conoZe.com » Baúl de autor » Roberto Esteban Duque

Visión y simplificación de Enric Sopena

Cuando Sócrates preguntó a Alcibíades qué es el ser humano, éste no supo responder. Me permitirá el filósofo ateniense que responda con las palabras de Pascal: miseria y grandeza. Eso es el hombre. El ser humano, que parece maravilloso, puede revelarse también como un monstruo por su aspiración a simplificar y su pretensión excluyente de dominar el mundo desde una visión imaginaria.

A veces, no es necesario argumentar, justificar cada una de las propias aseveraciones. Basta constatar la contemplación abyecta y reductiva que se realiza de la sociedad española, desde determinados medios de comunicación y por personas concretas, donde, en un hipotético plan trazado con delirio y náusea, no debieran existir la Iglesia Católica ni la derecha española, la pluralidad de opciones políticas ni el bien del hecho religioso, cualquier valor contrario a un proyecto personal, implacable y hostil a lo que no sea idéntico a lo propio.

En febrero de 2006, Enric Sopena exigió — manifestando así su actitud intolerante y dogmática, anticlerical y arrogante — la dimisión de Jiménez Losantos, con varios ataques personales hacia él y hacia la COPE, «máquina diabólica dedicada a ejercer una funesta labor de la Santa Inquisición en versión siglo XXI». En un nuevo alarde de prepotencia y orgullo, de exclusión y odio, en octubre de 2006 exige la dimisión de otro célebre periodista, Pedro J. Ramírez, por diversos motivos. Hoy insta a Sanchez Dragó a que abandone los informativos de Telemadrid, por invitar a un vaso de vino en su programa a Fernando Arrabal. Y el pasado miércoles, en un ejemplo más de histérica y agonizante repulsión hacia buena parte de la comunidad humana que no comparte sus propuestas, urge la dimisión del cardenal Rouco Varela, como responsable civil subsidiario por un caso de abusos a un menor por parte de un sacerdote.

La primera reacción que uno experimenta al leer al periodista catalán (si mi geografía pasional no me engaña) es que no encarna precisamente el hombre de la buena condición platónica. Más bien al contrario. Si el lenguaje revela la persona, Sopena arroja un verbo colmado de una estrechez de perspectiva asombrosa, de una indescifrable aversión hacia todo el ejército de la derecha y de la Iglesia en España. Parece enfrentarse él solo a un batallón invasor, donde el perfil del enemigo está perfectamente definido.

Si examinamos las ocasiones en que Sopena afirma algo, y son demasiadas, lo hace desde una pavorosa parcialidad. Parece como si no hubiese otro conocimiento fuera del saber simple relativo a su pensamiento; una versión maniquea de la realidad, donde lo bueno es lo anticlerical y la izquierda, y lo malo la Iglesia y la derecha. Según el periodista catalán, sólo la izquierda es la benefactora de la sociedad, mientras que la vergüenza y el oprobio recaen exclusivamente sobre quienes desde su horizonte ético paradigmático no se conforman a su mirada terrible y mezquina, a su pensamiento universal, a su plan objetivo como fuente única del valor que aglutina el actual Ejecutivo.

Me temo que la sociedad española demanda bienes que Sopena no está en condiciones de poder ofrecer, y que intenta inútil y desesperadamente eclipsar. No es deseable oscurecer la luz y el bien, el servicio inconmensurable que la Iglesia Católica realiza en la sociedad. No es opinable el valor intrínseco de los bienes religiosos, que eligen los ciudadanos como respuesta a su propia naturaleza, esencialmente religiosa.

No es imaginable elevar a la izquierda a la categoría de bien supremo, cuando la derecha forma parte sustantiva de la sociedad democrática. Resulta desdichado despreciar los medios de comunicación cuya comprensión del mundo y del hombre se oponen al propio pensar y sentir. No es aconsejable someter a la sociedad y sus instituciones a golpes de prepotencia, exclusión, mala uva, orgullo, odio y resentimiento, disposiciones estables en la vida del periodista catalán.

Las exigencias injustificadas de dimisión que realiza cada cierto tiempo Enric Sopena lo hacen portador de un inaceptable sectarismo ideológico y de un indomable dominio de sí mismo. Las afirmaciones de Sopena llevan al engaño, resultante de una deficiente perspectiva en la cual elabora sus juicios. Sólo cuando no se juzga desde la antipatía y oposición sistemática, es posible valorar correctamente la actividad humana.

No voy a ser yo quien absuelva la pederastia ni el mal que hacemos, por el pecado que habita en nosotros, los miembros de la Iglesia. Pero verter sobre ella toda iniquidad, como de facto se hace por buena parte de la izquierda española, significa perder la propia humanidad y no contribuir en absoluto a la verdad.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=7467 el 2007-07-17 15:26:12