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Carmelitas españoles en Estados Unidos

El 28 de octubre tendrá lugar en Roma la beatificación de 498 religiosos españoles que murieron en la Guerra Civil Española (1936-1939) por el simple hecho de ser miembros de la Iglesia Católica. Pocos saben que 5 de estos religiosos, de la orden de los Carmelitas eran ciudadanos norteamericanos.

El 28 de octubre tendrá lugar en Roma la beatificación de 498 religiosos españoles que murieron en la Guerra Civil Española (1936-1939) por el simple hecho de ser miembros de la Iglesia Católica. Pocos saben que 5 de estos religiosos, de la orden de los Carmelitas eran ciudadanos norteamericanos pues habían vivido muchos años en Arizona y Washington regentando misiones y colegios que esta orden tenía en los municipios mayormente mineros del estado de Arizona y un convento con colegio en Washington, D.C. Las raíces norteamericanas de estos religiosos que en frase del archivero de la Provincia de Cataluña de los Carmelitas, Gabriel Beltrán, «salieron de América pero América nunca salió de ellos», los hacen universales y su labor, pues, es de una relevancia también global. Destacaremos aquí la presencia de estos religiosos en Arizona y Wasington en la primera mitad del siglo pasado.

Los carmelitas, como las demás órdenes religiosas, fueron exclaustrados por las Leyes de Reforma y Religión en tiempo de Benito Juárez en México en la segunda mitad del siglo XIX y ya en tiempo de Porfirio Díaz, a finales del siglo XIX, las órdenes religiosas retaron estas leyes y lucharon por la libertad de culto y volvieron a enclaustrarse y vivir en comunidad con el riesgo que esto conllevaba de estar cometiendo una ilegalidad. Los carmelitas, en particular, desde Roma, mandaron a un fraile de España, Pedro Hériz, como Visitador General a que llevara a cabo tal tarea y nada más llegar a México se vio confrontado por los mismos carmelitas exclaustrados mexicanos que vivían una vida dentro de lo que cabe, cómoda, relajada, en familia a veces, y con las propiedades de la Orden a su entera disposición.

Al ser acusado por sus propios hermanos de religión de tratar de violar la ley mexicana, el P. Hériz huyó a los Estados Unidos y se presentó en varias diócesis como la de San Francisco y la de Tucsón, para hacer trabajo pastoral por medio de misiones que atendieran las necesidades espirituales de la población mexicana en esos estados. En San Francisco no encontró eco en las autoridades diocesanas, pero sí en el obispo H. Granjon de Tucsón que lo acogió de buen grado y le permitió abrir iglesias en los pueblos mineros del estado de Arizona donde se asentaron desde 1902. Cuando la Revolución Mexicana arreció en torno a 1910, más frailes restauradores de aquéllos, pasaron la frontera como muchos mexicanos más. Y lo mismo hicieron en la década de lso años 20 con la persecución religiosa en las llamadas guerras cristeras.

Durante toda la primera mitad del siglo XX fundaron y regentaron varias iglesias en más de 22 destinos mineros , parroquias y ermitas por todo el estado de Arizona con un objetivo múltiple. Por un lado, fueron atendiendo las necesidades espirituales de sus feligreses y, por otro, sirvieron de animadores culturales y de referencia social para las «colonias» mexicanas de la época en Estados Unidos. Su labor fue importantísima en este sentido. Fundaron sociedades mutualistas, asociaciones cívico-religiosas, grupos de juventud y grupos culturales y sociedades literarias. Fundaron revistas y periódicos, escribieron libros tanto de tema religioso como obras literarias de un valor aceptable. Es la época de la minería en Arizona a cuya tarea se dedicaban cercar de un cuarto de millón de gentes. Según podemos apreciar hoy, y a raíz de los movimientos de diversidad cultural que surgieron en los años sesenta, fueron el cimiento de todo el renacimiento chicano posterior, pues a través de ellos y de su labor se pudo mantener la llama viva de la cultura mexicana a través los años difíciles de la posguerra y de los convulsos años cincuenta.

Pues bien, 5 de estos frailes, el P. Pedro Hériz, el fundador de las misiones, el P. Lucas Tristany, el P. Provincial de la Provincia de Cataluña de los Carmelitas, el P. Eduardo Farré y el P. Vicente Gallén, párrocos en varias iglesias en Tucsón y Washington, así como en México y el Hermano Ángel, en 1936, algunos redestinados en conventos en Europa y otros de visita en España, murieron asesinados en medio de las luchas de esta guerra fratricida. Nosotros aquí quisiéramos destacar la labor de estos frailes entre las comunidades hispanas de Arizona pues es en ese papel donde estos frailes, de una gran cultura humanística, supieron aguantar el tirón de la asimilación y servir de guía para su comunidad en temas sociales y culturales.

No debemos olvidar que en la rica tradición misionera de las órdenes religiosas en América, estos frailes eran más misioneros que curas de parroquia. Como misioneros su dedicación pastoral tenía repercusión en la calle y los frailes pasaban fácilmente del púlpito a la tribuna y a las páginas de los periódicos. El P. Lucas Tristany, un gran e escritor místico y religioso, en varias ocasiones se presentó como orador civil en fiestas patrióticas (4 de julio y 16 de septiembre) y en celebraciones de todo tipo para aconsejar, según su criterio, en la zozobra y avatares de las vidas de sus feligreses. En el discurso del 4 de julio de 1918 les dice a su audiencia, mayormente mexicana ,en el Armory Park:

«La libertad es el gran patrimonio de la Humanidad. Es la herencia magnífica que el primer hombre recibió del mismo Dios y la humanidad ama ardientemente y defiende con tesón esta herencia».

Ellos mismos se veían como líderes en más aspectos que en el meramente religioso y ejercieron ese liderazgo con responsabilidad. Hoy en día, si bien por su muerte violenta, la Iglesia los reconoce como mártires, nosotros, en el mundo civil ,debemos reconocerlos como intelectuales que mantuvieron su identidad y reforzaron la de las comunidades mexicanas en Arizona durante tantos años contra viento y marea. Los grupos más radicales dentro del sindicalismo minero, los vieron como enemigos por ser percibidos como del lado de los propietarios de las minas y por ello sufrieron persecución hasta tal punto de destruirles con una bomba su casa de Morenci y en 1917 difamarles en todo tipo de publicaciones y libelos. Los grupos angloamericanos y protestantes los tildaron de antiamericanos («unamericans») y por ello sufrieron también persecución dinamitándoles la iglesia de la Santa Cruz en Tucsón en 1924.

Hoy su beatificación también es controversial en España porque el gobierno socialista de J. L. Rodríguez Zapatero cuando promovió el proyecto de ley de la Memoria Histórica, no se dio cuenta que todos iban a sacar sus muertos de la Guerra Civil, no sólo los de un bando. Es por eso que ete gobierno socialista español percibe ahora que la beatificación de 498 religiosos de la Guerra Civil Española por Roma es un golpe bajo de la Iglesia a su proyecto de ley de Memoria Histórica y que Zapatero pensaba era algo exclusivo únicamente para un bando.

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