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2007-2008: decisivo curso para la Fe

Dentro de muy pocos días, ya casi, va a dar comienzo el nuevo curso lectivo en educación primaria y secundaria. Este nuevo, que acabará en el mes de junio de 2008, además de atravesar unas elecciones generales (probablemente en marzo de ese mismo año) también atravesará por un desierto a tener en cuenta: el de la obligación de cursar esa aberración moral y ética que es la Educación para la Ciudadanía.

Mucho se ha hablado y escrito sobre esta especie de píldora adoctrinadora que el Ejecutivo español pretende administrar, con la receta del BOE, a los alumnos más indefensos, a las personas que, se quiera o no, poco pueden hacer para evitar su ingestión salvo seguir, por su propio bien, las indicaciones adultas de sus padres, más acostumbrados, por edad, a bregar contra lo que es injusto y más dados, por eso mismo, a plantar cara a la ignominia.

No vaya a creerse que es de poca importancia lo que va a suceder. Es el primer intento, verdaderamente serio (en lo que pretende) de barrer, por la misma raíz, la presencia de Dios en la sociedad y, yendo más allá, la manifestación de una actitud algo más que atea, de un ser puramente pagano.

Por eso este curso, el que viene a tropezar con nuestras vidas, es tan importante para la Fe, porque la ataca frontal y mortalmente.

Monseñor Antonio Cañizares[1], Arzobispo de Toledo, dice que "Se vulnera el principio de la libertad de conciencia; se impone una enseñanza teñida de relativismo moral; se ofrece una visión del hombre laica, sin Dios y donde Dios no cabe propiamente"

Es evidente que con intentos como éste lo que, en primer lugar se hace, es violar el derecho que los padres tienen a escoger la educación moral de sus hijos. Ese derecho, que, por fuerza, ha de ser uno de carácter personal lo es inalienable. Por eso ningún Ejecutivo ni otro poder establecido puede ocupar el lugar que los padres tenemos para que nuestros hijos conozcan una serie de principios morales que les han de conducir a lo largo de su vida; por eso no es admisible, ni podrá serlo nunca, que el trágala que se pretende con EpC (que yo mismo he llamado Educación para la Borreguería, por el fin buscado) sea permitido.

Además, no sólo se pretende hurtar la posibilidad, única, de eso que se ha dicho antes sino que, lo que es peor, se intenta establecer un sistema social en el que prime el "todo vale" y el "tener sobre el ser". Esto no es cosa baladí, precisamente, sino, al contrario, algo de muy seria consideración para cualquier persona que tenga un mínimo de conciencia de pertenecer a una sociedad occidental creada, sustentada, en unos valores cristianos (se diga lo que se diga) que han dado forma a nuestro vivir. No vale decir que las cosas han cambiado y que en cada momento hay que adoptar una postura acorde con los tiempos que corren porque eso es hacer inútil toda regla, toda norma moral; no vale decir que cualquier cosa es válida, que cualquier religión es aceptable, que todo podemos tomarlo en consideración si es que, por la razón que sea, nos interesa en un momento dado.

Eso, que no es otra cosa que puro relativismo, esa dictadura del relativismo de la que Benedicto XVI hablara en la homilía de la Misa Pro Eligendo Pontifice de 18 de abril de 2005, es lo que se pretende imponer, en primer lugar a nuestros hijos, principales objetivos a atacar por ser el futuro, a medio plazo, de España y, en segundo lugar y por extensión, a todos nosotros, sufridores de gobiernos como el que, por desgracia, sufrimos en nuestra patria.

Por si esto fuera poco, el objetivo de todo esto no es otro que desbancar, como ya hemos dicho antes, a Dios de nuestras vidas.

Esto puede parecer algo exagerado porque, en verdad, eso no es posible. Pero de lo que se trata es de favorecer que se oscurezca lo más posible al Creador porque creer en Dios no es, únicamente, la manifestación de un gusto o deseo particular sino, muy al contrario, un actuar que, siendo consecuente con lo que eso supone, puede dar muchos quebraderos de cabeza al poder, a cualquier poder, que se rija, o se deje llevar, por valores contrarios a los que sustentan al cristianismo aunque, a veces, nosotros los cristianos no seamos muy cumplidores de los mismos.

Por eso, es tan importante este curso 2007-2008. Vamos a entrar, con él, en una verdadera guerra (entiéndase esto correctamente) en la que está en juego mucha Verdad y en la que se nos debería exigir, y nosotros cumplir, con la parte que nos toca de defensa de la Fe (con mayúsculas) porque la EpC que se propone (podría ser otra, por supuesto) no está muy de acuerdo, en muchos aspectos, con los que somos los hijos de Dios (al menos los que nos consideramos de tal forma) y eso no puede quedar como si nada tuviera importancia. No.

Aún, seguro, hay mucho que decir sobre esto. Sin embargo, basten las palabras que el don Antonio Mª Rouco Varela[2], ha dejado dichas

"Pero de ahí, del plano de la formación jurídico-cívica, basada en el conocimiento teórico y práctico del ordenamiento jurídico positivo, pretender pasar a la dimensión de la formación doctrinal sobre el hombre y a los principios y normas ético-morales que han de presidir y regir su conducta y "su sitio en la vida", significaría propugnar una concepción ideológica del Estado -en nuestro caso, laicista-radical-, que nos retrotraería a períodos de la historia política de la Europa del siglo XX y que habríamos de suponer definitivamente superados, y, lo que es más grave, abriría paso a una realización injusta del orden político-constitucional"

Con esto debería ser suficiente como para hacer comprender, a aquellas personas que aún no lo tengan muy claro, las "supuestas" bondades de EpC; lo que nos, nos, estamos jugando.

Y lo digo en plural, para no llevarse a engaño.

Notas

[1] En artículo titulado "Educación para la Ciudadanía", publicado en www.revistaecclesia.info

[2] El Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en sus "Reflexiones para la valoración jurídica y ética de una nueva asignatura en el sistema escolar español, en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 29 de mayo de 2007, dijo, entre otras muchas cosas, éstas.