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Insustituible y socialmente valiosa

La familia y su origen, que es el matrimonio, están siendo cuestionados y debilitados irresponsablemente por los poderes públicos y mediáticos

Un estudio presentado por el Instituto de Estudios del Capital Social, INCAS, considera a la familia como, la Institución Insustituible Socialmente Valiosa por excelencia (IISV). Investigaciones recientes en nuestro país revelan por una distancia considerable, que la familia es la institución más apreciada, la mejor evaluada y aquélla en la que más confían los mexicanos. Los familiares, según datos arrojados por la encuesta nacional de Parametría, representan la solución inmediata más eficaz a los problemas de préstamos y financiamiento, así como a los de alimentación, alojamiento, hospedaje, educación, atención médica y cuidados especiales. Lo anterior, sin considerar los valores intangibles que suele proporcionar la familia —imposibles de plasmar en una encuesta— como son la seguridad, la estabilidad, la autoestima, el afecto, el equilibrio emocional, la satisfacción propia o felicidad de sus integrantes.

Paradójicamente, las sociedades contemporáneas experimentan un conjunto de problemas y disfunciones ligadas a la estructura familiar que afectan directamente al matrimonio, la paternidad, la maternidad, la descendencia y sus relaciones y en este contexto, son muchas las contradicciones sociales y legales que tienden a debilitar a la familia. Lejos de buscar soluciones eficaces a los problemas que atentan contra su integración, fortaleciendo los vínculos que le dan cohesión desde sus cimientos, la familia está siendo seriamente cuestionada por los poderes públicos y mediáticos, atentando contra su estructura fundamental que es el matrimonio.

El modelo estructural sobre el que se asienta la sociedad parte del matrimonio. Éste continúa siendo la base, con un aumento de la viudez ocasionado por la mejora de la esperanza de vida, como también del número de familias monoparentales dado el aumento en las rupturas matrimoniales. A partir de esta realidad, se articulan las relaciones ascendentes, colaterales y descendentes de consanguinidad que conforman el parentesco, mismo que tiene una importancia insustituible en la conformación del tejido social, así como en su actividad económica. Mientras que el matrimonio constituye el productor primario de capital social por la vía de la descendencia y su educación, el parentesco es la red secundaria que lo multiplica.

A pesar de reconocerse en teoría el papel trascendente del matrimonio, se le proyecta en la práctica como una institución irrelevante, al grado de no reflejarse su importancia en la implementación de políticas públicas, en los planes y programas educativos, o en los proyectos de carácter social que deberían estar encauzados a fortalecerlo, al menos por conveniencia social. Un estudio elaborado por el Instituto de Estudios del Capital Social (INCAS) destaca que los poderes públicos se inclinan a actuar y legislar como si la alteración de la estructura fundamental del matrimonio y sus fines específicos no tuvieran importancia, como si en un ejercicio mágico pudiera asignarse el nombre de matrimonio indistintamente a la unión de dos personas del mismo sexo, disponiendo de los mismos atributos generadores de beneficios sociales que el matrimonio y la familia ofrecen, de acuerdo con su ordenación natural.

Si el matrimonio como vínculo fuerte y estable ya no tiene como función específica la descendencia ni un compromiso personal y social con su educación, si ya no es esto lo que señalan las leyes, la cuestión es clara: ¿cuál es entonces la institución social que tiene como finalidad fundamental esta misión? La erosión del concepto de pareja estable y comprometida ante la sociedad, con voluntad de descendencia, hace que el comportamiento de los jóvenes se vea sustancialmente modificado, porque el marco de referencia básico e insustituible, matrimonio-padre-madre-hijos, se desvanece en un mar de descon-fianza y confusión.