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¡Hoy, ya votaste por nosotros!

Hay días, como el de hoy, en los que la desolación, la desconfianza y la tristeza sobre el futuro de mi país me embargan de tal manera que me impide volver a confiar en nuestra clase política y busco desesperadamente a un caballero andante que «elija una profesión en la que ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cuesta la vida el defenderla».

Especialmente, cuando veo que la alegría y la satisfacción por los resultados obtenidos les impiden ver la realidad que la mayoría de los ciudadanos les hemos puesto delante con nuestro voto , especialmente a nuestro presidente Zapatero que se atreve a declarar con su gran sonrisa infantil: «¡Qué mejor que todos estamos satisfechos; es quizás el mejor balance y el mejor resultado de la jornada electoral!»

A lo largo del día, de la semana, incluso de meses, correrán ríos de tinta entre los analistas políticos. Se empeñaran en desmenuzar los resultados para encontrar la mejor manera de mentir, de maquillar y de persuadir al elector de que otra realidad es posible, de que ellos son más honestos, más solidarios, más capaces para... ¿Para qué? Sencillamente, para utilizarnos como objeto de «usar y tirar» mientras se aprovechan de las cifras suculentas y del poder que ofrece el cargo para hacer y deshacer sin nuestro consentimiento.

Y mientras tanto, un vacío enorme llena los corazones de los ciudadanos que no entienden de negociaciones ni de pactos, pero si saben que están solos ante sus proyectos y sus sueños. Es más, se sienten dolidos y engañados, se sienten perdidos porque la han perdido la esperanza, la confianza, la fe en los responsables para construir un mundo mejor, una España mejor.

En fin, esta mañana no puedo con mi alma y necesito un buen chiste que me ayude a pasar el mal trago, ¿ustedes no?

Allá va.

Un día, mientras caminaba por la calle un candidato de un importante partido político es trágicamente atropellado por un camión y muere. Su alma llega al paraíso y se encuentra en la entrada con San Pedro en persona.

— Bienvenido al paraíso, le dice San Pedro. Antes de que te acomodes, parece que tenemos un problemita. Verás, muy raramente un alto político ha llegado aquí y no estamos seguros de qué hacer contigo.

Lo que haremos será hacerte pasar un día en el infierno y otro en el paraíso, y luego podrás elegir donde pasar la eternidad.

San Pedro acompaña al candidato al ascensor y baja, baja hasta el infierno.

Las puertas se abren y se encuentra justo en medio de un verde campo de golf. A lo lejos hay un club y de pie delante de él están todos sus amigos políticos que habían trabajado con él, vestidos con traje de noche y muy contentos. Corren a saludarlo, lo abrazan y recuerdan los buenos tiempos en los que se enriquecían a costa del pueblo.

Juegan un agradable partido de golf y luego por la noche cenan juntos en el club con langosta y caviar. Se encuentra también al Diablo, que de hecho es un tipo muy simpático y se divierte mucho contando chistes y bailando.

El político recién fallecido se está divirtiendo tanto que, antes de que se de cuenta, es ya hora de irse. Todos le dan un apretón de manos y se despiden de él antes de que se suba al ascensor.

El ascensor sube, sube, sube, y se reabre la puerta del paraíso donde San Pedro lo está esperando.

—Ahora es el momento de pasar al paraíso.

Así que el candidato pasa las 24 horas siguientes pasando de nube en nube, tocando el arpa y cantando.

Antes de que se de cuenta, las 24 horas ya han pasado y San Pedro va a buscarlo.

—Ya has pasado un día en el infierno y otro en el paraíso. Ahora debes elegir donde deseas pasar tu eternidad.

El Hombre reflexiona un momento y luego responde:

—Bueno, el paraíso ha sido precioso, pero creo que he estado mejor en el infierno.

Así que San Pedro lo acompaña hasta el ascensor y otra vez baja, baja y baja hasta el infierno.

Cuando las puertas del ascensor se abren se encuentra en medio de una tierra desierta cubierta de porquería y desperdicios. Ve a todos sus amigos vestidos con trapos, que están recogiendo los desperdicios y metiéndolos en bolsas negras.

El Diablo se le acerca y le pone un brazo en el cuello.

—No entiendo, balbucea el Candidato. Ayer estuve aquí y había un campo de golf y un club, y comimos langosta y caviar, y bailamos y nos divertimos mucho. Ahora todo lo que hay es una tierra desierta llena de desperdicios y mis amigos parecen unos miserables.

El Diablo lo mira, sonríe y dice:

—¡Ayer estábamos en campaña! ¡Hoy, ya votaste por nosotros!

Ahora en...

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