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La solidaridad al servicio de la humanidad
43. Sucede cada vez más que los responsables de las Comunidades cristianas adoptan conjuntamente posiciones, en nombre de Cristo, sobre problemas importantes que afectan a la vocación humana, la libertad, la justicia, la paz y el futuro del mundo. Obrando así «comulgan» con uno de los elementos constitutivos de la misión cristiana: recordar a la sociedad, de un modo realista, la voluntad de Dios, haciendo ver a las autoridades y a los ciudadanos el peligro de seguir caminos que llevarían a la violación de los derechos humanos. Es claro, y la experiencia lo demuestra, que en algunas circunstancias la voz común de los cristianos tiene más impacto que una voz aislada.
Los responsables de las Comunidades no son sin embargo los únicos que se unen en este compromiso por la unidad. Numerosos cristianos de todas las Comunidades, movidos por su fe, participan juntos en proyectos audaces que pretenden cambiar el mundo para que triunfe el respeto de los derechos y de las necesidades de todos, especialmente de los pobres, los marginados y los indefensos. En la Carta encíclica Sollicitudo rei socialis he constatado con alegría esta colaboración, señalando que la Iglesia católica no puede soslayarla. [72] En efecto, los cristianos que tiempo atrás actuaban de modo independiente, ahora están comprometidos juntos al servicio de esta causa para que la benevolencia de Dios pueda triunfar.
La lógica es la del Evangelio. Por ello, reafirmando lo que escribí en mi primera Carta encíclica Redemptor hominis, he tenido oportunidad «de insistir sobre este punto y de estimular todo esfuerzo realizado en esta dirección, a todos los niveles en los que nos encontramos con los otros cristianos hermanos nuestros» [73] y he dado gracias a Dios por «lo que ha realizado en las otras Iglesias y Comunidades eclesiales y por medio de ellas», como también por medio de la Iglesia católica. [74] Hoy constato con satisfacción que la ya vasta red de colaboración ecuménica se extiende cada vez más. También se realiza una gran tarea en este campo gracias al Consejo Ecuménico de las Iglesias.
Notas
[72] Cf. Carta enc. Sollicittulo rei socialis (30 diciembre 1987), 32: AAS 80 (1988), 556.
[73] Discurso a los Cardenales y a la Curia Romana (28 junio 1985), 10: AAS 77 (1985), 1158; cf. Carta enc. Redemptor hominis (4 marzo 1979), 11: AAS 71 (1979), 277-278.
[74] Discurso a los Cardenales y a la Curia Romana (28 junio 1985), 10: AAS 77 ( 1985), 1158.
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