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Políticos cristianos frente al aborto, valores no negociables

Hace unos cuantos días, Tarcisio Bertone -Secretario de Estado Vaticano- llamó la atención de los laicos de buena voluntad, pero en particular, de los políticos cuya catolicidad no resulta una carga vergonzante. Lo hizo, a raíz de la publicación del libro «Il posto dei cattolici», del senador italiano Don Luigi Bobba.

Con la contundencia característica del Cardenal Bertone, es valioso compartir el análisis. En principio, sostiene el Secretario de Estado, es necesario que la conciencia de un político católico respete aquellos valores que no son negociables, para que de esta forma, la actividad pública respete a la persona humana y sus derechos humanos fundamentales, como la salvaguarda de la vida desde la concepción hasta la muerte natural; la fundamental promoción de la familia, y la defensa de la institución del matrimonio como unión entre un hombre y una mujer.

¿Porqué el valor de la vida humana no es un artículo negociable?. Sin duda, porque la negación de este derechos sustantivo de la persona humana nos aproxima a entelequias kafkianas como las que ha asumido Marcelo Ebrard en los últimos días.

En consecuencia, sería erróneo justificar la actuación contra estos valores basando esta decisión criminal, en nombre del respeto a la conciencia de cada uno. Por ello, sostiene Bertone, la Iglesia hace escuchar su voz en los debates públicos sobre estos temas, aunque el Jefe Perredista de Gobierno en el D. F., asegure que la opinión de los miles que desfilaron hacia la Basílica de Guadalupe y el punto de vista de los Obispos, los considere una presión y un chantaje irrelevante por venir de la Iglesia; que dicho sea de paso, ya se han sumado diferentes Iglesias cristianas que igualmente le dan a la vida un valor inestimable.

Los comentarios del Secretario de Estado Vaticano representan hoy para los mexicanos un aspecto fundamental, pues en la edición italiana del 8 de marzo de L'Osservatore Romano, el Cardenal destacó no con poca vehemencia, la necesidad de que la conciencia de un político católico respete aquellos valores que no son negociables, porque corresponden a la verdad objetiva.

En otras palabras, así y sólo así, la autoridad pública y el ejercicio de bien gobernar; la puesta en escena de muchas políticas públicas y su presencia en la construcción del bien común; la tarea democrática y de inclusión plural y dialogante con la sociedad, se llevarán a cabo de tal forma, que se respete de manera irrestricta a la persona humana y sus derechos humanos fundamentales.

Destaca un elemento en el planteamiento de Mons. Bertone: el respeto a los valores «no negociables». La expresión pareciera desahuciada en un contexto de relativismo practicante como el que vivimos hoy día. Sin embargo, este es el quid de muchos de los debates en la agenda de salud, de política social, de educación e incluso, de la misma reforma de Estado.

¿Existen todavía esos «valores no negociables»?. ¿Es viable su planteamiento y defensa?. ¿A quién le compete su resguardo?. ¿Se trata de un asunto de «tolerancia»?. Y aquí se encuentra la primera diferenciación importante: El aspecto deontológico del ejercicio de gobierno. «Nadie soporta un bien; disfruta de él cuando lo obtiene. No para soportarlo sino para sacar de él un provecho material, espiritual, político o personal», según refiere el filósofo Michel Creuzet[1].

Esto significa que estamos en presencia de valores de orden superior -que por ser eso, precisamente- no pueden ni deben estar sujetos a que una mayoría simple o calificada determinen si proceden o no. Es en esta tesitura en la que se encuentran el derecho a la vida y el derecho a la libertad; el derecho a creer o el derecho a emprender o a trabajar.

En otros términos, el derecho a la vida o a la libertad, son de esos principios y valores que no están sujetos a negociación. Que el Estado o un grupo de Legisladores los reconozca, no significa que hagan su aparición o sean validados a partir de ese reconocimiento. Por lo mismo, los constitucionalistas han dejado en claro que estos valores son anteriores a la existencia misma del Estado.

Actuando en consecuencia, el Estadista tendrá que vigilar que las políticas públicas aseguren el reconocimiento de estos derechos. El Estadista Cristiano, de acuerdo con el planteamiento de Bertone, tendrá que asegurarse que estos valores no negociables sean velados, protegidos y resguardados por el Estado como algo sagrado.

Por cierto, ¿ya conoce usted las fotografías de los Diputados y Diputadas que quieren legalizar el homicidio en el Distrito Federal?.

Notas

[1] Creuzet Michel. "Libertad, Liberalismo y Tolerancia".- Ed. Speiro S. A., Pág. 95.

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