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¿De qué tienen miedo?
«La violencia es el miedo a los ideales de los demás». Mahatma Gandhi
Las últimas amenazas y actos intimidatorios que se han desatado contra ciertos sectores religiosos, políticos y sociales que defienden la vida, la familia, la responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos o, simplemente, la libertad de expresar la voz de su conciencia están llegando a un punto en el que ser «políticamente incorrecto» resulta peligroso.
Pero que nadie se confunda. No es que resulte peligroso para aquellos que por molestar con la verdad se juegan la vida en ello. No. Los que corren peligro son precisamente los abanderados del «todo vale» que ven cómo sus amenazas, al contrario de lo que pretendían, fortalecen a su «enemigo» que, con palabras basadas en la verdad y el bien, les pone a temblar más que un sobre con una bala y una foto con la esvástica dibujada en su rostro.
Lo veíamos venir desde hace tiempo, aunque debo reconocer que muchos de nosotros no esperábamos que nos «demonizaran» lanzándonos a los cazadores de brujas y nos amenazaran con la hoguera en caso de negarnos a rectificar en la plaza publica su «dignidad ofendida».
¿De qué tienen miedo? ¿Es que acaso piensan que las humillaciones y las amenazas son el mejor camino para silenciar nuestra voz, impidiendo nuestra libertad de pensamiento, ante la sinrazón y la manipulación propagandística de la que somos objeto? ¿No será que el obsceno descaro con el que se defienden oculta un miedo atroz a conocer la verdad? ¿Por qué nos llaman homófobos por pensar distinto?
En este sentido, a nadie le extraña la polémica que han levantado las declaraciones del ministro de educación polaco, Roman Giertych, en las que se proponía «castigar a cualquiera que promueva la homosexualidad o cualquier otra desviación de naturaleza sexual en los centros educativos» puesto que se debe « proteger el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo al sistema de valores que escojan».
Y, como estaba previsto, la respuesta del Parlamento Europeo no se ha hecho esperar. Pregoneros de una Europa a la que muchos de sus miembros consideran «una comunidad de valores, donde el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, la democracia y el Estado de Derecho, la igualdad y la no discriminación son algunos de sus valores más apreciados» , acaban de aprobar una resolución en la que se condenan los «comentarios discriminatorios formulados por líderes políticos y religiosos en relación con los homosexuales, dado que incitan al odio y a la violencia incluso si después se retiran» y proponen el 17 de Mayo como «Día Internacional contra la homofobia» en favor de los derechos del poderoso lobby del que forman parte gays, lesbianas, bisexuales y transexuales.
Seguramente, muchos de ustedes recuerdan la famosa cita de Goebbels, el encargado de mover los hilos de la barbarie nazi y, por tanto, uno de los impulsores de los crueles experimentos con los prisioneros homosexuales de los campos de concentración para buscar el origen de su mal y su posterior curación, en la que nos aseguraba que «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad.
Lo que me extraña y me llena de confusión es que el lobby gay, conociendo los asesinatos de miles y miles de homosexuales de la famosa «lista rosa» de la Alemania nazi, en vez de rechazar todo lo que de estos repugnantes ideólogos se pudiera desprender, siga a pies juntillas los principios goebbelsianos para dar un vuelco a nuestras mentes, nuestros sentimientos y nuestra voluntad, en pro de la sensibilización y aceptación del mundo homosexual.
Curioso, ¿no les parece?
Somos muchos los que pensamos que los miembros del lobby gay son muy agudos en su estrategia de persuasión y propaganda. Es más, es una realidad incuestionable que este colectivo ha buscado, y parece que lo está logrando, la aceptación de un conjunto de reivindicaciones justas unas, y otras no, a sabiendas de que nos coloca en la disyuntiva entre el respeto, la compasión y la delicadeza de trato que como hijos de Dios se merecen y la animadversión que provoca, especialmente a los locos que se atreven a discrepar de su discurso, su comportamiento amenazante.
Para ello, no se cortan en bombardear a la opinión publica en una exaltación de la homosexualidad, a menudo exarcebada y vulgar, presentándonosla como amable y atractiva, Ya lo decía Goebbels: «Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
Y, si para conseguir que su tendencia sexual y su comportamiento sea considerado como una forma de vida normal, buscando siempre el victimismo de los homosexuales, tienen que silenciarnos, no deberíamos extrañarnos. Es parte de su estrategia de engaño y confusión, basada en mentiras, injurias, amenazas, humillaciones y burlas grotescas, exagerando cualquier hecho insignificante hasta convertirlo en una amenaza contra la discriminación, los derechos humanos y la igualdad. Por lo tanto, que nos etiqueten como racistas, intolerantes, desequilibrados, acomplejados e, incluso, talibanes, con la intención de que nuestra sola presencia resulte desagradable e incómoda para la mayoría, es algo a lo que nos vamos a tener que acostumbrar. Eso sí, sin miedo y con el descaro del que no tiene pelos en la lengua para defenderse.
Necesitamos locos, muchos locos, que se comprometan y se jueguen la vida por defender la verdad o simplemente para conseguir el éxito de poner un poco de sensatez en nuestra sociedad y «desemborregarnos», como nos muestra este conocido trabalenguas:
El cielo (nuestra sociedad) está emborregado, ¿quién lo desemborregará?
El desemborregador que lo desemborregue, buen desemborregador será.
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