» Baúl de autor » José Luis Restán
Después de Ucrania
En el Este, las corrientes profundas tardan en aflorar, así que aún es pronto para saber si tras la visita del Papa a Ucrania comenzará a disolverse el prejuicio antiromano que domina en las tierras de la Ortodoxia, o si por el contrario, como ha amenazado el Patriarca Alexis II, se abre una etapa de hielo con el Catolicismo. Si nos atenemos a los desplantes rayanos en el insulto con los que la jerarquía de obediencia moscovita ha saludado la presencia del Papa en Ucrania, sólo cabe el pesimismo. Sin embargo, para atisbar el futuro es preciso introducir otros factores.
Por un lado, las palabras del Papa van a dejar un poso difícil de eliminar. El Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, se ha presentado como garante de una Iglesia unida en cuyo seno pueden convivir en armonía tradiciones, ritos, y disciplinas canónicas diversas: ésta es una realidad que se ha podido contemplar en las campas de Kiev y de Lviv, y no puede dejar de suscitar una profunda nostalgia en cualquier cristiano.
Por otra parte, Juan Pablo II ha demostrado que la humildad no está reñida con la verdad: una vez más ha tenido la grandeza de ser el primero en pedir perdón por los pecados cometidos, al tiempo que aseguraba en nombre de los católicos el perdón por las injusticias sufridas. Y es que ni en Moscú ni en Kiev deberían seguir mirando para otro lado, cuando son tan evidentes las complicidades de buena parte del clero ortodoxo en los sufrimientos y vejaciones que han sufrido los católicos de rito bizantino durante el régimen comunista. En todo caso, el Papa ha reconocido las dificultades y ha trazado el único itinerario posible para el futuro: ?en el curso de los siglos se han acumulado demasiados prejuicios, demasiados resentimientos recíprocos, y demasiada intolerancia; el único medio para quitar los obstáculos en este camino es olvidar el pasado, pedir y ofrecer perdón los unos a los otros por las ofensas infligidas y recibidas, y confiar sin reservas en la acción renovadora del Espíritu Santo?.
Por último, en sus encuentros con los intelectuales, los políticos, los jóvenes y la gente sencilla, Juan Pablo II ha mostrado que es un pastor capaz de guiar al pueblo cristiano en tiempos de zozobras e inquietudes, a las que por cierto no son ajenas las Iglesias ortodoxas en un contexto marcado por el desierto espiritual que ha dejado el comunismo y el choque cultural con la modernización que sus países están importando de occidente. No faltarán fieles ortodoxos que hayan tomado buena nota, pese a la rigidez de sus jefes.
La presencia ?a título personal? del P. Iván Sviridov, arcipreste del Patriarcado de Moscú, en el altar donde el Papa ha presidido este miércoles la ceremonia de beatificación de veintiocho mártires, oficiada según el rito bizantino, podría ser algo más que una casualidad. Este sacerdote ortodoxo ha dicho en voz alta lo que a buen seguro piensan otros muchos: ?el mensaje de paz, de diálogo y de unidad del Papa representa un momento histórico, y no quería perdérmelo?.
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