Los Hijos de Tolkien
La publicación de Los Hijos de Húrin ha tenido una gran acogida en España. En sólo un mes desde su aparición se han hecho ya 3 ediciones y se han vendido más de 50.000 ejemplares. Esta obra póstuma de J. R. R. Tolkien sale a la luz a los 70 años de la publicación de El Hobbit. Ya por entonces los lectores pidieron más aventuras de hobbits y de todo lo que tuviera que ver con aquel mundo apenas esbozado. Tendrían que pasar 17 años para que Tolkien pudiera publicar una continuación. Se trataba de El Señor de los Anillos. Este libro avivó el interés por leer más historias de la Tierra Media. El lector se daba cuenta que había mucho más detrás de estas páginas. Sin embargo, Tolkien terminó de publicar su obra magna cuando tenía 63 años, y ya no le fue posible ofrecer nuevos relatos. Ha sido su hijo Christopher quien ha ido editando las historias inéditas que su padre escribió a lo largo de toda su vida.
Tanto El Hobbit como El Señor de los Anillos comparten una peculiaridad: no se pueden entender sin tener en cuenta a los hijos de Tolkien. El Hobbit era inicialmente el cuento que Tolkien iba escribiendo en sus ratos libres para leerlo por las noches a sus cuatro hijos pequeños. Y a todos les encantaba. El hecho de que el manuscrito llegara al editor Stanley Unwin fue un auténtico cúmulo de casualidades, ajeno por completo a la voluntad del autor. El editor decidió publicarlo, y a los tres meses estaba pidiendo más historias de hobbits.
Esta petición le cogió por sorpresa a Tolkien. El cuento había terminado y él no tenía más historias escritas de hobbits. Pero comenzó en diciembre de 1937 la redacción de algo que no sabía en aquel momento adonde le conduciría. Pronto se dio cuenta de que la nueva historia estaba dirigida más bien a un público adulto antes que a los niños. El proceso de redacción fue largo y penoso, arañando tiempo a las noches y aprovechando los periodos de vacaciones que le permitía su actividad docente de Oxford. Fue precisamente el cariño hacia su hijo Christopher un estímulo muy importante para avanzar en la composición del texto.
Christopher había sido movilizado militarmente con motivo de la Segunda Guerra Mundial y destinado a Sudáfrica. Su padre, que sabía lo que era la guerra pues había pasado por una de las batallas más sangrientas de la Primera Guerra Mundial, la del Somme, decidió mantener contacto epistolar a ser posible a diario. A la vez, procuró enviarle los capítulos de El Señor de los Anillos que fuera escribiendo, pues sabía bien el gusto de su hijo por estas historias. En esos años de guerra escribió gran parte de la «Las dos torres», con la ilusión de hacerle más llevadero a su hijo el periodo bélico.
Una de las críticas que Tolkien hacía de los tiempos actuales es que se trata de «una época en la que se mejoran los medios para malograr los fines». Y en sus escritos narrativos, si bien se sitúan en un lugar fantástico habitado por personajes imaginarios, el lector es capaz de descubrir una historia que llega hondo porque habla de lo que vale la pena en la vida. En especial, El Señor de los Anillos logra conmover no sólo por las descripciones y el lenguaje, sino sobre todo porque interpela al lector sobre el sentido de la vida.
Ya en vida de Tolkien se trataron de hacer paralelismos entre El Señor de los Anillos y los sucesos de la segunda mitad del siglo XX. Pero su autor siempre negó esa relación, a no ser en un aspecto: «Si hay alguna referencia contemporánea en mi historia es a lo que a mí me parece el supuesto más extensamente difundido de nuestro tiempo: que si algo puede hacerse, debe hacerse. Esto me parece por entero falso. Los mayores ejemplos de la acción del espíritu y de la razón se encuentran en la abnegación».
Estas palabras muestran la franqueza de Tolkien. Él, que ha escrito estos textos en buena medida pensando en sus hijos, les ofrece una historia que estimula el propio crecimiento moral. El autor no pretende imponer unas ideas; sin embargo, el lector es capaz de descubrir en el texto un modo de vida valioso. Chesterton expresó esta convicción de la importancia ética de los relatos de fantasía (o también llamados cuentos de hadas en la tradición inglesa): «Si de verdad leen ustedes los cuentos de hadas, observarán que una idea los recorre de un extremo a otro: la idea de que la paz y la felicidad sólo pueden existir bajo una condición. Esta idea, que es el núcleo de la ética, es el núcleo de los cuentos infantiles». En el caso de El Señor de los Anillos, esa condición es la destrucción del Anillo, tarea que asumirá libremente Frodo con el fin de salvar la Comarca. Al final del libro, vemos la realidad de nuestro héroe. No se trata de un guerrero invencible, o de un tipo con cualidades excepcionales. Frodo ha sabido entregarse de modo desinteresado por el bien de los demás. Así se lo dice a Sam, su amigo, antes de dejar la Tierra Media: «He sufrido heridas demasiado profundas, Sam. Intenté salvar la Comarca y la he salvado; pero no para mí. Así suele ocurrir, Sam, cuando las cosas están en peligro: alguien tiene que renunciar a ellas, perderlas, para que otros las conserven».
Tolkien dijo en una ocasión que El Señor de los Anillos fue escrito para entretener. Y cuando un padre se entretiene con sus hijos busca el bien de ellos. Por ello, leer a Tolkien es dejar resonar la voz de un padre que cuida de sus hijos, no a base de moralinas, sino en forma de una historia verdadera y atractiva donde el lector puede aprender a vivir una vida valiosa.
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