» Baúl de autor » José Luis Restán

Su rostro todavía habla

Es pronto para decir si la sorpresa cargada de emoción que experimentaron los miembros de la comisión encargada de reconocer los restos del Papa Juan, abre o no el camino para consideraciones de mayor calado. El hecho objetivo de que el cuerpo de Juan XXIII permanezca intacto treinta y ocho años después de su muerte no permite por sí mismo hablar de un hecho sobrenatural. Desde luego, produce asombro y despierta interrogantes que los expertos deberán intentar responder en el inmediato futuro. El propio Arcipreste de la Basílica de San Pedro, cardenal Virgilio Noé, ha considerado con prudencia que el tiempo transcurrido es relativamente corto, y que el cuerpo del Papa había sido especialmente preparado tras su muerte (aunque no embalsamado) y conservado en dos ataúdes de madera y uno de plomo.

En todo caso, este hecho, que se ha puesto de manifiesto al decidir Juan Pablo II el traslado de los restos a un altar de la Basílica donde puedan ser venerados por el pueblo, nos trae a la memoria la estampa viva de aquel gran Pontífice. Y digo estampa viva, porque el cristianismo ha rescatado el valor de la ?carne? de toda suerte de materialismo o de idealismo. Si bien resulta ahora mismo impropio y abusivo hablar de milagro (aunque tampoco debamos descartar esa posibilidad, como ha dicho el cardenal Sodano), no se podrá negar a los creyentes que reconozcan en este suceso un signo de esa verdad central de nuestra fe, a saber, que el destino final de cada hombre y mujer no es disolverse en la nada, sino resucitar con Cristo para una vida plena y feliz junto a Dios.

Al proclamarle Beato, la Iglesia ha reconocido que hubo una singular presencia de la gracia de Dios en la vida del Papa Juan; y del mismo modo que su bondad y su sonrisa nos hablaban de una verdad mucho más profunda en su vida, su cuerpo y su rostro, por el momento incorruptos, nos recuerdan ahora que la estación final de la peregrinación del hombre no es la descomposición del sepulcro, sino el abrazo de Dios.