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Éxitos de la educación laica
«Durante décadas la educación en nuestro país, como en muchos otros, se ha mantenido blindada de la nefasta influencia de la Iglesia Católica». Este es, sin duda, el argumento que han usado, y siguen usando, quienes se sienten los paladines de la libertad de los demás.
La realidad es que, después de muchos años de nuestro muy patriótico laicismo, no se alcanzan a ver los beneficios de una educación donde a Dios se le dicta arraigo domiciliario, se le condena a muerte o, en el mejor de los casos, se le ignora. Pero sí estamos sufriendo las consecuencias de una delincuencia que no teme, ni respeta ni a la sociedad, ni a las leyes, ni al gobierno. Pobres delincuentes que no conocen a Dios.
Está claro que, por su parte, también la educación religiosa ha dejado mucho qué desear, pues muchas veces le ha faltado contenido doctrinal y se han abierto grietas por donde se ha colado el subjetivismo sentimentalista, que impregna todos los ambientes. Con frecuencia el desarrollo de las clases de religión giraba alrededor de la pregunta: «¿Y esto es pecado?» para que, después de la respuesta del profesor, la conclusión del alumno fuera: «Pues para mí esto no es pecado», y sanseacabó.
En un texto de Jean Mayer acerca de los Cristeros leemos: «La tortura se practicaba sistemáticamente, no sólo para obtener informes, sino también para hacer que durara el suplicio, para obligar a los católicos a renegar de su Fe y para castigarlos eficazmente, ya que la muerte no bastaba para asustarlos. Caminar con las plantas de los pies en carne viva, ser degollado, quemado, deshuesado, descuartizado vivo, colgado de los pulgares, estrangulado, electrocutado, quemado por partes con soplete, sometido a la tortura del potro, de los borceguíes, del embudo, de la cuerda, ser arrastrado por caballos... Todo esto era lo que esperaba a quienes caían en manos de los federales». (La Cristiada, tomo III, págs. 251-252).
Aquellos hombres y mujeres, de todas las edades, tenían un porqué para vivir y un porqué morir pues conocían y amaban a Dios. Hoy en día muchos viven sin fe y con el miedo de que algunos torpes delincuentes los maten por no haber cedido a sus extorsiones, lo cual significa vivir con miedo y morir sin motivo justificado. He ahí la enorme diferencia.
Cuando durante años se ha amordazado a la Iglesia para que los menores no conozcan a un Dios que es amor y que nos creó para amar. Cuando se desconocen unos mandamientos divinos en los que se nos ordena: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos y se nos prohíbe matar, robar, mentir, no repudiar a la mujer, perdonar a los enemigos y mucho más, no deberíamos extrañarnos de que suceda lo que estamos viendo cada día.
¡Que Dios nos agarre confesados!
Del director
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