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Evolución humana: descubrimientos más recientes (y III)

4.8.- Nuestros antepasados directos más antiguos II. Los cráneos de Omo Kibish

Un año y medio después del anuncio de la existencia de los fósiles de Herto saltó a la palestra una nueva noticia sobre quiénes podrían ser los fósiles de humanos de nuestra especie más antiguos.

En 1967 un equipo de investigación dirigido por un joven Richard Leakey (el mismo que lideraba el equipo que encontró el esqueleto del Niño de Nariokotome o Turkana Boy) halló dos cráneos de Homo sapiens en la Formación Kibish a orillas del río Omo, en Etiopía (y situada unos centenares de kilómetros al sur de Herto).

Pronto surgieron dos problemas relacionados con estos cráneos. Por una parte, Omo I presentaba rasgos notoriamente más modernos; y, por otro lado, estaba la cuestión de la datación. Primero se supuso que tenían unos 130.000 años de antigüedad, algo de por sí ya muy notorio. Posteriormente se afirmó que podrían tener hasta 160.000 (la misma antigüedad que los restos de Herto). Pero en febrero de 2005 Ian McDougall (de la Universidad Nacional de Australia, en Canberra), Francis Brown (de la Universidad de Utah) y John Fleagle (de la Universidad de Stony Brook, en Nueva York) publicaron un artículo en la revista Nature [49] en el que afirmaban que la nueva datación de los dos cráneos (técnicamente conocidos como Omo I y Omo II, y de constitución anatómicamente moderna) les atribuye una edad de 195.000 años.

Para hacer esta nueva datación el equipo de McDougall se desplazó hasta el mismo lugar en el que fueron hallados los cráneos para recoger rocas sobre las cuales habían estado depositados los restos fósiles. La fortuna les sonrió y, además, encontraron también un fémur de sapiens. El análisis de estos testimonios geológicos, usando distintos métodos de datación, llevó a estos investigadores a sostener que la antigüedad de estos restos humanos anatómicamente modernos puede ser perfectamente de 195.000 años. De este modo serían los restos humanos más antiguos de miembros de nuestra especie. No obstante, los propios autores de esta investigación reconocen que existe la posibilidad de que los restos fósiles tengan una antigüedad de 104.000 años, aunque creen que la fecha más alta es la más probable.

De confirmarse la "cronología larga" para estos restos, se corroboraría la hipótesis de que el origen de nuestra especie se encuentra en África (hipótesis "Out of Africa"); lo que concordaría también con la inmensa mayoría de los datos proporcionados por la genética, que afirman que nuestra especie se originó en aquel continente hace entre 150.000 y 200.000 años. Lo que ya no está tan claro es la opinión de Francis Brown según la cual la conducta humana moderna apareció hace 50.000 años. Los datos aportados por Henshelwood, en Sudáfrica (Blombos Cave y Klasies River Mouth, por ejemplo) parecen testimoniar la existencia signos claros de conducta humana moderna, expresada a través de los elementos culturales que nos han llegado en el registro arqueológico, desde hace, por lo menos, uso 80.000 años [50].

4.9.- El pequeño humano de la Isla de Flores

A finales de octubre del año 2004, Mike Morwood y Peter Brown daban a conocer al mundo la existencia de una nueva especie humana: Homo floresiensis [51]. La noticia causó una gran admiración en el campo de la paleontología humana y fue catalogada por la revista Science como el descubrimiento del año. Se trataba de un homínido con poco más de un metro de altura y un cerebro asombrosamente pequeño (entonces se le calculaba un volumen endocraneal de 380 cc., similar al de un chimpancé). Se le atribuía la fabricación de herramientas del tipo musteriense (el mismo que habían utilizado los neandertales y los sapiens de hace más de 50.000 años). Según Morwood y Brown descendería de Homo erectus y habría evolucionado hacia su peculiar morfología debido al aislamiento geográfico, extinguiéndose hace unos 18.000 años.

Después de una viva polémica, sus descubridores, en colaboración con la paleoantropóloga Dean Falk y el radiólogo Charles Hildebolt, publicaron los resultados de su estudio del cráneo LB1 (las siglas hacen referencia al yacimiento en el que fue encontrado: la cueva de Liang Bua) [52]. El nuevo volumen que se le asigna ahora al cerebro es de 417 cc. [53], dato que le incluye dentro de los parámetros asignados a los Australopithecus gráciles, tipo Lucy, de hace 3 millones de años. Sin embargo lo que más le ha llamado la atención a Falk ha sido, no tanto el volumen, como la estructura del cerebro: un tamaño propio de un australopiteco pero con una estructuración claramente humana. El cerebro no fosiliza, pero deja unas marcas inequívocas en la pared interna del cráneo (el endocráneo). El estudio del endocráneo del homínido de Liang Bua ha revelado que tenía muy desarrollados los lóbulos temporales (zonas que en nuestro género están asociadas a la comprensión del lenguaje, en ellas se hallan el área de Wernicke y el área de Broca) y el lóbulo frontal (zona asociada al control de las habilidades racionales y al de la planificación del futuro). Estos datos permiten especular con la posibilidad, pues se trata sólo de una hipótesis, de que Homo floresiensis fuera capaz de planificar acciones futuras complejas, así como de dominar alguna forma de lenguaje hablado.

Desde el mismo momento de la presentación de esta nueva especie humana la polémica en torno a ella ha sido muy viva. En primer lugar hay investigadores (Collin Groves) que creen que Homo floresiensis podría haber evolucionado a partir de Homo habilis, o de alguna otra especie humana, anterior a Homo erectus, aún no descubierta [54] (posibilidad considerada por Falk, Morwood, Brown [55] y otros). Desde luego, si esto es así, se tendría que rescribir por entero la historia de la evolución de todo el género humano en los dos últimos millones de años. Otros (Teuko Jacob, por un lado, y Maciej Henenberg junto con Alan Thorn, por otro) creen que en realidad estamos ante un sapiens que tuvo problemas en el crecimiento. La respuesta de los descubridores de Hobbit es contundente: "Tenemos siete individuos con un cuerpo similar, con dientes y con proporciones faciales como las del espécimen de Liang Bua. ¿Cuál es la posibilidad de qué representen la forma de los humanos modernos? Ninguna" [56]. Gigantes de la paleontología humana, como Tim D. White y Chris Stringer también discrepan de la interpretación de Jacob. La controversia ha llegado incluso hasta la custodia y el acceso a los fósiles. Hasta marzo de 2005 ahora habían estado en manos de Jacob (decano de la paleoantropología en Indonesia y que no pertenecía al equipo investigador) sin que sus descubridores tuvieran acceso a ellos; sin embargo, muchos de los fósiles, afortunadamente, vuelven a estar a disposición del equipo que lo descubrió para su estudio. Desde luego, Homo floresiensis va a dar mucho de qué hablar en un futuro inmediato, pues sus restos fosilizados se han convertido, por diversas razones, en unos auténticos "huesos de la discordia" [57].

Poco a poco van saliendo a la luz nuevos estudios sobre el conjunto de restos fósiles de esta nueva especie humana. Así el 13 de octubre del 2005 Nature publicaba un artículo firmado por Morwood y Brown, entre otros, en el que daban a conocer sus últimos descubrimientos en torno a Homo floresiensis. Se trata de unos restos humanos pertenecientes a un número mínimo de nueve individuos que tienen unas características anatómicas similares a las de los encontrados en 2003. Los fósiles presentan un conjunto de rasgos distintivos que no se dan entre nuestra especie, Homo sapiens, los humanos anatómicamente modernos: cráneos extremadamente pequeños, con una capacidad endocraneal que no excede los 420 cc. (la misma que se atribuye a los australopitecos de tipo arcaico, como los afarensis, cuyo representante más célebre es Lucy, y sólo ligeramente por encima de la media del volumen cerebral de los chimpancés, 380cc.). Aunque los rasgos faciales y el tamaño de los dientes aconseja claramente englobarlo dentro del género humano. Los huesos del esqueleto postcraneal (es decir: del cuello para abajo) revelan que la estatura de estos humanos rondaba el metro de altura.

Hace dos años se encontró (en el sector VII de la cueva de Liang Bua, en la isla de Flores, Indonesia) parte del esqueleto, incluido el cráneo, de una hembra (como se desprende por la forma de la cadera) adulta (el desgaste de los dientes indica que debió de morir cuando contaba con unos treinta años), que debía medir poco más de 90 cm., característica por la que se le conoció popularmente como: Hobbit, en recuerdo de esa tribu de humanos diminutos que aparece en la saga: El señor de los anillos; si bien su nombre técnico es: LB1 (es decir: el espécimen 1 de Liang Bua). Ahora se han encontrado fósiles que se corresponden a un niño de tres años de edad y que medía unos 50 cm., y a un adulto que aún era más bajo que LB1. Entre estos fósiles se halla una nueva mandíbula perteneciente a un individuo adulto, y restos postcraneales correspondientes a varios especímenes, así como los huesos de los brazos de LB1, que no fueron hallados originalmente en 2003. Sus descubridores calculan que los fósiles encontrados tienen una antigüedad que oscila entre los doce mil años (fecha calculada para su extinción antes de que llegaran los primeros humanos de nuestra especie a la isla, por lo menos esto es lo que se supone de momento) y los noventa mil años para los especímenes más antiguos.

Las conclusiones que sacan Morwood y Brown a partir de los nuevos hallazgos son contundentes. Las pruebas se acumulan a favor de la tesis de que estamos ante una nueva especie humana que logró sobrevivir hasta hace apenas 12.000 años. Los hombres de Flores eran humanos que no pertenecían a nuestra especie. El hecho de que todos los huesos encontrados tengan dimensiones proporcionalmente pequeñas demuestra que Hobbit, la hembra hallada hace dos años, no era una mujer enana, sino que estamos ante una especie humana realmente distinta a la nuestra; y que presenta, como característica morfológica más relevante una estatura diminuta. Como es lógico, la duplicación de huesos fósiles refuerza la idea de que floresiensis se corresponda a una población de humanos diminutos específicamente distinta de cualquier otro tipo humano, descartándose así la posibilidad de que el esqueleto de LB1 se correspondiera a un individuo afectado por una patología o que fuera alguna forma anatómicamente aberrante de sapiens. Entre los nuevos descubrimientos anunciados se encuentra una tibia que sugiere que el individuo al que pertenecía no medía más de 106 cm., de momento el floresiensis más alto encontrado. Además, el análisis tridimensional del cráneo de LB1 ha revelado que no tiene la estructura endocraneal de un microencefálico (enfermedad que se da entre algunas personas de nuestra especie y que consiste en tener un cerebro anormalmente pequeño), sino que manifiesta una estructura endocraneal normal sólo que con dimensiones muy diminutas.

Pero ¿por qué la complexión física de Homo floresiensis es tan reducida? En el caso de los animales la explicación es relativamente sencilla: Flores es una isla no muy grande pequeña, en ella escasean los recursos alimenticios, de modo que resulta prácticamente imposible mantener una población de grandes depredadores. En consecuencia los grandes herbívoros ya no necesitan cuerpos muy voluminosos como mecanismo de defensa, pues su alto coste energético haría inviable la supervivencia en hábitats de escasos recursos. De esta suerte la selección natural favorece la supervivencia de aquellos herbívoros que reducen su volumen corporal, con lo que la especie puede hacer una mejor gestión de los recursos alimenticios gracias a un mayor aprovechamiento de los mismos, posibilitando así su viabilidad. Sin embargo, explicar la reducción del volumen cerebral que ha experimentado Hobbit es algo mucho más complejo y está menos documentado en el registro fósil. El paleontólogo Salvador Moyà, del Institut Miquel Crusafont de Sabadell en Barcelona, encontró en las Baleares restos fosilizados de Myotragus, hasta ahora considerado una especie de cabra balear, pero que estudios recientes relacionan más con las ovejas y que había reducido el tamaño de su cerebro a la mitad. En cambio explicar la reducción del volumen cerebral en los humanos es algo sumamente complejo, ya que se trata de un depredador (aunque es posible que los leones y las hienas, que también son depredadores, hayan reducido el volumen de su cerebro un tercio en el último cuarto de millón de años). La causa exacta de esa reducción permanece todavía por desvelarse: ¿Fue, simplemente, debido al aislamiento geográfico? ¿Hay algún otro motivo que, de momento, se nos escapa?

Realmente Homo floresiensis plantea toda una serie de interrogantes que no deja de sorprender a propios y extraños y que no puede sino, sumirnos en una profunda perplejidad. Sin lugar a duda eran seres inteligentes, pese a tener un cerebro ligeramente mayor que el de un chimpancé. Cazaban elefantes enanos (Stegodon), lagartos gigantes como el Dragón de Komodo (aún existente y realmente impresionantes con sus dos metros de longitud y su dieta carnívora) y otros mayores ya extintos. Dominaban el fuego y fabricaban herramientas líticas complejas. Sobre este punto se ha cernido un complejo debate. Para algunos autores, Richard Klein, por ejemplo, de la Universidad de Standford, las herramientas pudieron no haber sido hechas por los floresiensis, pues la mayoría de ellas se encontraron lejos de los restos fósiles de esta especie. Colin P. Groves, de la Universidad Nacional de Australia, aduce que los instrumentos líticos hallados en Liang Bua son demasiado complejos para haberlos fabricado unos humanos con un cerebro tan diminuto y, probablemente son obra de los sapiens que habitaron la isla en fechas mucho más antiguas de las que hasta ahora conocemos. Los miembros del equipo investigador responden que esto es algo improbable, pues hay instrumentos líticos que están datados en una antigüedad que sobrepasa los 90.000 años. Lo más probable, pues, es que Homo floresiensis fuera el autor de esas herramientas, y en tal caso no cabría duda de que, como indica Peter Brown, eran muy listos. Y sin embargo... ¡su anatomía no difería mucho de la de un australopiteco de hace tres millones de años!

¿Cuál es el origen de Homo floresiensis? El tema está muy abierto, pues se plantean muchas incertidumbres. En un principio sus descubridores eran firmes partidarios de que los floresiensis eran descendientes de los Homo erectus, que habrían llegado a lo que hoy es Java y Sumatra hace 1,8 millones de años (tal como indican los hallazgos de Modjokerto, Trinil o Solo, y según las dataciones del geocronólogo Carl Swisher) Si bien entonces esas islas estaban unidas al continente asiático formando la Península de Sonda, Flores nunca lo estuvo, siempre se mantuvo aislada por un brazo de mar que actuaba (relativamente) como barrera biológica. Dicha separación se conoce como "Línea de Wallace". La presencia humana en Flores se remonta, pues, a más de 800.000 años, según aduce Morwood; alegando que éso es lo que indica el hecho de haberse hallado herramientas líticas en la isla con esa antigüedad. No obstante hay quienes cuestionan esto argumentando que su morfología no es de origen antrópico, sino fruto de la acción de agentes naturales. Aunque lo cierto es que la mayor parte de la comunidad científica tiende a dar crédito al testimonio de Morwood y Brown. La pregunta sería entonces: ¿Cómo fue posible que unos humanos lograran navegar por aguas tan peligrosas hace 800.000 años? ¿Acaso fueron a parar a Flores por navegación de fortuna? En cualquier caso este dato forma parte de uno de los muchos enigmas que quedan por resolver en relación a la presencia humana en Flores.

Actualmente se barajan tres grandes hipótesis para explicar el origen de Homo floresiensis. Por un lado cabe la posibilidad de que sean los descendientes de unos supuestos erectus que habrían llegado a Flores hace unos 840.000 años (siendo así los posibles autores de las herramientas halladas en la depresión de Sonda), y que habrían reducido sus dimensiones corporales como un medio de adaptación a los escasos recursos de la isla. Esta era la hipótesis por la que se decantaban hasta ahora los autores del descubrimiento. Otra posibilidad es que los floresiensis ya llegaran a la isla con un tamaño significativamente diminuto, quizás fruto de un proceso de enanismo emprendido en otras islas. Actualmente es la hipótesis que consideran más plausible los directores del equipo que lleva a cabo los trabajos en Liang Bua. Aunque, en este caso, sigue en pie el interrogante sobre cuál sería la especie a partir de la cual habrían evolucionado los floresiensis. Sin embargo, no se puede descartar que estos humanos ya llegaran con unas dimensiones corporales extremadamente diminutas al sudeste asiático antes de ocupar isla alguna. En tal caso la posibilidad de que descendieran directamente de Homo habilis, o de Homo georgicus, cobra visos de plausibilidad. No en vano, y tal como ya pudimos ver, desde los hallazgos de Dmanisi, en el Cáucaso, se ha podido demostrar que los primeros humanos en abandonar África no fueron los Homo ergaster (es decir: los llamados Homo erectus africanos; o, para ser más precisos, los antepasados africanos del Homo erectus asiático) sino una especie humana más arcaica y posiblemente derivada de Homo habilis: los Homo georgicus. Más sorprendente es la propuesta de Milford Wolpoff, que sugiere que los floresiensis podrían descender de los Australopithecus y que incluso estos podrían haber abandonado África, siendo los artífices de un éxodo temprano hacia el sudeste asiático [58]. Una propuesta tan arriesgada como ésta debería de basarse en pruebas empíricas mínimamente sólida (algunos fósiles que pudieran sugerir algo así) para poder tener un cierto margen de credibilidad. Sin embargo, no se ha hallado nada por el estilo, aunque Wolpof sostiene que sí ha sucedido, sólo que no sabemos verlo, de modo que fósiles hasta ahora adscritos primero a Meganthropus y luego a erectus deberían ser reexaminados a la luz de los nuevos hallazgos para ver si era posible adscribirlos a Australopithecus. Una propuesta demasiado heterodoxa y que antes de adquirir cierta credibilidad ha de ver como se agotan las posibilidades de hipótesis más plausibles y menos revolucionarias.

El futuro de Homo floresiensis es muy prometedor. Los hallazgos publicados hacen referencia a fósiles encontrados en el 2004; sin embargo, desde finales de marzo del 2005 el equipo de investigación reiniciaba las excavaciones en Liang Bua. En esa campaña se trabajó en niveles que tienen unos 50.000 años de antigüedad.

¿Hay más hobbits en las islas cercanas a Flores? ¿Únicamente fue ahí donde se produjo este extraño experimento de la evolución humana? ¿En las islas que rodean Flores evolucionaron los humanos hacia especies nuevas que aún nos son desconocidas? Para intentar dar una respuesta a estas cuestiones M. Morwood se trasladó a finales de marzo de 2005 hasta la vecina isla de Lombok, al oeste de la línea de Wallace, para encontrar posibles lugares de interés en los cuáles poder iniciar excavaciones futuras. Sin embargo hay otras cuestiones más próximas que todavía siguen en pie: ¿Por qué se extinguió Homo floresiensis? ¿Fuimos nosotros los causantes de su desaparición? ¿Nuestros antepasados interactuaron con ellos? También se está intentando recuperar ADN de floresiensis en buen estado para compararlo con el nuestro.

Este el mes de mayo de este mismo año la polémica se ha vuelto a recrudecer. Robert D. Martin y su equipo [59] insisten en que Floresiensis es un humano de nuestra especie que ha sufrido microcefalia, mientras que Morwood y su equipo no de esgrimir los argumentos que hemos comentado.

Como puede verse todo lo relacionado con Homo floresiensis está todavía por resolverse. Pero tampoco cabe dudas de que Flores (y quién sabe si las islas de los alrededores) todavía encierra muchas sorpresas que irán aflorando en los próximos años.

4.10.- Anamensis y el origen de los australopitecos

A principios de marzo de 2005 Yohannes Haile-Selassié anunció que su equipo había hallado restos de homínidos con 4 millones de años de antigüedad que ya eran bípedos, pero aún no pueden ser asignados a ningún género ni a ninguna especie.El descubrimiento fue dado a conocer en rueda de prensa el 4 de marzo del 2005. Todavía se han de publicar los estudios de estos restos. Nature se hizo eco de la noticia en una breve nota firmada por Rex Dalton [60].

Lo que sí es seguro es que el equipo de Tim D. White (uno de los paleoantropólogos de mayor prestigio y fama mundial) había descubierto nuevos fósiles de anamensis en la localidad etíope de Assa Isse. Lo anunciaba el trece de abril en un artículo publicado en Nature [61]. Se trata de unos 30 fósiles pertenecientes a un número mínimo de 8 individuos. Los restos has sido encontrados en el yacimiento etiope de Asa Isse (que significa "Cerro rojo" en lengua afar) se han asignado al género y a la especie: Australopithecus anamensis, estimándoles una antigüedad de entre 4,1 y 4,2 millones de años. Entre los restos hallado se incluyen dientes (entre los que figura el mayor canino de homínido descubierto hasta la fecha, su gran tamaño le aproxima al rango típico de los simios y es un signo propio de un carácter arcaico, lógico si tenemos en cuenta que estamos hablando de la especie más antigua de australopiteco conocida hasta la fecha) parte de un fémur, algunos huesos de la mano y el pie. Parte de ellos se encontraron en 1994 y otros aparecieron en diciembre de 2005.

Tal como ya dijimos anteriormente, ya se conocían ejemplares de anamensis con 4,2 millones de años. Fueron hallados en Kanapoi y Allia Bay, a ambas orillas de Lago Turkana (Kenya) por el equipo de Meave Leakey y Allan Walker, siendo dados a conocer en 1996 (de hecho el primero fósil de esta especie lo descubrió Brian Patterson en 1964, aunque entonces no se asignó a ninguna especie concreta de homínido). Lo sorprendente de los fósiles que han sido encontrados ahora no es, pues, su antigüedad, sino el hecho de haber sido hallados casi mil kilómetros al norte de donde fueron encontrados sus homólogos keniatas, y el haber aparecido muy cerca (a unos pocos kilómetros de distancia) de los yacimientos en los que se han encontrado fósiles de Ardipithecus ramidus (también hallados por el equipo de White, tal como vimos anteriormente). Aunque el debate sobre el estatus de homínido de a. ramidus aún sigue abierto, es muy posible que sí lo sea, de modo que, con sus 4,4 Ma. sería el candidato ideal a ser el antecesor de los australopitecos anamensis. La proximidad geográfica juega a favor de esta hipótesis, pero el hecho de tener 4,4 Ma. de antigüedad lo sitúa demasiado cerca de anamensis en el tiempo. No obstante, el equipo de White sostiene que podría haberse dado un caso de "gradualismo puntuado" (en alusión a la teoría de Gould y Eldredge del equilibrio puntuado, que sostiene la posibilidad de cambios evolutivos drásticos en poco tiempo; el gradualismo puntuado afirmaría la existencia de cambios graduales en un lapso muy corto de tiempo; ahora bien, si esto es así deberían de hallarse las formas intermedias entre ramidus y anamensis que, de momento, están ausentes en el registro fósil). Otra posibilidad (también planteada por sus descubridores) sería que los anamensis descendieran de otro homínido aún desconocido y que los ardipitecos fueran una rama lateral (y, por lo tanto, no implicada directamente en la aparición del linaje humano) que llegó a coexistir con los anamensis. Ambas hipótesis son consistentes con los datos actualmente existentes y sólo el descubrimiento de más restos podrá decidir cuál de las dos alternativas es más plausible.

Por lo que se refiere a la descendencia de anamensis el consenso entre los científicos es mucho más grande. Generalmente se le acepta como el antecesor directo de los Australopithecus afarensis, especie a la que perteneció la famosa Lucy. Los afarensis son australopitecos que vivieron entre 3.9 y 3 Ma. y lo hicieron en las mismas áreas geográficas en las que se han encontrado los restos de los anamensis, tanto en Etiopía como en Kenya. De modo que es la primera vez que se ha podido relacionar estas tres especies -ramidus, anamensis y afarensis- en una sucesión cronológica en la misma zona (la región de los Afar en Etiopía). La proximidad de los nuevos descubrimientos hace crecer la posibilidad de que anamensis sea el antecesor de afarensis. Este mismo mes de agosto, en la revista especializada Journal of Human Evolution, Meave G. Leakey (la descubridora de A. anamensis), Donald C. Johanson (el descubridor de Lucy),Yoel Rak y otros publicaban un artículo en el que planteaban la cuestión de si anamensis era o no el antepasado directo de afarensis [62], apostando por ello. Sin embargo Lee R. Berger, por ejemplo, no ve las cosas tan claras y duda que anamensis pueda ser, sin más, el antecesor de afarensis ya que, alega, el cráneo de aquél es notoriamente más primitivo que el de la especie a la que pertenece Lucy, los restos del esqueleto postcraneal parecen ser de un tipo morfológico más moderno, y eso que los especímenes de anamensis son casi medio millón de años más antiguos que los de afarensis. De esta suerte Berger se pregunta: "¿Cómo era posible que una criatura supuestamente más simiesca en su morfología craneal que el africanus y el afarensis y que había vivido al menos medio millón de años antes, se hallara más avanzada en términos de evolución anatómica desde el cuello para abajo?" [63].

4.11.- Genética y evolución humana

En estos últimos años se han hecho muchos otros grandes descubrimientos (como es el caso, por ejemplo, del hominoideo miocénico: Pierolapithecus catalaunicus [64]) aparte de los que hemos citado aquí. Pero no se trata de hacer una lista exhaustiva de los mismos que, afortunadamente, haría tremendamente extensa esta exposición. Sin embargo no queremos acabar sin hacer una mención a la importancia que han tenido los estudios genéticos en el campo de la evolución humana realizados en los últimos quince años. Y deseamos acabar así por varias razones. En primer lugar porque los estudios genéticos aplicados a la paleontología humana están resultando ser una de las grandes herramientas para comprender la evolución humana en los últimos 150.000 años. En segundo lugar porque este mismo mes de mayo de 2006 el paleogenetista más famoso del mundo: Svante Pääbo, ha anunciado que su equipo ha logrado secuenciar, por vez primera en la historia, ADN nuclear de neandertal, algo extremadamente dificilísimo y que dará muchísimo de que hablar en los próximos años [65]. En tercer lugar porque empezábamos esta conferencia hablando de los neandertales, de cómo ellos (su descubrimiento) brindaban la oportunidad de que naciera la ciencia de la paleontología humana y como ahora, justo cuando se cumplen los 150 años de su descubrimiento, vuelven a ser protagonistas gracias a la secuenciación de un fragmento de su ADN nuclear. De esta forma damos un tono circular a nuestra exposición. Tono circular que, tal como expondremos en nuestras conclusiones, en realidad acabará siendo una espiral ascendente.

Hace ahora 150 años, en agosto de 1856, se descubrían en Alemania los restos fosilizados de los primeros seres humanos que acabarían, pocos años después, siendo reconocidos como los primeros humanos distintos a nuestra especie. Habían nacido para la ciencia el Hombre de Neandertal y con él la ciencia de la evolución humana.

La pregunta que surgió a continuación era evidente: ¿Podían ser, aquellos seres de morfología tan primitiva, nuestros antepasados? La polémica en torno a este punto duró más de un siglo, basándose exclusivamente en datos procedentes del registro paleontológico y del arqueológico. En 1997 se incorporaba una nueva y poderosísima herramienta al debate: la secuenciación de ADN mitocondrial. Las conclusiones de ese estudio y las de casi todos los que se han realizado hasta día de hoy son las mismas: casi todos los análisis genéticos de ADN mitocondrial de neandertal apuntan a que estos no fueron antepasados directos nuestros. Dicho con otras palabras: no fueron nuestros hermanos; sino, acaso, nuestros primos hermanos. Los estudios genéticos de ADN mitocondrial realizados hasta la fecha sugieren mayoritariamente que los humanos actuales procedemos de un grupo de humanos que vivieron en Africa hace entre 150.000 y 200.000 años y que desde allí se expandieron por el resto del mundo sustituyendo a las poblaciones de humanos que se encontraban por el camino (Hipótesis Out of Africa o Arca de Noé), frente a quienes creen que la humanidad actual ha surgido de la evolución de las diversas poblaciones que había antaño esparcidas por el Viejo Continente y por Asia y Africa (Hipótesis Multiregional o del Candelabro).

En cualquier caso, los multiregionalistas sostenían que los partidarios del origen africano de todos los humanos actuales (los africanistas) no podrían presentar como concluyentes sus hipótesis hasta que se secuencia ADN nuclear de neandertales (por las razones que veremos más adelante). Pero este parecer no es reconocido solamente por lo multiregionalistas (una franca minoría entre los estudiosos de la evolución humana); los africanistas también lo admiten. Tal es el caso de Ayala y Cela Conde quienes dicen bien claramente que: "Sólo el estudio del ADN nuclear de neandertales hará posible obtener respuestas concluyentes en este terreno" [66]. Escritas en 2001, estas palabras ven hoy como esto empieza a ser un hecho real.

Pues bien, ese momento ya ha llegado y los resultados confirman, de momento, que no descendemos de los neandertales. Aunque todavía, por razones evidentes, no se pueden hacer afirmaciones definitivas. No vamos a entrar en los pormenores de la historia reciente de los estudios genéticos de evolución humana que ha culminado con la secuenciación de un fragmento de ADN nuclear de neandertal porque no es el objeto de esta disertación. Pero sí deberemos resumirla muy brevemente para poder entender el valor y el significado de la secuenciación de un fragmento de ADN nuclear de neandertal.

A finales de los ochenta del pasado siglo Wilson, Cann y Stoneking publicaron [67] un estudio llevado a cabo con ADN mitocondrial (el ADNmt. se transmite sólo por vía materna), en el que se sugería que la humanidad actual se había originado en África a partir de una sola mujer. Nacía la hipótesis de la Eva africana o Eva mitocondrial. Estas primeras poblaciones humanas anatómicamente modernas habrían salido de África hace unos 80.000 años y se habrían ido extendiendo por todo el mundo, reemplazando a las poblaciones autóctonas que se iban encontrando. Los oponentes sostenían que las poblaciones recién llegadas a una zona se mezclaban con las aborígenes (neandertales en Europa y erectus en Asia) hasta dar lugar a los humanos actuales. Hay que reconocer que sus críticas a los métodos empleados entonces en los análisis genéticos de ADNmt. antiguo eran consistentes. Pero durante la década de los noventa se llevó a cabo un sin fin de estudios, con métodos cada vez más depurados, que no dejaban de arrojar datos en favor de la hipótesis del reemplazamiento.

Fue en 1997 cuando se produjo un gran acontecimiento en este campo. Un equipo de genetistas dirigido por Svante Pääbo logró secuenciar, por primera vez, un fragmento de ADNmt. antiguo de un neandertal que había vivido hacía 45.000 años [68]. Se trata del mismo individuo que fue hallado por unos mineros, en agosto de 1856, en la cueva Feldhofer del valle de Neander (como pueden ver ya se trata de un viejo amigo nuestro con el que hemos empezado esta conferencia y con el que casi la acabaremos), cerca de Düsseldorf, y que sirvió para dar nombre a la especie: Homo neanderthalensis. El resultado del estudio de este espécimen, Feldhofer 1, avalaba también la hipótesis de que los neandertales y los cromañones pertenecían a especies distintas. Especialistas como: Ruvolo, Stringer o Ward, reconocían que aunque no se trataba de una prueba definitiva los resultados indicaban que era del todo improbable que los neandertales hubieran contribuido con su acervo genético al de la humanidad actual. Pero no era suficiente. Se necesitaban más estudios (en el año 1999 el equipo de Pääbo y Krings logró secuenciar más ADNmt. de Feldhofer 1, arrojando las mismas conclusiones [69]) a poder ser de múltiples especímenes.

Y... ¡llegaron! En el año 2000 se publicó [70] la secuenciación de ADNmt. de un niño neandertal procedente de la cueva caucasiana de Mezmaiskaya. Ese mismo año se publicó [71] el estudio de más ADNmt. neandertal; esta vez procedente de un ejemplar croata: Vindija 75. Las conclusiones fueron las mismas.

Al año siguiente un equipo de científicos australianos partidarios de la hipótesis multiregional afirmaron haber secuenciado ADNmt. del Hombre del Lago Mungo (uno de los primeros sapiens australianos) con una antigüedad de casi 60.000 años. Como la secuencia que obtenían era muy diferente de la de los humanos actuales concluían que la hipótesis del reemplazamiento era plausible. Sin embargo, el estudio ha caído en desuso por el rechazo de la comunidad científica hacia el mismo alegando que no observa ni uno solo de los criterios establecidos para la autentificación del ADNmt. antiguo propuesto por dicha comunidad a fin de que este tipo de estudios pueda ser válido. Cuando todavía no había pasado el revuelo levantado por el espécimen de Mungo Lake apareció un nuevo estudio de otro neandertal alemán: Feldhofer 2. Aunque tampoco era concluyente por las razones de siempre (la parcialidad de la muestra), los resultados volvían a sugerir que los neandertales no habían participado genéticamente en el surgimiento de la humanidad actual.

En el 2003 hubo una novedad importante. En este caso la secuenciación de ADNmt. antiguo correspondía, por primera vez, a dos cromañones, Paglicci 12 y 25, de poco más de 20.000 años. Como presentaba muchas más diferencias con las muestras genéticas de los neandertales que con nosotros, se evidenciaba, una vez más, que era muy improbable que los neandertales fueran nuestros antecesores directos. Ahora había ADNmt de cromañones que sí les relacionaban directamente con nosotros. Aunque las pruebas morfológicas eran ya abrumadoras desde hacía más de un siglo.

Al año siguiente se publicaban simultáneamente los análisis de ADNmt. de cuatro neandertales: el Viejo de la Chapelle aux Saints (Francia), Engis 2 (Bélgica) y Vindija 77 y 80 (Croacia). La Península Ibérica, uno de los últimos refugios de los neandertales, también ha aportado su contribución a este debate. En el año 2005 [72] se hacía pública la secuenciación de un fragmento de ADNmt. antiguo de un neandertal asturiano procedente de la cueva de El Sidrón. Dicho análisis también muestra diferencias significativas con las mismas secuencias de humanos actuales.

¿Qué se deducía, pues, de todas las secuencias hechas de ADNmt. antiguo de neandertales y sapiens? Pues que: "el peso de la evidencia molecular favorece la hipótesis de un origen africano reciente de los humanos modernos" [73]. Por esto Stoneking y Pakenford concluyen que: "el análisis directo del ADNmt. de fósiles de neandertales y de sus contemporáneos, los humanos anatómicamente modernos de Europa, indica la no contribución de los neandertales al ADNmt. de los humanos actuales" [74].

Pese a todas las evidencias que se iban acumulando los partidarios de la hipótesis multiregional seguían afirmando que sólo el estudio del ADN nuclear de los neandertales podría aclarar, en última instancia, las dudas. En efecto, es ahí donde están los genes que codifican aspectos básicos del metabolismo, la fisiología, nuestro aspecto externo, la estructura cerebral, el sexo, incluso -tal vez- algunos rasgos de la conducta. No cabe ninguna duda que poder acceder a este caudal de información supondría un salto cualitativo en los estudios sobre evolución humana. Pues bien ¿quién ha dado este paso de gigante? Svante Pääbo y su equipo de paleogenetistas. El 12 de mayo, durante una conferencia celebrada en el Cold Spring Harbor Laboratory de Nueva York, Pääbo anunció que había logrado secuenciar, por primera vez, ADN nuclear de un neandertal, concretamente un 0'03% perteneciente a un varón de unos 45.000 años, cuyos restos habían sido hallados en Vindija.

Hay que precisar que aún no se ha publicado el estudio definitivo, pero ya se han adelantado algunas conclusiones. En primer lugar se ha afinado un poco más la fecha de divergencia de los linajes que conducirían a los neandertales por un lado y a los humanos anatómicamente modernos por otro. Antes se suponía que ese momento pudo haber sido hace unos 600.000 años, pero ahora se cree que debió ser hace 315.000. En segundo lugar se ha podido determinar que el cromosoma Y de los neandertales era sustancialmente diferente del de los chimpancés, algo normal; pero también del de los humanos modernos; lo que constituye un nuevo dato más en favor de la idea de que son una especie distinta a la nuestra.

Otra crítica que recibían los estudios de ADNmt. antiguo por parte de los multiregionalistas era que se secuenciaban pequeñas cadenas de ADN. Por este motivo el equipo de Pääbo está afrontado el ingente reto de descifrar el genoma neandertal. Tarea que podría estar completada dentro de diez años. Entre tanto se ha propuesto crear un banco de ADN antiguo, mitocondrial y nuclear, de sapiens y neandertales, para ir cotejando las muestras en espera del test definitivo. Una vez se puedan comparar los genomas de ambas especies se podrá saber cuáles son los genes específicos de los humanos anatómicamente modernos, los de los neandertales y los comunes a ambos y, por consiguientes, los propios del género humano. De esta suerte podremos saber cuáles son los genes que sólo están modificados en los neandertales y con ello podremos aspirar a conocer cuáles son los que controlaron la morfología neandertal.

5.- Conclusión

Como pueden ver, la ciencia de la evolución humana tiene, más o menos un siglo y medio de existencia, si hacemos coincidir (admitimos que un tanto arbitrariamente, pues es cierto que se podrían coger otras fechas un poquito más recientes) su nacimiento con la fecha del descubrimiento de los fósiles de neandertal de la cueva Feldhofer. De esos ciento cincuenta años los últimos seis años han visto tantos descubrimientos espectaculares e importantísimos como en los 144 años anteriores. Tanto en trascendencia para este campo de la ciencia como en número.

Estamos objetivamente convencidos que en los próximos años se producirán nuevos grandes descubrimientos. Y estén Ustedes atentos a los nombres que han oído aquí, porque no tengan duda alguna de que el curso Medio del Río Awash seguirá dando grandes hallazgos, lo mismo que Atapuerca (este verano, sin ir más lejos, el fabuloso yacimiento burgalés ha hecho ver la luz nuevos fósiles de gran importancia), Dmanisi (yacimiento del que ya dijimos que no se está investigando más que en una parte muy pequeña de su riqueza potencial ¿qué pasará cuando se extiendan las excavaciones a otros lugares del yacimiento? No lo duden, todos los indicios apuntan en una misma dirección: seguro que aparecerán más restos humanos), el Lago Turkana o el desierto del Djurab, por poner algún ejemplo. ¿Y qué decir de la Isla de Flores? No dejen de mirar hacia allí porque va a ser otro de los ojos de ese huracán tan apasionante que es la ciencia de la evolución humana.

Ahora bien. Pese a todos los grandes descubrimientos que se han hecho estos últimos seis años (y, en general, en el último siglo y medio), lo cierto es que las grandes preguntas (aquellas con las que abríamos esta conferencia) siguen en pie: ¿Cuál fue el primero de los homínidos que abría el linaje que conduciría hasta nosotros? ¿Cómo se originó el ser humano? ¿Cuándo, dónde, y, sobre todo a partir de que especie de homínido prehumano surgió el género humano? ¿Quiénes fueron los primeros seres humanos? Por increíble que les pueda parecer, tampoco esto está claro y es objeto de un vivo debate. ¿Cómo se originó nuestra especie? ¿Dónde y cuando surgió? ¿A partir de quién evolucionamos los humanos actuales? Y más importante todavía: ¿Qué es ser humano? ¿Somos entes exclusivamente materiales? ¿O contamos con dimensiones espirituales? ¿Cuál es el destino de cada persona en particular y de la humanidad en general? Éstas y tantas otras preguntas como estas [75] siguen esperando "la" respuesta clara y definitiva.

A la ciencia de la evolución humana hay que reconocerle su grandeza; pues cada día aporta más datos y de mayor trascendencia, tal como creemos haber podido demostrar a lo largo de esta exposición, para el conocimiento del itinerario biológico de nuestra historia evolutiva. Y no cabe duda de que en los próximos años seguirá aportando conocimientos de gran importancia, tal como hemos apuntado anteriormente, para comprender mejor nuestro pasado evolutivo. Aunque también es cierto que hay preguntas de carácter científico a las que cada vez se ve más claro que tal vez no pueda resolver nunca. Luego, en evolución humana, deberemos de esforzarnos por distinguir entre nuestra ignorancia coyuntural (y de la que iremos saliendo progresivamente, a medida que se vayan haciendo nuevos descubrimientos) de nuestra ignorancia estructural (aquella que se deriva de la naturalezas del tema en cuestión). Esto ha de servirle para reconocer, con humildad, sus límites. Es evidente que sus propios métodos de investigación le impiden poder responder (ahora y siempre) a algunas de las cuestiones fundamentales que se plantea todo ser humano en cuanto tal; por ello cabe distinguir entre el evolucionismo como teoría científica y el uso ideológico que se hace de algunas de las conclusiones a las que llegan los estudios en materia de evolución humana. Uso, y abuso, totalmente espúreo a la ciencia de la evolución humana en sí misma. Pero el hecho de que la ciencia de la evolución humana no las pueda responder nunca no significa que los humanos renunciemos a plantearnos estas cuestiones así como a la búsqueda de una respuesta razonable.

Hay cuestiones científicas relacionadas con la evolución humana que un día podremos resolver y conocer su verdad con un altísimo grado de fiabilidad. Hay otros interrogantes que, aún siendo de naturaleza científica, quizás nunca podamos conocer con absoluta claridad. Y, finalmente, hay otras cuestiones relacionadas con el hombre, y sumamente importantes para nuestras vidas, que por su propia naturaleza están más allá de lo que la ciencia de la evolución humana puede dar de sí. De ahí que nos resulte necesario escuchar a la metafísica y a la teología para ver qué es lo que de cierto pueden decirnos a cerca de los interrogantes fundamentales que inquietan a la conciencia humana.

Según nuestra opinión, a la paleoantropología hay que recordarle que no puede contestar a todas las preguntas que se plantea el ser humano, y por ello no ha de mirar con desprecio a la metafísica y a la teología, por el simple hecho de no razonar usando los mismo métodos. Y a éstas hay que recordarles que ellas no han de mirar con recelo a la ciencia de la evolución humana acusándola de materialista. Para ellas es bueno tener muy presentes los datos y las conclusiones (por muy provisionales que puedan ser) aportadas por esta ciencia. Así mismo, ellas deben recordar aquellas palabras que pronunció Juan Pablo II ante la Academia Pontificia de Ciencias el 22 de octubre de 1996 y en las que afirmó explícitamente que "la teoría de la evolución [humana] es más que una hipótesis" [76].

Los seres humanos necesitamos, pues, la aportación y la colaboración sincera, respetuosa y honesta de todas las ramas del saber implicadas en las explicaciones de los interrogantes más importantes que podemos plantearnos como humanos acerca de nosotros mismos.

Después de todo lo dicho no me queda más que agradecerles su presencia e interés por estos temas, así como su paciencia por escucharme. Le agradezco también a la Universidad de Navarra el haberme honrado con su confianza al haberme invitado a dar esta conferencia sobre evolución humana. Muchas gracias a todos ustedes.

Notas

[49] Ian McDougall, Francis Brown y John Fleage, Stratigraphic placement and age of modern humans from Kibish , Nature 433, 17 febrero de 2005, pp. 733-736.

[50] Christopher Henshelwood et al.: Emergence of modern human behavior: Middle Stone Age engravings from South Africa , Science 295 (febrero 2002), p. 1279. Sobre la aparición de la conducta humana moderna cif. Carlos A. Marmelada: El origen de la conducta humana moderna; Aceprensa, 11 de septiembre de 2002, Servicio 117/02.

[51] P. Brown, M.J. Morwood, et. al.: A new small-bodied hominin from thelate pleistocene of Flores, Indonesia ; Nature, 431, 28 de octubre de 2004, pp. 1055-1061. Cf. también Marta Mirazón y Robert Foley: Human evolution writ small; Nature 431, 28 de octubre de 2004, pp. 1043-1044. Para el conocimiento del contexto arqueológico y la datación del yacimiento ver M.J. Morwood, R.G. Roberts, et. al.: Archeology and age of a new hominin from Flores in eastern Indonesia; Nature 431, 28 de octubre de 2004, pp. 1087-1091.

[52] D. Falk, Ch. Hildebolt, M. Morwood, P. Brown, et. al.: The brain of LB1, Homo floresiensis; Science Express, 3 de marzo de 2005. Cf. también, Michael Balter: Small but smart? Flores hominid shows signs of advanced brain ; Science 307, 4 de marzo de 2005, pp. 1386-1389.

[53] Dato calculado a partir de una reconstrucción virtual del cráneo usando técnicas de tomografía computerizada (TC).

[54] Opinión expuesta por Groves en Larry Barham: Some initial informal reactions to publication of the discovery of Homo floresiensis and replies from Brown & Morwood ; en Before Farming 2004/4 article 1, p. 2.

[55] Réplica de Morwood y Brown a Groves en Larry Barham: Some initial informal reactions to publication of the discovery of Homo floresiensis and reptils from Brown & Morwood ; Before Farming 2004/4 article 1, p. 5.

[56] Ibidem.

[57] "Bones of contention" es una frase que empieza a ser moneda de curso corriente en el mundo de la paleontología humana.

[58] "No existe razón a priori para pensar que los australopitecinos (o incluso H. habilis -¿En cualquier caso no debería ser al revés? Nota del autor-) no colonizaron otros continentes. Pero si los Australopithecus salieron de África y pervivieron en Flores hasta hace poco tiempo, tendríamos que preguntarnos por qué no aparecen más fósiles que apoyen esta hipótesis. Según Wolpoff, puede que éstos ya se hayan encontrado. En los años cuarenta del siglo pasado se hallaron en Indonesia un conjunto de restos que han sido clasificados por diversos autores como Australopithecus, Meganthropus y, más recientemente, H. erectus. Ahora deberían ser reexaminados a la luz de los nuevos fósiles humanos de Flores" (Kate Wong: El hombre de Flores; Investigación y Ciencia, abril de 2005, nº 342, p. 28).

[59] R. D. Martin et al.: Comment on "The brian of LB1. Homo floresiensis"; Nature, Vol. 312, 19 de mayo de 2006, p. 999b.

[60] Anthropologists walk tall after unearthing hominid ; Nature 434, 10 de marzo de 2005, p. 126. Algo similar puede verse en Science; cf. Ann Gibbons: Skeleton of upright human ancestro discovered in Ethiopia ; Science 307, 11 de marzo de 2005.

[61] T.D. White, B. Asfaw, G. Suwa, Y Haile-Selassie, Elisabeth S. Vrba, C. Owen Lovejoy, et al.: Assa Isse, Aramis and the origin of the Australopithecus ; Nature, Vol. 440, 13 de abril de 2006, pp. 883-889.

[62] William H. Kimbel, Meave Leakey, Donald C. Johanson: Was Australopithecus anamensis ancestral to A. afarensis? A case of anagenesis in the hominin fossil record ; Journal of human evolution, Vol. 51, issue 2, agosto de 2006, pp. 134-152.

[63] Lee R. Berger: Tras las huellas de Eva; Ediciones B, Madrid, 2001, p. 222.

[64] Cif. Carlos A. Marmelada: ¿Es Pierolapitheucs catalaunicus el eslabón perdido?; Aceprensa, 15 de diciembre de 2004, Servicio 161/04.

[65] Cif. Carlos A. Marmelada: Los neandertales no son antepasados nuestros; Aceprensa, 14 de junio de 2006, Servicio 068/06.

[66] Camilo José de Cela Conde y Francisco Ayala: Senderos de la evolución humana; Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 418.

[67] Cann, R. L.; Stoneking, M. y Wilson, A. C.: Mitochondrial DNA and human evolution ; Nature, 325, 31-36, 1987.

[68] Krings, Matthias; Pääbo, Svante et al.: Neandertal DNA Sequences and the Origin of Modern Human ; Cell, 90, 19-30, 1997.

[69] Krings, M.; Pääbo, S. et al.: DNA sequencece of the mitochondrial hipper variable region II from the Neanedertal type especimen ; Pro. Natl. Acad. Sci., Vol 96, pp. 5581-5585, may 1999.

[70] Ovchinnikov, Igor V. et al.: Molecular análisis of Neandertal DNA from the northern Caucasus ; Nature, 404, 30 march 2000, pp. 490-493. Cif también Höss, Matthias: Ancient DNA: Neanderthal population genetics ; Nature 404, 30 march 2000, pp. 453-454.

[71] Krings, Matthias; Pääbo, Svante et al.: A view of Neanderthal genetic diversity ; Nature genetics, Vol. 26, october 2000, pp. 144-146.

[72] Lalueza Fox, Carlos; Bertranpetit, Jaume; Rosas, Antonio et al.: Neandertal Evolutionary Genetics: Mitochondrial DNA data from the Iberian Peninsula. Molecular Biology and Evolution vol. 22, 2 de febrero de 2005, pp. 1077-181.

[73] Cela Conde, Camilo José de y Ayala, Francisco: Op. cit.; p. 431.

[74] Stoneking, Mark y Pakenford, Brigitte: Mitochondrial DNA and human Evolution ; Annual Review Genomics Human Genetics; Vol. 6, pp. 165-183, 2005.

[75] Cif. Carlos A. Marmelada: Luces y sombras en el estudio de la evolución humana; Universidad de Navarra, http://www.unav.es/cryf/lucesysombras.html.

[76] Juan Pablo II, Mensaje a la Academia Pontificia de Ciencias; 22 de octubre de 1996, n. 4: en L'Osservatore Romano, edición en castellano, 25 octubre 1996, p. 5.

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