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Teología en el candelero
La Notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunos aspectos de la obra del teólogo moralista español Marciano Vidal, pone sobre el tapete dos cuestiones muy delicadas para la Iglesia en el contexto de su presencia en un mundo crecientemente secularizado.
La primera se refiere a la propuesta moral de la Iglesia en los diversos campos de la existencia humana; una propuesta que choca con un muro de incomprensión creciente en la medida en que la visión cristiana del hombre pierde vigencia en amplios sectores de la sociedad. Precisamente porque se experimenta un oscurecimiento de las conciencias, y porque la posición cristiana navega contra la corriente en temas como el aborto, la homosexualidad, la contracepción y otros muchos, el magisterio episcopal cumple su misión cuando previene a la comunidad eclesial frente a enseñanzas ambiguas o parciales que pueden poner en peligro su unidad y su coherencia de vida.
El propio apóstol Pablo, realizaba ya este servicio de defender la fe de los sencillos, porque la garantía de esa fe no será nunca la sabiduría de los expertos, sino el testimonio autorizado de los apóstoles y de sus sucesores. Por otra parte, en un contexto de especial dificultad para la recepción de la enseñanza moral de la Iglesia, cabe esperar de los teólogos católicos el imprescindible servicio de favorecer pedagógicamente su comprensión y su acogida, y no de sembrar dudas o crear dificultades añadidas.
La segunda cuestión, que no es independiente de la primera, se refiere a las relaciones entre Teología católica y Magisterio eclesial, imposibles de comprender en términos de dialéctica y confrontación. La teología católica presta un servicio insustituible a la comunicación e inteligencia de la fe y de la moral, tanto más necesario en cuanto que éstas se proponen en un contexto abiertamente hostil. Ciertamente, la teología es mucho más que una mera repetición de lo que dicen los obispos, pero no puede ser verdadera sabiduría de la fe sin el contraste y la guía del Magisterio eclesial. Un teólogo podría ser genial por sus intuiciones o por su audacia especulativa, pero si no se deja medir por la revelación de Cristo, que custodia y garantiza la Iglesia a través de los obispos, su obra termina perdiendo la fuerza original de Evangelio vivo, para convertirse en una opinión más.
Así parece haberlo entendido el P. Vidal, quien se ha mostrado dispuesto a reformular los aspectos de su obra que no reflejan con suficiente claridad la enseñanza de la Iglesia, tras haber mantenido un largo diálogo de tres años con los responsables de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Todo lo contrario de la imagen de censura y represión que algunos se empeñan en ofrecer.
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