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Mamá pulpo
Con la «vuelta al cole» me siento como una mamá pulpo. Me explico. Mis ocho brazos y la aguda visión que me proporcionan los grandes ojos de este cefalópodo no son suficientes para abarcar todas las tareas que tengo que realizar estos días. A saber: Poner en marcha la casa, llenar la nevera, entretener a los niños, comprar los libros, forrarlos, repasar uniformes, revisiones médicas, buscar actividades extraescolares para el invierno,... y encima «reencontrarme» con el trabajo profesional, los amigos y los compromisos sociales.
Por lo que no es de extrañar que con cada nuevo día, mi piel, como la de los pulpos, vaya cambiando sobre la marcha de forma, color y textura.
De tal manera que al leer la entrevista de La Contra a Nuria Chinchilla, Investigadora del Centro Internacional de Trabajo y Familia del IESE, me he visto envuelta en un desaliento que me embarga cada segundo, cada minuto del día.
Por si alguno de ustedes no pudo leerla, en ella nos propone la priorización de tareas y la delegación de funciones como fórmula de éxito para conciliar trabajo y vida personal y familiar: «Para conciliar vida privada y profesional tenemos que imponernos prioridades: ponga primero las tareas en que sea usted más útil... hablen con sus parejas y explíquenles que ellos también tienen que poner de su parte. Sin esa delegación de la maternidad, no hay conciliación...»
¿Cómo, cuándo y a quién «delegar mi maternidad» como camino fácil para la conciliación? ¿Me está queriendo decir que la maternidad es un obstáculo que impide «ser útil» profesionalmente?
Quiero pensar que no he comprendido adecuadamente la entrevista. Es más, quiero creer que quizás lo que nos ha intentado trasmitir es que las mujeres tenemos derecho a trabajar en puestos políticos, empresariales y culturales para los que estemos preparadas. Pero también tenemos derecho a ejercer nuestra maternidad «no delegable», a educar a nuestros hijos, a inundar todos los ambientes con el calor humano que sólo una madre puede trasmitir,... Y los gobiernos y administraciones tienen la obligación de crear las condiciones que hagan posible que las mujeres puedan elegir sus prioridades.
De cualquier modo, ¿Priorizar? ¡Por supuesto! Para mi lo primero es mi matrimonio, segundo mis hijos y luego el trabajo.
Pero delegar mi maternidad... ¡JAMAS!
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