» Baúl de autor » José Luis Restán
Rechazo de la Encarnación
No es la primera vez que sucede en los últimos dos mil años, pero es cierto que vivimos una época marcada por el rechazo a la Encarnación. Juan Pablo II se lo ha dicho a los provinciales dominicos reunidos en Rhode Island (USA) para elegir al nuevo Maestro General de la Orden de Predicadores (por cierto, el elegido ha sido el P. Carlos Azpíroz, un dominico argentino de 44 años) en una hermosa carta en la que reconoce que ese rechazo convive muchas veces con la admiración hacia la figura de Jesús, y con el aprecio de algunos valores de su enseñanza. Sin embargo, advierte con sagacidad el Papa, Él permanece distante, no se le conoce, no se le ama y no se le obedece, de modo que queda relegado a un pasado remoto o a un cielo lejano.
No es una mera cuestión de fina teología, sino un dato que se traduce en consecuencias históricas muy concretas, porque como señaló el Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes, sólo Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Así pues, cuando falta esa familiaridad con Cristo, el Dios hecho hombre, es normal que se produzca una notable reducción del horizonte de las posibilidades humanas y una pérdida del sentido último de su finalidad. En esta perspectiva, Juan Pablo II repasa fenómenos como la desconfianza enfermiza del hombre contemporáneo respecto de sus posibilidades para reconocer la verdad, la falta de amor a la vida en cualquier condición que se encuentre, o la confusión moral en el campo de la sexualidad.
En realidad, el rechazo al cristianismo ha consistido siempre en el rechazo de la Encarnación y no de algunas enseñanzas morales. Es natural, porque la novedad cristiana consiste precisamente en el anuncio de que Dios se ha hecho hombre, y eso fue desde el principio escándalo para los judíos y necedad para los gentiles. Pero lo dramático es que existe hoy (y siempre ha existido de una forma más o menos solapada) un rechazo de la Encarnación revestido de cristianismo virtual. Una pretensión de aplicar el cristianismo como simple inspiración moral o como programa ideológico al margen de su historicidad, que es tanto como decir al margen de la Iglesia como realidad histórica. Así se explican la fascinación que experimentaron algunos grupos cristianos por Mayo del 68 (cuya dinámica, evidentemente, les deglutió) o algunas formas extremas de la Teología de la Liberación que llegan al paroxismo de justificar el socialismo real, mientras acusan al Papa de complicidad con el imperialismo norteamericano, como acaba de hacer Leonardo Boff en Granada. Pero no nos olvidemos del frente opuesto, donde abundan los cristianos para los que su fe se mueve en un plano ajeno a las urgencias de la vida, con cuya respuesta no tiene nada que ver.
Basta echar un vistazo a la historia para comprobar que los cristianos sólo han construido algo nuevo ( y lo han hecho por doquier a lo largo de dos mil años) cuando han permanecido fieles a la dinámica de la Encarnación, unidos a la Iglesia en su forma histórica concreta, con las genialidades y miserias de sus fieles, y con la guía de sus pastores. Fuera de esto, el cristianismo se degrada hasta convertirse en mero objeto espiritual decorativo, o en aderezo para ideologías que tarde o temprano muestran su inhumanidad.
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