» Baúl de autor » Mariano Martín Castagneto
El desafío de lo pequeño
Cuando nos proponemos lograr algo, siempre hay que empezar a trabajar desde cero, y ello implica comenzar con nada o con muy poco. Todo está por hacerse y el tiempo nos da la posibilidad de realizarlo. Pero, ingenuamente, muchas veces se pretende construir lo grande obviando lo pequeño.
Todo el secreto para lograr lo que cada uno se propone reside en redescubrir el sentido de una palabra hoy bastante en desuso: esfuerzo. En una cultura donde los medios de comunicación catapultan a la fama a cualquier analfabeto de un día para el otro, para el espectador pasivo y asombrado no resulta negocio, en apariencia, trabajar por lo que se quiere. Algunos ganan la lotería, otros cantan bien, algunos otros y otras pasean sus cuerpos esculturales por la pantalla pero olvidan que lo perdurable siempre, siempre está ligado al trabajo y a la constancia. Muestras de famas efímeras sobran. Los billetes vuelan y el público que alguna vez aplaudió sus idioteces ha emigrado a través de las rutas del marketing, con destino desconocido.
Desafortunadamente, está instalada la idea de que para lograr lo que uno se propone o se es famoso o de lo contrario se debe renunciar a cualquier tipo de aspiración. Se confunde el éxito personal con la fama y la realización en la vida con la cantidad de público que aplaude cualquier acción por más insignificante que sea. Pareciera ser que aparecer en los principales medios de comunicación es directamente proporcional al éxito personal. Nada más equivocado.
Hay muchas personas, cientos de ellas, que son mucho más exitosas que las personas que aparecen cada dos por tres en los medios. Son aquellas que, fruto de su esfuerzo, han conseguido realizar, de a poco y como es normal, sus pequeños objetivos de vida. Lo normal, a no engañarse, es que uno tarde mucho para lograr lo que quiere: la lotería o la fama súbita es solo para unos pocos. Y también es para muy pocos el éxito fácil, aquel fruto de las casualidades, sin parentesco con el arduo trabajo diario y rutinario. Pero el mensaje sigue siendo: llame aquí, le aseguramos ingresos millonarios; preséntese en este concurso, su vida cambiará de un día para otro; pruebe con las cartas y todos los maleficios desaparecerán; olvídese del jefe y sea millonario en diez días; compre los dvd de Míster Alma Pura y adiós a la falta de conexión con el ser superior, etc...
El mensaje masivo es que la fama asegura todo: tiempo, dinero, hasta eternidad. Pero se olvida demasiado a menudo que hay que trabajar duro para lograr las cosas, que no se consigue algo grande de un día para el otro sino solamente trabajando arduamente todos los días y tal vez durante muchos años para conseguirlo. Quien no tenga claro este tema, caerá en una considerable depresión en un tiempo mínimo, pues lo que se ve, lo que se muestra, está bastante lejos de la realidad, de lo que puede llegar a pasar todos los días.
Lo pequeño, el detalle, el estar en el trabajo de hormiga es lo que asegura el éxito, por más que no haya público que vocifere ni condecoraciones que avalen nuestro silencioso y oculto trabajo. Habituarse a trabajar con constancia, esfuerzo y dedicación reditúa bastante más que apostar todo nuestro dinero a la lotería o a esperar que el señor famoso me elija para su nuevo programa de televisión. No se puede basar toda nuestra alegría en sueños: hay que vivir también nuestra vida, nuestra realidad, y bien despiertos. Es tremendamente frustrante que las campañas de televisión dirijan e indiquen a la gente hacia donde debe aspirar. Son masa uniforme pues nadie les ha dicho nunca que la vida fácil no existe. Que hay que esforzarse y sumarse al desafío personal de superarse cada día más. Ver los resultados de nuestro real esfuerzo es el mejor regalo, lejos, del que uno puede disfrutar. Y comprobar, que fruto de ese esfuerzo pequeño e infantil, hoy se ha llegado a ser mucho más de lo que siempre se imaginó.
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