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La FERE y el dinero

Ayer se presentó el informe de Profesionales por la Ética sobre la asignatura de educación para la ciudadanía que el Gobierno quiere imponer a todos los escolares de España, con o sin ideario propio. Esto no tendría gran cosa de particular si la tal asignatura fuera una materia destinada a lo que dice su título. Pero no es así. El informe deja meridianamente claro que estamos ante un intento inconstitucional de suplantación del derecho de los padres a elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos, y de imposición de una mentalidad relativista y plagada de las majaderías venenosas de la corrección política sobre la verdad, el bien, la persona, la familia, el sexo, los afectos y la moral en general.

El informe no habla de religión, sino de técnica pedagógica y de libertades públicas exigibles en una democracia, pero los obispos españoles han dejado dicho que esta asignatura plantea una antropología y una ética incompatibles con la fe cristiana. En consecuencia, organizaciones muy diversas, confesionales o no, han puesto en marcha un movimiento de objeción de conciencia para que la planteen los padres de los alumnos menores de edad.

Hasta aquí, todo previsible, incluidos los conflictos que, sin duda, acabarán en los tribunales. Lo que no era de prever ha sido la actitud de la Federación de Religiosos de la Enseñanza (FERE), que se ha puesto del lado del Gobierno, asegurando que tienen promesa de que, en sus colegios, podrán impartir la asignatura de acuerdo con el carácter propio de cada centro.

¿Estos religiosos saben de verdad lo que dicen? ¿Cómo pueden creerse que podrán impartir con criterio cristiano una asignatura diseñada para ser incompatible con el cristianismo? Como no es posible que en la realidad sean tan faltos de juicio como aparentan, hay que buscar otra explicación, que yo no encuentro sino en el dinero de los conciertos. Sólo si se sintiesen amenazados con la retirada de los conciertos, se explicaría, aunque de ningún modo se justificaría, su actitud. Deben reflexionar, o (como ha apuntado el cardenal de Toledo) no deberían llamarse católicos.