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Boris Yeltsin: ¿un hombre extraordinario?

Honores para Boris Yeltsin. Los medios de comunicación han hecho eco de su muerte reciente. En televisión pudimos ver las exequias, a las que se dio un trato de jefe de estado. ¿Con razón? Probablemente, puesto que lo fue tanto para bien como para mal. En el funeral se veía un gran ceremonial religioso. Ahí estaban los coros que acompañan a las distintas celebraciones ortodoxas. A pesar de que el rito católico guarda un ceremonial solemne, siempre se ha mantenido por debajo del rito ortodoxo. Al incorporarse Rusia —hace mil años— a la civilización occidental al cristianizarse el zar escogió la modalidad Constantina con la referencia del griego y no el latín.

Con la muerte del político muchos medios han ido recordando aspectos de su trayectoria política. En sus inicios ejerció funciones directivas dentro del Partido Comunista. A él se le atribuye el derribo de la casa Ipatiev ya que de este modo evitaba que con el tiempo fuera un objetivo de «peregrinación zarista». También es cierto que ya en el poder él mismo fue quien ordenó desenterrar los despojos de la masacre que se había producido, que estaban enterrados en un bosque cercano a lo que había sido la casa.

Durante estos días me venía a la cabeza el recuerdo de su imagen subido a un tanque durante la intentona golpista de 1991. Como un zar parecía su intervención, intentando cortar la involución del Partido Comunista. Fueron tres días que apartaron del poder político a Mijail Gorbachov. También como un zar Baris Yeltsin fue bautizado y recibió las exequias cristianas.

Las palabras pronunciadas por Tony Blair resumen perfectamente el lugar que ocupó: «un hombre extraordinario que vio la necesidad de la reforma democrática y económica y que, defendiéndola, desempeñó un papel vital en un momento decisivo de la historia de Rusia». Seguro que sí pero... ¿no nos estaremos pasando con tanto halago? ¿Su muerte, sentida por muchos, no estará cerrando los ojos a la realidad de lo fue realmente la historia?

Si Yeltsin tuvo un papel decisivo, mucho más fue el que desempeñó Gorbachov, esto no hay que olvidarlo. Porque al fin y al cabo fue éste quién, de forma valiente, abrió las puertas del comunismo con la perestroika y el glasnost. Sin él todo lo demás no hubiera venido. O al menos hubiera hecho falta que alguien tuviera la osadía que tuvo Mijail. Me sorprende que ahora muchos, quizás por rendir honor al político, parece que lo atribuyen todo al reciente fallecido. El papel de Yeltsin sí, fue importante, pero gracias a una labor dura de su predecesor. Gorbachov fue quién roturó y sembró en el camino, Yeltsin sólo tuvo que abonarlo.

Es justo recordar lo dicho por el mismo Gorbachov: «A sus espaldas quedaron grandes méritos para el país y también graves errores». Porque las reformas democráticas y económicas de Yeltsin no fluctuaron como cabía esperar. Y a costa de ellas aumentaron las arcas de su propia familia mientras el pueblo llano seguía muriéndose de hambre.

Boris Yeltsin era excesivo, un poco desmesurado y a menudo sentimental. Y tras ser sustituído por Putin, a quien él mismo designó, se apartó de la vida política y pública con las dolencias propias de su afición a la bebida.

Es verdad que me venía a la cabeza la imagen de Boris Yeltsin en el tanque, pero también otras fotos más polémicas e impropias de un político publicadas durante su mandato. Quizás no sea buen momento para recordarlo, pero la historia es la que es, y ahí queda.