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Una deshonrosa manipulación
El que esto escribe asistió, el día 27 del pasado mes de abril, a una conferencia impartida por el Sr. Justo Aznar Lucea, compañero, digamos, de escritura en esta página. Como no podía ser de otra forma, el Sr. Aznar, experto en temas relacionados con la bioética y sus aledaños, nos iba a presentar este asunto tan actual pero que, por desgracia, es, también, tan desconocido. El que esto escribe sacó una conclusión bastante clara al respecto: estamos en manos de unos gobernantes que bien ignoran mucho de lo que hacen en lo referido a la bioética y todas las implicaciones que tiene o por el contrario y como parece lo más probable, estos gobernantes-legisladores manipulan el tema de una manera, digamos, vergonzante y deshonrosa o lo que es lo mismo, indecorosa e indigna.
Personalmente, antes de haber leído nada del Sr. Justo Aznar, había tenido la ocasión de llevarme a la vista artículos y entrevistas con la Doctora Natalia López Moratalla, del Departamento de Bioquímica de la Universidad de Navarra en el que refutaba la teoría del mal llamado «preembrión», es decir, de esa especie de «conglomerado de células» que se juntan, digamos, desde que se produce la fecundación hasta que, 14 días después, se implantan en el útero de la madre. Y digo conglomerado porque, al parecer, la Ley que regula todo esto (de investigación biomédica) planteada por el actual gobierno socialista, recoge, en más de veinte ocasiones, este tergiversador término cuando, según el propio Sr. Aznar, en la conferencia supracitada, indicó que en lo que va del año 1995 al 2005, es decir, 10 años (que es un período extenso y significativo para la investigación) sólo había encontrado el mismo en 7 ocasiones en los trabajos que, en inglés, había revisado (y que eran unos cuantos miles) Es decir, que mientras los investigadores, acostumbrados a estos trabajos y a utilizar los términos según pueden demostrar las cosas, apenas utilizan el término «preembrión», lo cual debe hacer pensar en que no tienen demasiado claro el asunto y temen, digamos, equivocarse, un texto legal lo utilizan en un número desproporcionado de veces. Algo, como poco, curioso.
¿Qué quiere decir esto?
En primer lugar, como el que esto escribe no es bioquímico ni entendido más allá de lo que pueda leer, o como es el caso, escuchar, me parece que, una vez oídas las palabras del miembro de la Academia Pontifica para la Vida y presidente de Provida Valencia, se llega a una conclusión bastante sensata: teniendo en cuenta que al utilizar el término preembrión lo que se pretende es manipular el verdadero concepto de embrión sólo puede tener una intención (malsana) y que no es otra que facilitar el manejo de eso para, seguramente, facilitar algún tipo de negocio extraño pues, también en esa conferencia, se nos dijo, mostrando un listado bastante amplio de los protocolos establecidos para trabajar sobre células madre adultas y tratar, así, de curar enfermedades, que éstas eran bastantes (tan extenso el número de ellas como el citado listado) y que, sin embargo, no existía ni uno sólo, protocolo se entiende, si nos referimos a células madre embrionarias. Por lo tanto, resulta difícil de creer que se vayan a curar enfermedades si se hace uso de esos embriones (mal llamados pre como si no lo fueran) si, actualmente, no es posible hacer nada positivo con ellos cuando, al contrario, sí se hace con las citadas células madre adultas.
En segundo lugar, la pregunta salta, rápidamente, a la mente de cualquiera: ¿cuál es la intención, entonces? Y la respuesta resulta tan triste como real: el desprecio por la vida que se tiene, pero por la vida ajena. Aquí no se aplica ese mandamiento de «amarás a tu prójimo como a ti mismo» pues, de otra forma, a nadie de los «investigadores» que trabajan en este campo se les hubiera ocurrido hacer tal tipo de manipulaciones que, como poco, son, digamos, escasamente éticas quizá porque Hipócrates queda muy lejano en el tiempo.
Por eso, cuando, una vez explicado que desde el momento de la fecundación, instante en el cual se constituye una nueva persona, hasta que el feto se convierte en ser viviente en el exterior de su madre, no deja de ser algo distinto al ser que lo lleva, que lo trae, digamos, al mundo, uno no deja de pensar que estamos, quizá, en las peores manos en las que podamos estar pues si aquellos que nos han de gobernar y, es un decir, regir nuestras vidas, son tan ajenos a realidades demostradas científicamente y se empecinan y empeñan en ir contra la mismas demostraciones para sostener no sé qué extraña política «progresista» y, además, tildando de contrarios al avance científico, cuando no de cosas mucho peores y que todos conocemos, a todos aquellos que, no sólo desde el punto de vista religioso sino, sobre todo, desde la praxis (pues, no obstante ésta, digamos razón, se apoya en aquella, digamos fe) no puede salir nada bueno de esto. Al menos, nada que nos lleve por el camino de la Verdad.
Esto es lo que pienso después de haber oído al Sr. Justo Aznar y, seguramente, esto es lo que pensaron el centenar largo de personas que asistimos a su muy interesante conferencia. Ciertamente, estamos, están los embriones, bastante perdidos, pues en manos como éstas, ajenas a todo sentido de la moral y de la ética y, sobre todo, en el general desconocimiento de la materia algo compleja y árida, a veces, nada bueno les augura. Al menos, algunos más sabemos a qué atenernos y, sólo por esto, cabe agradecer el trabajo de aquellos que, contra el viento y la marea del siglo, se han empeñado, dejándose la vida en ello, en que despertemos del sueño dulce y vacío en el que nos encontramos dejándonos manipular deshonrosamente y, además, consintiendo en ello, que es lo peor, por desidia o comodidad, que es lo mismo para el caso.
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