestro Gracián y yo al izquierdo.

Tomónos el Señor las manos derechas y juntólas y díjome que éste quería tomase en su lugar mientras viviese, y que entrambos nos conformásemos en todo, porque convenía así.

3. Quedé con una seguridad tan grande de que era de Dios, que aunque se me ponían delante dos confesores que había tenido mucho tiempo y a quien había seguido y debido mucho, que me hacían resistencia harta (en especial el uno me la hacía muy grande, pareciéndome le hacía agravio; era el gran respeto y amor que le tenía), la seguridad con que de aquí quedé de que me convenía aquello y el alivio de parecer que había ya acabado de andar a cada cabo que iba con diferentes pareceres y algunos que me hacían padecer harto por no me entender, aunque jamás dejé a ninguno pareciéndome estaba la falta en mí, hasta que se iba o yo me iba. Tornóme otras dos veces a decir el Señor que no temiese pues él me le daba, con diferentes palabras. Y así me determiné a no hacer otra cosa, y propuse en mí llevarlo adelante mientras viviese, siguiendo en todo su parecer como no fuese notablemente contra Dios, de lo que estoy bien cierta no será, porque el mismo.propósito que yo tengo de seguir en todo lo más perfecto, creo tiene, según por algunas cosas he entendido.

4. He quedado con una paz y alivio tan grande que me ha espantado y certificado lo quiere el Señor, porque esta paz tan grande del alma y consuelo no me parece podría ponerla el demonio. Paréceme he quedado sin mí, de un arte que no lo sé decir, sino que cada vez que se me acuerda alabo de nuevo a nuestro Señor, y se me acuerda de aquel verso que dice: «Qui posuit fines suos in pace», y querríame deshacer en alabanzas de Dios.

Paréceme ha de ser para gloria suya, y así torno a proponer ahora de no hacer jamás mudanza.

5. El segundo día de Pascua del Espíritu Santo, después de esta mi determinación, viniendo yo a Sevilla, oímos misa en una ermita en Ecija, y en ella nos quedamos la siesta; estando mis compañeras en la ermita y yo sola en una sacristía que allí había, comencé a pensar la gran merced que me había hecho el Espíritu Santo una víspera de esta Pascua, y diéronme grandes deseos de hacerle un señalado servicio; y no hallaba cosa que no estuviese hecha. Y acordé que, puesto que el voto de la obediencia tenía hecho, no en la manera que se podía hacer de perfección, y representóseme que le sería agradable prometer lo que ya tenía propuesto con el Padre fray Jerónimo: y por una parte me parecía no hacía en ello nada, por otra se me hacia una cosa muy recia, considerando que con los prelados no se descubre lo interior, y que en fin se mudan y viene otro si con uno no se hallan bien, y que era quedar sin ninguna libertad interior y exteriormente toda la vida. Y apretóme un poco y aun harto para no lo hacer.

6. Esta misma resistencia que hizo a mi voluntad, me causó afrenta y parecerme ya había algo que no hacía por Dios ofreciéndoseme, de lo que yo he huido siempre. El caso es que apretó de manera la dificultad que no me parece he hecho cosa en mi vida, ni el hacer profesión que me hiciese mas resistencia, fuera de cuando salí de casa de mi padre para ser monja. Y fue la causa que no se me ponía delante lo que le quiero, antes entonces como a extraño le consideraba, ni las partes que tiene, sino sólo si sería bien hacer aquello por el Espíritu Santo. En las dudas que se me representaban si sería servicio de Dios o no, creo estaba el detenerme

7. Al cabo de un rato de batalla, dióme el Señor una gran confianza, pareciéndome que yo hacía aquella promesa por el Espíritu Santo, que obligado quedaba a darle luz para que me la diese, junto con acordarme que me le había dado Jesucristo nuestro Señor; y con esto me hinqué de rodillas y prometí de hacer todo cuanto me dijese por toda mi vida, como no fuese contra Dios ni los prelados a quien tenía obligación. Advertí que no fuese sino en cosas graves, por quitar escrúpulos, como si importunándole una cosa me dijese no le hablase en ello más o algunas de mi regalo o el suyo, que son niñerías, que no se quiere dejar de obedecer, y que de todas mis faltas y pecados no le encubriría cosa a sabiendas, que también es esto más que lo que se hace con las prelados; en fin, tenerle en lugar de Dios interior y exteriormente.

8. Ni sé si merecí, mas gran cosa me parecía había hecho por el Espíritu Santo, al menos todo lo que supe, y así quedé con gran satisfacción y alegría, y lo he estado después acá; y pensando quedar apretada, con mayor libertad y muy confiada le ha de hacer nuestro Señor nuevas mercedes por este servicio que yo le he hecho para que a mí me alcance parte y en todo me dé luz.

Bendito sea el que crió persona que me satisficiese de manera que yo me atreviese a hacer esto.

Capítulo 41

Jhs

1. Año de 1575 en el mes de abril. Estando yo en la fundación de Veas, acertó a venir allí el maestro fray Jerónimo de la Madre de Dios Gracián. Comencéme a confesar con él algunas veces, aunque no teniéndole en el lugar que a otros confesores había tenido para del todo gobernarme por él. Estando yo un día comiendo, sin ningún recogimiento interior, se comenzó mi alma a suspender y recoger de suerte que pensé me quería venir algún arrobamiento, y representóseme esta visión con la brevedad ordinaria, que es como un relámpago:

2. Parecióme ver junto a mí a nuestro Señor Jesucristo de la forma que su Majestad se me suele representar, y hacia su lado derecho estaba el mismo maestro Gracián: tomó el Señor su mano derecha.y la mía y juntólas y díjome que éste quería tomase en su lugar toda mi vida y que entrambos nos conformásemos en todo, porque convenía así.

3. Quedé con una seguridad tan grande de que era Dios, que aunque se me ponían delante dos confesores que había en veces tenido mucho tiempo y seguido y a quien he debido mucho (en especial el uno a quien tengo gran voluntad, me hacía terrible resistencia), con todo no me pudiendo persuadir a que esta visión era engaño, porque hizo en mí gran operación y fuerza, junto con decirme otras dos veces que no temiese, que él quería esto, por diferentes palabras, que en fin me determiné a hacerlo, entendiendo era voluntad del Señor, y seguir aquel parecer todo lo que viviese, lo que jamás había hecho con nadie, habiendo tratado con hartas personas de grandes letras y santidad y que miraban por mi alma con gran cuidado. Mas tampoco había yo entendido cosa semejante para que no hiciese mudanza, que el tomarlos por confesores, de algunos había entendido que me convenía y a ellos también.

4. Determinada a eso, quedé con una paz y alivio tan grande que me ha espantado y certificado lo quiere el Señor; porque esta paz y consuelo tan grande del alma no me parece le puede poner el demonio. Y así cuando se me acuerda alabo al Señor y se me representa aquel verso: «qui posuit fines suos in pace», y querríame deshacer en alabanzas de Dios.

5. Debía ser como un mes después de esta mi determinación, segundo día de Pascua del Espíritu Santo, viniendo yo a la fundación de Sevilla, oímos misa en una ermita en Ecija, y allí nos quedamos la siesta. Estando mis compañeras en la ermita, yo me quedé sola en una sacristía que había en ella; comencé a pensar una gran merced que me había hecho el Espíritu Santo una víspera de esta fiesta, y vínome gran deseo de hacerle un muy señalado servicio; y no hallaba cosa que no la tuviese hecha, al menos determinada, que hecho todo debe ser falto. Y acordé que, puesto que el voto de obediencia tenía hecho, que se podía hacer con más perfección, y representóseme que le sería agradable prometer lo que ya tenía propuesto de obedecer al padre maestro fray Jerónimo: y por una parte me parecía no hacía en ello nada, porque ya estaba determinada a hacerlo. Por otra se me hacía una cosa recísima, considerando que con los prelados que se hace voto no se descubre el interior, y se mudan y, si con uno no se halla bien,.viene otro, y que era quedar sin ninguna libertad exterior e interiormente toda la vida. Y apretóme esto harto para no lo hacer.

6. Esta misma resistencia que hizo mi voluntad me causó afrenta y parecerme que ya se ofrecía algo que hacer por Dios que no lo hacía, que era cosa recia para la determinación que tengo de servirle. El caso es que apretó de manera la dificultad que no me parece he hecho cosa en mi vida, ni el hacer profesión, que se me hiciese tan grave, salvo cuando salí de casa de mi padre para ser monja. Y fue la causa que se me olvidó lo que le quiero y las partes que tiene para mi propósito, antes entonces como a extraño le consideraba, que me ha espantado; sino un gran temor si no era servicio de Dios, y el natural que es amigo de libertad debía hacer su oficio, aunque yo ha años que no gusto de tenerla, mas otra cosa me parecía era por voto, como a la verdad lo es.

7. A cabo de un rato de batalla, diome el Señor una gran confianza, pareciéndome era mejor mientras más sentía, y que pues yo hacía aquella promesa por el Espíritu Santo. que obligado quedaba a darle luz para que me la diese, junto con acordarme que me la había dado nuestro Señor; y con esto me hinqué de rodillas y prometí de hacer todo cuanto me dijese toda mi vida, por hacer este servicio al Espíritu Santo, como no fuese contra Dios y contra los prelados que tengo más obligación. Advertí que no me obligaba a cosas de poco momento, como es si yo le importuno una cosa y me dice que lo deje, y me descuido y torno, y en cosas de mi regalo; en fin, que no sean naderías que se hacen sin advertencia, y que de todas mis faltas y pecados e interior no le encubriría cosa a sabiendas, que esto también es más que lo que se hace con los prelados; en fin tenerle en lugar de Dios exterior e interiormente.

8. No sé si es así, mas gran cosa me parecía haber hecho por el Espíritu Santo, al menos todo lo que supe, y bien poco para lo que le debo. Alabo a Dios que crió persona en quien quepa, que de esto quedé confiadísima que le ha de hacer su Majestad mercedes nuevas; y yo tan alegre y contenta que de todo punto me parece había quedado libre de mí; y pensando quedar apretada con la sujeción, he quedado con muy mayor libertad. Sea el Señor por todo alabado.

Capítulo 42

Estando el día de la Magdalena considerando la amistad que estoy obligada a tener a nuestro Señor conforme a las palabras que me ha dicho sobre esta Santa, y teniendo grandes deseos de imitarla, y me hizo el Señor una gran merced y me dijo: que de aquí adelante me esforzase, que le había de servir más que hasta aquí. Dióme deseo de no me morir tan presto, porque hubiese tiempo para emplearme en esto, y quedé con gran determinación de padecer.

Capítulo 43

Estaba un día muy recogida encomendando a Dios a Eliseo.

Entendí: «Es mi verdadero hijo, no le dejare de ayudar», o una palabra de esta suerte, que no me acuerdo bien.

Capítulo 44

1. Acabando la víspera de San Lorenzo de comulgar, estaba el ingenio tan distraído y divertido, que no me podía valer, y comencé a haber envidia de los que están en los desiertos, pareciéndome que como no oyesen ni viesen nada, estaban libres de este divertimiento. Entendí: «Mucho te engañas, hija, antes allí tienen más fuertes las tentaciones de los demonios; ten paciencia, que mientras se vive no se excusa».

2. Estando en esto, súbitamente me vino un recogimiento con una luz tan grande interior que me parece estaba en otro mundo, y hallóse el espíritu dentro de sí en una floresta y huerto muy deleitoso tanto, que me hizo acordar de lo que se dice en los Cantares: Veniat dilectus meus in hortum suum. Vi allí a mi Eliseo, cierto nonada negro, sino con una hermosura extraña; encima de la cabeza tenía como una guirnalda de gran pedrería, y muchas doncellas que andaban allí delante de él con ramas en las manos, todas cantando cánticos de alabanzas de Dios. Yo no hacía sino abrir los ojos para si me distraía, y no bastaba a quitar esta atención, sino que me parecía había una música de pajaritos y ángeles, de que el alma gozaba, aunque yo no la oía, mas ella estaba en aquel deleite. Yo miraba cómo no había allí otro hombre.ninguno. Dijéronme: «Este mereció estar entre vosotras, y toda esta fiesta que ves habrá en el día que estableciere en alabanzas de mi Madre, y date prisa si quieres llegar a donde está él».

3. Esto duró más de hora y media -que no me podía divertir-, con gran deleite, cosa diferente de otras visiones; y lo que de aquí saqué fue amor a Eliseo y tenerle más presente en aquella hermosura. He habido miedo si fue tentación, que imaginación no fue posible.

Capítulo 45

Una vez entendí cómo estaba el Señor en todas las cosas y cómo en el alma, y púsoseme comparación de una esponja que embebe el agua en si.

Capítulo 46

Como vinieron mis hermanos y yo debo al uno tanto, no dejé de estar con él y tratar lo que conviene a su alma y asiento, y todo me daba cansancio y pena; y estándole ofreciendo al Señor y pareciéndome lo hacía por estar obligada, acordóseme que está en las Constituciones nuestras que nos dicen que nos desviemos de deudos, y estando pensando si estaba obligada, me dijo el Señor: «No, hija, que vuestros institutos no son de ir sino conforme a mi Ley». Verdad es que el intento de las Constituciones son porque no se asgan a ellos; y esto, a mi parecer, antes me cansa y deshace más tratarlos.

Capítulo 47

Habiendo acabado de comulgar el día de San Agustín -yo no sabré decir cómo-, se me dio a entender, y casi a ver (sino que fue cosa intelectual y que pasó presto) cómo las Tres Personas de la Santísima Trinidad que yo traigo en mi alma esculpidas, son una cosa. Por una pintura tan extraña se me dio a entender y por una.luz tan clara, que ha hecho bien diferente operación que de sólo tenerlo por fe. He quedado de aquí a no poder pensar ninguna de las Tres Personas divinas, sin entender que son todas tres, de manera que estaba yo hoy considerando cómo siendo tan una cosa, había tomado carne humana el Hijo solo, y diome el Señor a entender cómo con ser una cosa eran divisas. Son unas grandezas que de nuevo desea el alma de salir de este embarazo que hace el cuerpo para no gozar de ellas, que aunque parece no son para nuestra bajeza entender algo de ellas, queda una ganancia en el alma -con pasar en un punto-, sin comparación mayor que con muchos años de meditación y sin saber entender cómo.

Capítulo 48

El día de nuestra Señora de la Natividad tengo particular alegría.

Cuando este día viene, parecíame seria bien renovar los votos. Y queriéndolo hacer se me representó la Virgen Señora nuestra por visión iluminativa y parecióme los hacía en sus manos y que le eran agradables. Quedóme esta visión por algunos días, como estaba junto conmigo, hacia el lado izquierdo.

Capítulo 49

Un día, acabando de comulgar, me pareció verdaderamente que mi alma se hacia una cosa con aquel cuerpo sacratísimo del Señor, cuya presencia se me representó e hízome gran operación y aprovechamiento.

Ahora en...

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