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Felpudo para la Ciudadanía

Se nos están muriendo enchampelados los mitos del cine-club de nuestra Facultad: ayer Bergman, hoy Antonioni. En sus películas, fábricas de sueños y utopías, contemplábamos un mundo como entonces no podía ser España. Con Antonioni, porque hoy toca Antonioni, aprendimos que en Italia había unos tíos con muy poca vergüenza y con una cámara de fotos que perseguían actrices famosas para retratarlas completamente borrachas. Eran los paparazis. Voz que envío con sello de urgencia a Arturo Pérez Reverte, ahora que está aportando al Diccionario de la Real Academia el venero vivo de las voces de la mar y el viento, qué tormento.

Aquellos paparazis de Antonioni son hoy en España como profesores de Educación Permanente de Adultos. Los paparazis y los tertulianos del corazón son los verdaderos catedráticos de Educación para la Ciudadanía. Lo decía en su certera Tercera de ABC el profesor Manuel Ramírez: «La actual televisión que soportamos tirará por los suelos cualquier intento de una mejor ciudadanía.» Mucho antes que fuese obligatoria esta nueva Formación del Espíritu Nacional del Régimen de la Modernidad, este Catecismo Ripalda de la Mayoría Social de Progreso, su cuerpo de adoctrinamiento ya lo repetía la televisión, No-Do de la Dictadura de la Políticamente Correcto. No me refiero a la manipulación nuestra de cada día de los informativos de TVE, ni a los barandas socialistas repitiendo como loritos la consigna del día y diciendo que de la explosión de Cádiz, del incendio de Santander y de la inundación de Ribadelagos también tuvo la culpa el PP de Rajoy, y Aznar más concretamente. Me refiero a los programas llamados del corazón. Al gazpacho de «hormigas, tomates, salsas y alguna tómbola» que citaba J. Felix Machuca. Tales programas de consumo masivo sí que son una verdadera Educación Permanente de Adultos para la Ciudadanía; son los más sutiles libros de texto para el adoctrinamiento diario en la pérdida de valores y en los supremos principios de Todo Vale y No Passsa Nada, y heterosexual el último que no lo proclame.

¿De qué nos vale objetar que los hijos estudien Educación para la Ciudadanía, si los padres, sin ellos apreciarlo, están recibiéndola a través de esa televisión en la que, como una metáfora, el telediario de la Primera Cadena tiene por cabecera el inmenso Polifemo de un objetivo fotográfico con forma de puerta de una lavadora, para el centrifugado y aclarado de cerebros (y de conciencia del que aún la tuviere)? La mentalidad dominante no se transmite sólo en las escuelas. Es la televisión dominante la que nos está haciendo ver blanco lo negro, normal lo anormal, ético lo amoral. En los programas nocturnos de máxima audiencia del pasado fin de semana lo volví a comprobar. Eran presentados como héroes sociales y arquetipos a imitar, sin la menor reprobación moral o ética, toda una galería fuera de norma de personajes de esta Ciudadanía cada vez más relativista, más hedonista y con menos vergüenza. Sin atisbo de referente ético o moral alguno como contraste, asistí a la glorificación de un pobre muchacho que de imitador de estrellas (se acabó la falsedad y la hipocresía) se ha metido directamente a transexual y que está encantado, perdón, encantada de la vida. Fui adoctrinado con la historia una echadora de cartas que se quiso suicidar y que es, por tanto, heroína social. Me dieron a conocer los resultados de la autopsia de una bella señora que se ponía de cocaína hasta las trancas y se lo pasaba divino de la muerte. Presentaron a un ladrón de furgones de traslado de caudales como un tipo majete y simpaticorro: aplaude al delito, con dos cojones, y dale un homenaje al delincuente. Salió con todo honor la prometida del hijo de la novia de un preso por corrupción municipal, señorita que se dedica a cobrar por enseñar sus encantos mientras baila. Y más foco para otra señora, de la que cuentan que hizo historia con una alta extorsión por un vídeo de catre y cama. ¿Para qué objetar los textos escolares, si esta Educación Permanente obligatoria y masiva es la Ciudadanía que debemos admirar, la que más audiencia asegura? Y lo más sibilino: incluso en la publicidad. En España, que es un Reino, hasta los felpudos proclaman las excelencias de la República. Independiente de Mi Casa, pero República al fin y al cabo.

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