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Nihilismo y postmodernidad

El nihilismo contemporáneo presenta dos facetas fundamentales. Por un lado, desde una perspectiva más existencial, el nihilismo se concreta en una crisis de sentido: muchos hombres no saben cual es el significado último de la existencia humana. Por otro lado, desde un punto de vista más teórico, el nihilismo se concreta en una especie de escepticismo radical del hombre frente a la posibilidad de conocer la verdad.

El núcleo más profundo del nihilismo es el teórico, es decir la imposibilidad de conocer la verdad. Nihilismo y muerte de la metafísica se identifican. Si el nihilismo para Nietzsche es la desaparición de la finalidad, del sentido, la ausencia de una respuesta a la pregunta sobre el porqué, esta actitud también gnoseológica lleva a la toma de conciencia del fin de la noción de verdad como adecuación con la realidad. El nihilismo contemporáneo se extiende incluso al ámbito del conocimiento científico, que durante el siglo XIX era considerado como el reducto inexpugnable de las certezas. La falibilidad de las ciencias es la manifestación del pensamiento débil contra el neo-positivismo, heredero del cientificismo decimonónico.

En 1979, Jean-François Lyotard publicó un libro intitulado La condición postmoderna, el cual consagró el término postmoderno, que anteriormente había servido para designar distintos procesos de ruptura respecto a la Modernidad. Aunque hay antecedentes del uso del término desde finales del siglo XIX, aquí nos interesa el contenido semántico que comenzó a darse a partir de los años sesenta del pasado siglo. En esa época, lo postmoderno se identificaba con el arte pop, con los conciertos de rock, con la cultura hippie; lo postmoderno se condensaba en la frase: «sexo, drogas y rock and roll». Son los años en los que se intenta borrar la distinción entre arte de élite y arte popular, entre crítico y aficionado. En este ambiente irrumpe la cultura de masas y se crea una 'nueva sensibilidad'.

En torno a la revolución estudiantil de Mayo del 68 se declaran diversas muertes: la muerte del racionalismo, del humanismo, de la moral burgueso-victoriana, de los valores tradicionales...Sentados estos antecedentes, podemos decir que lo postmoderno es una actitud intelectual, con implicaciones políticas, sociales, éticas y estéticas, que se erige contra los discursos y prácticas de la Modernidad, considerados agotados, opresores, reaccionarios y falsarios. Todas las corrientes postmodernas, influidas por la crítica nietzscheana, intentan superar la Modernidad, entendida como un proyecto acabado y fracasado. Los postmodernos se rebelan contra los grandes mitos modernos: la razón, el progreso, las grandes narraciones de sentido (holismos propios de las ideologías, de las filosofías totalizantes o de las cosmovisiones religiosas) Si en el proyecto moderno se intentó conceptualizarlo todo, los postmodernos presentan un escepticismo radical frente a estos intentos racionalizadores: se prefiere hablar de pensamiento débil (Vattimo), pensamiento cansado (Bataille), deconstrucción (Derrida), juegos lingüísticos (Lyotard)...

Ante las tentativas unificadoras racionalistas y cientificistas, los postmodernos presentan no lo que unifica sino la diferencia, lo que es irreductible, lo indeterminado, lo diseminado. Con la postmodernidad entramos, por lo tanto, en un período postmetafísico, donde se abandonan las explicaciones globales o de fundamento, para quedarnos en lo contingente, particular, aleatorio y único: en una palabra, en la diferencia irreductible. Los postmodernos acusan a la filosofía moderna de ser una metafísica no neutral, que privilegia uno de los términos de las oposiciones binarias características de Occidente: entre sujeto y objeto, realidad y apariencia, voz y escritura, razón y naturaleza, se excluyen o devalúan los segundos términos, a favor de los primeros. Según Derrida, hace falta 'deconstruir' la metafísica binaria que ha privilegiado la realidad y no la apariencia, el hablar y no el escribir, la razón y no la naturaleza, el hombre y no la mujer.

Desde esta perspectiva se explica uno de los slogan más característicos de la revolución de Mayo del 68 en París: 'La imaginación al poder'. El movimiento estudiantil criticaba la enseñanza universitaria institucional, por considerarla burocratizada, jerarquizante, burguesa, cómplice del poder, racionalista, alejada de la existencia. Y de este mismo ambiente de inconformismo y rebelión contra lo establecido por las instituciones y prácticas de la Modernidad, surgen las críticas a las políticas globalizantes -marxismo incluido-, y algunos intelectuales se abocan a micropolíticas donde se acentúa lo diferente e inconformista: movimientos feministas, ecologistas, homosexuales...

Las distintas corrientes postmodernas afirman que no hay verdad, sino sólo interpretaciones de textos, de símbolos, de signos, determinados por el contexto histórico. La metafísica como conocimiento de la verdad del ser es calificada de arrogante: la relación cognoscitiva con el ser es el paradigma de la violencia. Para Vattimo, por ejemplo, la multiplicidad de las interpretaciones llega a la «disolución de la idea misma de realidad». La configuración babélica del mundo hace precipitar la ontología en el sinsentido.

Esta debilitación del intelecto llega con estas corrientes a uno de los puntos más bajos de la historia: para algunos postmodernos, el hombre es una invención de finales del siglo XVIII, pero después del nihilismo y de la devaluación de todos los valores, está por llegar el fin del hombre: «A todos los que quieran todavía hablar del hombre, de su reino, y de su liberación -escribe Foucault-, a todos los que se preguntan todavía sobre qué es el hombre en su esencia, a todos los que quieren apoyarse en él para acceder a la verdad..., a todas estas formas de reflexión deformes y alteradas, no podemos más que contraponer una risa filosófica, es decir, en parte silenciosa».

El resultado tan radical del nihilismo contemporáneo se puede explicar a partir de la atmósfera cultural creada por los llamados «filósofos de la sospecha». Efectivamente, Marx, Nietzsche y Freud conciben al sujeto humano no como algo originario y real, sino como una derivación necesaria de fuerzas irracionales que se encuentran detrás de toda manifestación humana. Frente a todo fenómeno hay que descubrir «lo que hay detrás».

Como observa el prof. Buttiglione, en La crisis de la moral, para estos pensadores «el sujeto y la conciencia no son en absoluto fenómenos originarios. Son más bien un efecto de un conjunto de fenómenos económico-sociales (Marx), pulsionales (Freud) y en sentido lato del resentimiento (Nietzsche) El hombre, en otras palabras, no es un punto de partida originario sino fruto del devenir». En consecuencia, la pérdida de la consistencia real del sujeto es la conclusión paradójica de la pretendida atribución de autonomía absoluta a la criatura humana. Lo postmoderno es una actitud intelectual, con implicaciones políticas, sociales, éticas y estéticas, que se erige contra los discursos de la Modernidad, considerados agotados y opresores

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