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Conciliación ... desde la diferencia

Vivimos unos momentos apasionantes por su proyección pero confusos por su planteamiento: desde el gobierno socialista se arbitran medidas y leyes que buscan deshacer la familia y programar la mentalidad de las nuevas generaciones para que no piensen como sus padres o sus abuelos y sean fácilmente manejables..

Y a este reto hay que responder desde la sociedad civil; quizá una senda para encontrar la verdad sobre lo que realmente somos las personas pueda ser ésta: nacemos con un sexo —hombre o mujer— y somos diferentes pero complementarios. ¿dónde radica la diferencia?; la diferencia es un concepto global y afecta a todos los componentes del ser humano, no sólo al cuerpo: a la inteligencia, a la voluntad, a la afectividad, al desarrollo psíquico o físico o mental; a todo lo que podríamos llamar personalidad o capacidad de ser persona. De ahí, que la cacareada igualdad radical —con su ley incluída—, yerra en sus postulados: la igualdad debe plantearse en sus derechos, en sus deberes y en sus oportunidades pero desde la perspectiva de la excelencia que incluye la complementariedad por ser diferentes, y no desde su exclusión con argumentos progres o radicales. En lugar de «deconstruir» y llevar la contraria porque sí y porque es moderno, dediquemos nuestro tiempo y energías a construir todo aquello que es verdad y merece la pena que se instaure y universalice para el bien de la mayoría de los bienpensantes.

Si somos iguales y diferentes a la vez, ¿cómo podemos desarrollar lo mejor de cada uno según nuestras posibilidades y alternativas para que no sea una quimera o una aventura sin final?. Los itinerarios pueden ser múltiples pero uno sólo el punto de partida: autoconocimiento, conocimiento del otro, de lo diferente, y buscar lo que une no lo que desune. Al conocer y aceptar la diferencia, reconocemos cómo nos afecta y cómo pueden ser superados los escollos para lograr entre todos lo mejor, lo que facilite la convivencia y lo que consiga la unidad y paz entre los seres humanos. Y para empezar, el lugar idóneo es el hogar, la casa dónde uno se siente familia y dónde debe colaborar porque todos sus miembros están activos y contribuyen a su normal desarrollo: si los padres trabajan fuera del hogar, el 50% de ayuda en casa es conciliación y de la buena, y si los hijos por edad y no por discriminación de sexo, hacen lo que toca y cumplen sus encargos, su colaboración es el aprendizaje de lo que más tarde, vivirán en los hogares que ellos formen. Diferentes son los sexos pero no las responsabilidades y por ello, hay que buscar la complementariedad: lo que la madre aporta es insustituible e irrepetible y lo que el padre hace no lo puede hacer la madre. Una vez más se convierte en realidad « la unión hace la fuerza»: ésa fuerza que nos quiere arrebatar el gobierno socialista.

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