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Las «Relaciones» (VIII)

Capítulo 60

El día que se presentó el Breve, como yo estuviese con grandísima atención, que me tenía toda turbada, que aun rezar no podía, porque me habían venido a decir que nuestro Padre estaba en gran aprieto, porque no le dejaban salir y había gran ruido, entendí estas palabras: «¡Oh mujer de poca fe!; sosiégate, que muy bien se va haciendo».

2. Era día de la Presentación de nuestra Señora, año de mil y quinientos y setenta y cinco. Propuse en mí si la Virgen acababa con su Hijo que viésemos a nuestro Padre libre de estos frailes, y a nosotras, pedir ordenase que en cada cabo se celebrase con solemnidad esta fiesta en nuestros monasterios de Descalzas.

3. Cuando esto propuse no se me acordaba de lo que entendí, que había el Padre de establecer fiesta, de la visión que vi. Ahora, tornando a leer este cuadernillo, he pensado si ha de ser ésta la fiesta.

Capítulo 61

Estando un día en oración, sentí estar el alma tan dentro de Dios, que no me parecía había mundo, sino embebida en él dióseme aquí a entender aquel verso de Magnificat: «Et exultavit spiritus», de manera que no se me puede olvidar.

Capítulo 62

Estaba una vez pensando sobre el querer deshacer este monasterio de Descalzas, si era el intento poco a poco irlas acabando todas. Entendí: «Eso pretenden, mas no lo verán, sino muy al contrario».

Capítulo 63

Habiendo comenzado a confesarme con una persona en una ciudad que al presente estoy, y ella con haberme tenido mucha voluntad y tenerla después que admitió el gobierno de mi alma, se apartaba de venir acá. Estando yo en oración una noche, pensando en la falta que me hacía, entendí que le tenía Dios para que no viniese, porque me convenía tratar mi alma con una persona del mismo lugar. A mí me pesó por haber de conocer condición nueva, que podía ser no me entendiese e inquietase y por tener amor a quien me hacía esta caridad -aunque siempre que veía u oía predicar a esta persona me hacia contento espiritual-, y por tener muchas ocupaciones esta persona también, me parecía inconveniente. Díjome el Señor: «Yo haré que te oiga y te entienda.

Declárate con él, que algún remedio será de tus trabajos». Esto postrero fue, según pienso, porque estaba yo entonces fatigadísima de estar ausente de Dios. También me dijo entonces Su Majestad que bien veía el trabajo que tenía, mas que no podía ser menos mientras viviese en este destierro, que todo era para más bien mío, y me consoló mucho.

Así me ha acaecido, que huelga de oírme, y busca tiempo y me ha entendido y dado gran alivio. Es muy letrado y santo.

Capítulo 64

Estando un día de la Presentación encomendando mucho a Dios a una persona, y parecíame que todavía era inconveniente el tener renta y libertad para la gran santidad que yo le deseaba; púsoseme delante su poca salud y la mucha luz que daba a las almas, y.entendí: «Mucho me sirve, mas gran cosa es seguirme desnudo de todo como yo me puse en la cruz. Dile que se fíe de Mí». Esto postrero fue porque me acordé yo que no podría con su poca salud llevar tanta perfección.

Capítulo 65

Estando una vez pensando en la pena que me daba el comer carne y no hacer penitencia, entendí que algunas veces era más amor propio que deseo de ella.

Capítulo 66

Estando una vez con mucha pena de haber ofendido a Dios, me dijo: «Todos tus pecados son delante de mí como si no fueran; en lo porvenir te esfuerza, que no son acabados tus trabajos»

Capítulo 67

Estando en San José de Avila, víspera de Pascua del Espíritu Santo, en la ermita de Nazaret, considerando en una grandísima merced que nuestro Señor me había hecho en tal día como éste, veinte años había, poco más o menos, me comenzó un ímpetu y hervor grande de espíritu, que me hizo suspender. En este gran recogimiento entendí de nuestro Señor lo que ahora diré: Que dijese a estos Padres Descalzos de su parte que procurasen guardar esas cuatro cosas, y que mientras las guardasen siempre iría en más crecimiento esta religión, y cuando en ellas faltasen entendiesen que iban menoscabando de su principio. La primera, que las cabezas estuviesen conformes. La segunda, que aunque tuviesen muchas casas, en cada una hubiese pocos frailes. La tercera, que tratasen poco con seglares, y esto para bien de sus almas. La cuarta, que enseñasen más con obras que con palabras Esto fue año de 1579. Y porque es gran verdad, lo firmo de mi nombre.

Teresa de Jesús

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